Los hondureños sin recursos suficientes para costear los caros servicios médicos privados, únicamente tienen como alternativa creer en Dios, que Jesucristo nos salvará de la pandemia COVID-19 y de cualquier otro invento chino, gringo o ruso. De donde venga la enfermedad no importa, aquí la crisis es crónica.
Ya sea que vivamos en Honduras, en Estados Unidos o en España las opciones de atención médica de calidad y gratuita son escasas si es que no inexistentes.
Para los hondureños viviendo en catracholandia no hay nada, cadenas y cadenas presidenciales sin soluciones. En una especie de lapsus distópico el autoproclamado presidente deja caer la verdad: lo mejor es que cada quien aprenda a fabricar mascarillas, respiradores artificiales, guantes; a cultivar toda clase de comidas en maceteras.
Lo ideal sería que aprendiéramos a imprimir billetes caseros como le escuché decir a alguien en redes sociales, o esta vez sí viviremos de la imaginación. Entonces Jesucristo sí que bajará de los cielos.
Pero a juzgar por los deseos del señor Juan Orlando Hernández (JOH), a Honduras no hay criptonita que la mate. En diez años con todo su ejército, no pudo acabar con la resiliente Honduras, que resiste con uñas y dientes, desafiante: “Todavía estamos vivos“. Como Morazán esperando el tiro de gracia. Así que JOH quiere 20 años más o hasta morir de viejo en el intento. Hasta que la última gota de sangre se seque.
Mientras tanto, aunque las mitomanías de JOH las paguen Hilda, Tony y los que siguen; el pueblo de Honduras se va de gobierno en el fuego cruzado entre carteles, justos por pecadores en tiempos de Pascua.
En el país más rico del mundo, no me refiero a China, todavía diré que es USA (hasta que Hollywood renuncie a los efectos especiales), donde muchos migrantes sueñan con trabajar hasta el último suspiro, las opciones de obtener atención médica completa están limitadas por el valor del seguro médico que pagan, si es que lo tienen. Únicamente la prueba para determinar si se trata de COVID-19 puede llegar a costar el salario de un año de un trabajador. De esa manera han vivido siempre, a la mano de Dios.
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Aunque las estadísticas son una herramienta costosa y tramposa en tiempos electorales, y ya que Míster Trump quiere complacer a sus votantes supremacistas, los datos mostrarán que mayoritariamente los fallecidos son latinoamericanos, gente de escaso valor electoral, para entonces plantear la encuesta:
- ¿Están muriendo más latinos que anglos por causa del Covid-19?
- ¿Cuál es la cruda realidad que enfrentan los hondureños de allá?
- ¿Los que envían millones en remesas?
- ¿Qué está haciendo JOH por uno de los rubros que más ingresos generan a la economía nacional?
Esta última pregunta es retórica, sabemos que no está haciendo nada por nadie, a no ser enriquecer a sus amos empresarios y sus apetitos demenciales.
Ahora que la abominación politiquera, farisea y pistera se declaró profeta del apocalipsis catracho, (JOH quiere salvar a la economía no a las almas) entonces que cada quien entienda, la verdad nos hace libres.
Seguramente es en la certeza de nuestro fuero interno que encontraremos la fortaleza de la mano salvadora de Dios que estábamos buscando, y que tanto necesitamos los hondureños de aquí y allá para seguirnos impulsando en esta vida.
¡Fuera JOH!
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