Lujo.
Vista en Caixaforum Madrid, una de las grandiosas exposiciones a la que nos tienen acostumbrados, esta vez en colaboración con el British Museum. Nuestra felicitación a la comisaria, conservadora precisamente de las colecciones de oriente Medio del citado museo.
Mientras que por estos lares seguramente aún andábamos con taparrabos (o casi), las ondas emanadas del creciente fértil, entre el Tigris y el Éufrates (para algunos justo donde se localizaba el Paraíso Terrenal), en Mesopotamia, desde hacia milenios, como cuando se arroja una piedra en un estanque, bañaron todas las orillas del Mediterráneo, enriqueciéndose aún más si cabe en Egipto, Chipre, Creta, Grecia y posteriormente, en Roma.
A reflexionar, cómo y porqué el ser humano, tras transformar sus herramientas de utilización diaria en un objeto bello, creando de este modo la primera manifestación artística, buscando símbolos o referencias por el simple placer de embellecer el objeto y sin ninguna otra aplicación práctica, cuando adquiere el poder tiende normalmente a revestir el objeto de una pátina de no importa que material, que identifique y diferencie claramente al propietario.
El único poseedor digno de tal objeto, inalcanzable para la mayoría de los ciudadanos que no pertenecen a la élite. Es curioso. Muy curioso este comportamiento repetido una y otra vez a lo largo de los siglos y común a todas las civilizaciones.
Este refinamiento, símbolo del poder y la opulencia de las citadas élites, el cual intentaremos compartir y trasladar a todos ustedes en una mínima parte, forzosamente limitados por el condicionamiento del medio. Nos gustaría poder trasladarles la totalidad de la exposición. De verdad, merecería la pena.
Pasen y vean.
Azulejo asirio, 850 a.c., Nimrud (Irak). British Museum.
Podemos ver a este rey de Asiria, Asúrnasipal II (883-859 a.c.) con un arco en una mano y un bol en la otra, seguramente presentando una ofrenda, al que llevan bajo palio, y de cuya rica túnica penden borlas de oro y plata.
Hay que entender que el origen de estas riquezas era en la mayoría de las ocasiones el pillaje. Estos relieves tallados que provienen del palacio de Nínive, construido por el rey asirio Asurbánipal dan fe de cómo los pueblos derrotados aportaban tributos y ofrendas a los conquistadores.
Lamentamos no quede mejor definida en la fotografía como los soldados asirios transportan el botín, al tiempo que las llamas alumbran la ciudad recién derruida.
También podemos contemplar un magnifico umbral de puerta tallada, muy similar, y en el que nos sorprende como una losa de piedra, aunque esté destinada a un palacio, en el año 650 antes de Cristo pudiese exigir para un fin tan prosaico ese enorme, fino y detallado trabajo.
Como antes comentábamos Chipre fue una de las piedras angulares de este trasiego cultural. Justo en el medio de las rutas obligadas de asirios, fenicios, persas, egipcios y griegos. Es por ello su especial significado como receptor y transmisor de todos los avances técnicos y artísticos que por aquel entonces se iban logrando en aquellas partes del mundo conocido por entonces ya civilizado. Y aquí se detecta además que el gusto por el cuidado personal y el acicalamiento trascendía a la mayor parte de la población.
Santuario de Apolo, Pyla, Chipre.
Estatua de un fiel.
Admiren este bol.
Bol. Roma. 175 a.c. British Museum.
Y esta jarra de oro, 500.a.c. Tayikistán. British M.
La originalidad y la exuberancia mostrados por el orfebre en este frasco de oro para perfume, 500 a.c. Tadjikistán. British Museum.
Y en esta botella para perfume. Sidón (Libáno). 50 a.c. British Museum.
Podemos también ahora imaginarnos los grandes banquetes aqueménidas con motivo de celebración de victorias o para la diplomacia, al contemplar esta magnífica copa (que puede fácilmente contener dos botellas de vino), datada en unos quinientos años antes de Cristo, utilizada en estos ágapes junto otro buen numero de utensilios y cubiertos de los que difícilmente hubiésemos supuesto su existencia (como la del refinamiento, grado de civilización y buen gusto de sus propietarios), de no mediar su oportuno hallazgo en las excavaciones arqueológicas en su día efectuadas en Turquía. Pertenece como el resto de las piezas, al British Museum.
El inevitable culto a la personalidad.
El gran Alejandro murió en Babilonia, muy joven en el año 324 a.c., y sus generales se repartieron su imperio. Uno de ellos, Lisímaco, reinó más o menos sobre los territorios que componen actualmente las naciones de Bulgaria, Grecia y Turquia, y no se le ocurrió mejor modo de mostrar su legitimidad que acuñar estas monedas con la efigie de su adorado jefe.
Hasta el punto adorado que quiso reflejar en los cuernos que podemos ver emergiendo de su rostro de carnero, un homenaje a la presunción del mismísimo Alejandro, quien se ufanaba de ser descendiente directo del dios Amón.
Hallada en Pérgamo, Turquía, 300 a.c. Plata.
Sin dejar del todo la era aqueménida, y pese a que desde las conquistas de Alejandro el “estilo” griego marcó la tendencia en el mundo del arte de un modo indiscutible, perviven en ocasiones ciertos ecos de aquellos pantagruélicas banquetes, como ocurre en esta copa encontrada en el sur de Italia.
Salud y trabajo.