La información relativa a Nicaragua ha desaparecido de la agenda mediática. Hubo un momento durante el verano de 2.018 en el que los medios de comunicación en posesión de las élites sociales de diferentes países, decidieron acompañar el intento de golpe de estado que Estados Unidos (EEUU) intentó llevar a cabo en Nicaragua, con el apoyo de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), la patronal nicaragüense y los partidos de derecha, que crearon un cuerpo paramilitar terrorista integrado por pandilleros, delincuentes comunes y miembros de las maras salvadoreñas.
En un primer lugar el golpismo organizó una marcha de estudiantes que tuvo poca participación, y argumentó que los jóvenes se manifestaban por una reforma en las jubilaciones, que en realidad afectaba más a los grandes empresarios -tenían que aportar más-, y beneficiaba en mayor medida a los trabajadores -no se aumentaba el tiempo de contribución y sí la cobertura médica pública-.
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Tras ello se produjeron los llamados tranques, barricadas en las calles desde los que los terroristas, de una marcada ideología fascista, a juzgar por sus ataques (palizas, asesinatos, secuestros y torturas) solo a ciudadanos que eran, o parecían ser, de izquierdas y, por lo tanto, afines al gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). En las Iglesias guardaban las armas, y en los medios de comunicación aparecían como manifestantes pacíficos, aunque acudieran con rifles y granadas a las marchas.
En otras ocasiones se organizaban shows que luego se convertían en relatos mediáticos para manipular contra el presidente Daniel ortega, como la Marcha de las Flores, una denominada marcha pacífica que fue supuestamente reprimida de manera salvaje por el gobernante sandinista, pese a que los vídeos muestran que los heridos son actores.
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El apoyo de Estados Unidos al golpe, vendido como una lucha pacífica por conquistar la democracia y la libertad, algo que creyeron incluso algunos medios progresistas, se justificó en que la poderosa nación del Norte quería liberar a los ciudadanos nicaragüenses de la dictadura que los oprimía.
Sin embargo, una vez se descubrió que la Iglesia y los empresarios estaban detrás, que la participación de las maras salvadoreñas era un hecho, que los detenidos no eran estudiantes sino delincuentes reincidentes, y que los ciudadanos no solo se movilizaban masiva y constantemente a favor de Daniel Ortega, sino que celebraran cuando la policía llegaba a sus lugares de residencia para terminar con los tranques, la administración de Donald Trump se desentendió de lo que había financiado mediante sus agencias USAID y NED.
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Esta situación refleja la hipocresía no solo de la argumentación que usa Estados Unidos para justificar intervenciones que buscan cambiar los gobiernos que no les gustan, si no también la flagrante falta de ética periodística de los medios de comunicación que tiran a la basura sus manuales de estilo, por apoyar a una oligarquía que solo persigue sus intereses, pasando por encima de los derechos de los ciudadanos de los países a los que atacan.
Si el apoyo a la oposición de Nicaragua era una cuestión de democracia y libertad, ¿por qué se dejó de apoyar de un día para otro, coincidiendo con la revelación de los planes golpistas? El golpismo perseguía volver a abrir el tráfico de drogas por Nicaragua, cortado tras la llegada al FSLN al poder, lo que explica la participación de las maras salvadoreñas, que controlan el paso de la droga desde Suramérica hasta Estados Unidos.
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Además, EEUU quería impedir que China comenzase la construcción del Canal de Nicaragua, ya que tener una alternativa a su Canal de Panamá significaría una pérdida enorme de su poder internacional, impactando en la geopolítica de una manera en la que se quedaría sin gran parte de su actual y favorable correlación de fuerzas con respecto a otras potencias, por ejemplo no podría aplicar la mayoría de las sanciones que está sosteniendo en Venezuela, Irán, Rusia y China.
Por otra parte, en esos momentos Donald Trump estaba intentando aplicar la Carta Democrática de la OEA en Venezuela, para abrir la puerta a una invasión militar de varios ejércitos suramericanos. Cada voto era una victoria diplomática, y conseguir el de Nicaragua, un histórico aliado de la Revolución Bolivariana, podría decantar el de otros pequeños países. La presión de la violencia en las calles consiguió que Nicaragua se abstuviese, lo que no fue suficiente.
Las mismas autoridades que para Estados Unidos y sus aliados eran dictatoriales, siguen gobernando el país, ¿por qué la nación más poderosa del mundo no dedica ya ni un simple espacio mediático para sostener a sus aliados aunque fuera manteniendo un perfil bajo?
El golpe de estado se quedó en un intento, y tras el fracaso, no compensaba seguir gastando recursos en derrocar un gobierno que se había hecho más fuerte al vencer con movilización pacífica en las calles. La democracia y la libertad solo fueron una justificación para sembrar el terrorismo en las calles, la primera fase golpista que no consiguió culminar.