Que la Revolución Ciudadana de Rafael Correa siga viva, políticamente hablando, tras más de dos años de ataque diario desde el Estado ecuatoriano, que ha adoptado la persecución política, social y cultural contra el gobierno anterior como su línea política prioritaria, significa que el proceso político que aún a día de hoy lidera el expresidente, es hegemónico en Ecuador.
Lo es porque el proyecto revolucionario de la izquierda ecuatoriana impactó en las condiciones materiales de la vida cotidiana de la mayoría social de Ecuador, que apostó por la continuidad del proyecto en las urnas para encontrarse con una traición que le ha dado la vuelta a las políticas vencedoras en las últimas elecciones.
Pese al bombardeo mediático que ha devenido por el saqueo de los medios de comunicación públicos, que es continuo, agresivo y visceral además de no contener más que fake news que han acabado por demoler la credibilidad de sus emisores. La oligarquía ecuatoriana, de nuevo en el poder, no es capaz de borrar el recuerdo de Rafael Correa y la Revolución Ciudadana en los ecuatorianos.
Después de todo, sin caer en una concepción política del Primer Mundo, el expresidente progresista otorgó estabilidad. Tras lustros de caídas continuas de presidentes, lo que provocaba inseguridad en la sociedad regularizando la miseria, Rafael Correa fue capaz de asentar un sistema democrático potente mediante la Constitución de Montecristi, condición necesaria para desarrollar un proyecto que trajo mejoras sustanciales: reparto equitativo de la riqueza, derechos laborales, nacionalizaciones, acceso gratuito a educación y sanidad de calidad, cauces democráticos para decidir en los asuntos importantes del estado…
Pese a la preocupante falta de movilización de la izquierda de Ecuador, la Revolución Ciudadana es una fuerza política a tener en cuenta en el país suramericano. Lo demostró en el referéndum y consulta popular de Lenín Moreno el año pasado, consiguiendo ser la fuerza más influyente con un 37% del voto a su favor.
La próxima cita electoral el domingo deberá refrendar ese apoyo, aunque es una jornada en la que no se valoran los liderazgos nacionales, por lo que los de Rafael Correa tienen el objetivo no de ganar, sino de mantener el millón de votos que les permitan conservar la casilla electoral, obtenida con dificultad a causa de la persecución del CNE, en poder del régimen de Lenín Moreno, que ha impedido todos los intentos de participación política de la izquierda, marginada hasta el punto de usar una candidatura que se había inscrito de manera independiente.
La clara muestra de la fuerza de la Revolución Ciudadana liderada por Rafael Correa desde Bélgica es que el último estudio de la prestigiosa CELAG, muestra que el candidato que sea el elegido por la izquierda ecuatoriana está prácticamente empatado con el líder de la ultraderecha Jaime Nebot. Las consideraciones dan un escenario favorable a la izquierda ecuatoriana por diferentes razones:
- El suelo del candidato de la izquierda es 29,5%, ya que es lo que aporta el recuerdo de Rafael Correa, al ser aún desconocido, o desconocida, el propio perfil de quien sea elegido finalmente sumará a esa cifra su propio aporte.
- El techo de la derecha es 32,3% ya que el candidato es un viejo conocido de la política de Ecuador, por lo que los odios y las pasiones ya despertados no van cambiar.
- La manipulación mediática no ha sido capaz de tumbar las posibilidades de la Revolución Ciudadana, y no lo va a hacer a causa de la pérdida total de credibilidad tras haber sido desmentida en todas las ocasiones.