Internet: una herramienta tan beneficiosa como perjudicial
Imagina tu vida sin Internet. Sin ninguna red social. Incluso sin la aplicación de Google Maps, que de tantos apuros te saca. O sin la facilidad de escribir un Whatsapp para felicitar a tus amigos. En general, imagina un mundo en el que la tecnología fuera una simple ilusión. ¿Cómo crees que cambiaría tu vida?
Gracias a las nuevas tecnologías tenemos en nuestras manos grandes montones de información. Además, con la incorporación de Google, buscar se vuelve, casi, un trabajo para inúltiles. No hace falta saber nada acerca de motores de búsqueda, de documentación o de otras tareas farragosas: todos encontramos lo que queremos, incluso cuando no queremos.
No obstante, vamos a rescatar para esta situación a Nicholas Carr. Su libro Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Plantea si realmente Internet facilita nuestros días. Pensemos en cuántas horas desperdiciamos mirando la pantalla de un ordenador o de un móvil. Bien sea por trabajo, por estudios o por simple diversión, parece haber innundado todo lo que nos rodea.
Dejamos que el ordenador lo haga todo por nosotros y nos construimos como criaturas pasivas, según comenta Nicholas Carr. Añade que somos menos capaces de desarrollar actividades complejas puesto que el software lo hace todo más fácil. Nicholas Carr , además, ha notado un cambio en la capacidad de concentración.
Sí, nadie puede quitarle a las tecnologías su gran labor, ni mucho menos a Internet. No obstante, cabe analizar en profundidad si estamos usando tal herramienta de forma correcta. De hecho, leemos libros por Internet, vemos documentales, vídeos…
En este contexto, encontramos anuncios abusivos que nos dispersan y ventanas que nos ofrecen informaciones relacionadas con lo que buscamos. Informaciones que terminan en algo completamente distinto a lo que buscábamos y que nos distraen por completo de nuestro objetivo principal.
A eso súmale cómo puede afectar todo esto a las relaciones humanas. Imagina quedar con tus amigos y no interrumpir ni una sola conversación por una notificación en el teléfono móvil, o por la necesidad de ver qué está ocurriendo en el panorama de las redes sociales.
Parece que estamos ocupados hasta en nuestras horas de ocio. Incluso salimos del trabajo, de la universidad o de cualquier otra obligación y terminamos las tareas en casa. Esto lleva a una reflexión: ¿Ha aumentado Internet nuestras horas laborales? ¿Trabajamos más ahora? Podemos observar un descentralización de nuestras horas, tanto de ocio, como de trabajo.
Pero claro, es muy fácil culpar a Internet y a las tecnologías, cuando somos nosotros quiénes determinamos qué papel desempeñan en nuestras vidas. La realidad es que se han incorporado tan rápidamente que no hemos sido capaces de reaccionar ante el cambio.
No hemos sido capaces de adaptarnos al cambio que supuso la entrada de las tecnologías. Aún así, debemos abrir los ojos y diferenciar en qué ocasiones Internet nos complementa y en qué otras nos sustituye. Evitar esa dependencia a la tecnología tan característica de las sociedades modernas actuales.