La mano yanqui en Venezuela ya no se esconde
Con el paso de las horas se va clarificando más quién está detrás del golpe de estado perpetrado por Juan Guaidó y la Asamblea Nacional esta semana en Venezuela. Si decíamos que Mike Pence había pedido a los venezolanos que se levantaran contra su gobierno legítimo, ahora sabemos que el golpe se orquestó desde los Estados Unidos el pasado martes 22 de enero, en una reunión celebrada en Florida entre los principales cabecillas republicanos.
Además del propio Pence, en esta reunión se encontraban el presidente del país, Donald Trump, los senadores por Florida Marco Rubio y Rick Scott, el congresista Mario Diaz-Balart, y el propio gobernador del estado, el también republicano Ron DeSantis. La mayoría de estos personajes son parte del lobby de presión cubano radicado en el estado de Florida, que desde hace años presiona para que su país tome medidas más drásticas contra Cuba y el gobierno del presidente Miguel Díaz-Canel.
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Parece ser que, cuando Donald Trump prometía en campaña que volvería a hacer grande a su país –Make America Great Again–, en realidad se refería a volver a las políticas intervencionistas de la Escuela de Chicago y a tratar a América Latina como lo que quieren que sea: el patio trasero de los Estados Unidos.
La principal novedad de esta etapa que se abre en política internacional, es la claridad con la que Trump y sus seguidores hablan de su intervención en los asuntos políticos de otros estados. Marco Rubio, Rick Scott y DeSantis, por ejemplo, hablaron sin tapujos de la reunión de ese martes, reconociendo que se habían tomado decisiones que afectarían al gobierno de Venezuela. Todo a golpe de tuit.
Trump lleva meses amenazando con construir un muro en la frontera con México que además, asegura que hará pagar a los propios mexicanos, –dejando entre tanto a su país con un cierre, el “shutdown”, que está afectando a miles de familias estadounidenses, solo porque los demócratas no quieren financiar el dichoso muro–. Y no olvidemos que una de sus primeras decisiones en política internacional fue congelar el acercamiento con el gobierno cubano.
Quizás deberíamos agradecer a Trump la claridad con que habla. Comparado con los años de plomo de la Guerra Fría, y con la CIA trabajando en la sombra, por lo menos ahora no deberán pasar 50 años para que se desclasifiquen unos cuantos documentos para apuntar con el dedo al gigante estadounidense.
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Mientras, Nicolás Maduro ha recogido el guante lanzado por los gobiernos de México y Uruguay, aceptando que se necesitará una mediación internacional para acercar ambas partes. No deja de ser un fracaso de la oposición al chavismo, que no ha dejado de pedir la intervención armada de las potencias occidentales en vez de los diálogos propuestos por Maduro, pero tal y como están evolucionando las cosas, probablemente sea la mejor solución para no terminar con una guerra civil.
De momento, la espantada de Guaidó ya ha provocado más de una decena de muertos en las calles venezolanas, mientras este se esconde en alguna embajada –apuntan a la de Colombia–, esperando a que los norteamericanos le solucionen la papeleta. La oposición venezolana lleva años pidiendo la intervención armada de los Estados Unidos y, con Trump en la Casa Blanca, esta opción toma fuerza.