Todas las tardes, a las 8, cientos de miles de personas salen a aplaudir a sus balcones y ventanas desde que comenzó el confinamiento por el coronavirus llamado COVID-19.
Si bien los aplausos fueron, en un primer momento, para los trabajadores de la sanidad pública, la variedad ideológica de las personas que se salen a sus balcones y se asoman a sus ventanas, hace que las razones sean muchas e incluso contrarias entre ellas.
Sin embargo, el aplauso se lo llevan los trabajadores que cada día ponen en riesgo su salud y la de sus familias, una realidad que favorece al campo progresista ya que apoya sus reivindicaciones en favor de la sanidad pública y de los derechos de los trabajadores.
Para exponer las razones tanto de la izquierda como de la derecha par salir a aplaudir diariamente, nuestros articulistas Alberto Sánchez y Miguel Sanz Sanz explican los argumentos de cada campo político.
La izquierda desde las barandillas
Sin los trabajadores el mundo se para y nos hemos dado cuenta tarde.
Alberto Sánchez explica las razones de la izquierda para salir a aplaudir.
Cada día a las 20:00 horas millones de ciudadanos salen a los balcones para aplaudir con ganas a los miles de sanitarios y a los trabajadores que deben salir de sus casas, para mantener las estructuras básicas que nos suplen de alimentos, medicinas y demás servicios.
Lo hacen como una maquinaria bien engrasada pero, ¿cuál es la razón por la que se produce ese sonido desde los balcones? Desde mi punto de vista es muy fácil responder: la clase obrera se enfrenta día a día a un enemigo invisible, y no solo gana la batalla con gran dolor por el camino, sino que hace tambalearse los cimientos de este sistema caduco.
Los aplausos comenzaron como no podía ser de otra forma, para nuestros sanitarios de los servicios de sanidad pública que, pese a trabajar en unas condiciones ínfimas, de enfrentarse en inferioridad de condiciones a un enemigo invisible, día a día salían de sus casas a cuidar a nuestros enfermos.
Lo hacen con la incertidumbre de no saber en qué condiciones lo podrán llevar a cabo debido a la falta de personal, de camas, de equipos de protección.
Esos primeros aplausos fueron la más grande bala de cañón impactando en la línea de flotación del sistema neoliberal que aseguraba que la empresa privada gestiona mejor, fue la primera victoria de aquellas mareas blancas que ahora sabemos que tenían razón.
Pero el acoso al sistema neoliberal no cesa desde los balcones. Desde nuestras barandillas nos dimos cuenta de que no estamos en manos de economistas, de banqueros, de grandes pensadores.
Acabamos por reconocer que los esfuerzos y desvelos de los trabajadores que muchas veces nos son invisibles, son los que nos sustentan.
Pero solo hasta esta crisis, ahora ya los vemos. ¿Quién se fijaba en el reponedor o la cajera del súper? ¿Quién miraba al barrendero y sabía que su labor era esencial? ¿Cuántas veces miramos al camionero sabiendo que su carga alimentara a familias?
Cuando la gente se dio cuenta de que estamos en manos de los que muchas veces ignoraban, en el mejor de los casos, fue la segunda andanada de la clase obrera contra el neoliberalismo, pues sin los trabajadores el mundo se paraba y nos estamos dando cuenta tarde.
Los aplausos marcan una marcha de guerra contra un sistema que da sus últimos estertores, y que en una crisis brutal como la que estamos viviendo hace que algunos se quieran subir a ese carro imparable tomando para sí los aplausos centrándolo en todos los sanitarios de la publica y de la privada.
No tenemos que olvidar que es la sanidad privada a la que se le tuvo que decir que sus recursos quedan supeditados a las necesidades, cosa que es lo normal.
Pero tras lo cual desde la patronal de la sanidad privada comentaban que su facturación caía, y que se hacía evidente la necesidad de ayudas al sector, demostrando que la empresa privada gestiona mejor pero solo cuando tienen dinero público.
No dejo de reconocer desde aquí a todos esos médicos, celadores, enfermeros y enfermeras, limpiadoras y demás personal que trabajan en esas instituciones privadas, pues ellos también son clase trabajadora.
Los aplausos son también por los trabajadores de las residencias de ancianos, donde el virus es especialmente brutal, residencias que en su mayoría son gestionadas por empresas privadas que precarizan el trabajo de sus empleados eliminado personal, con salarios en muchos casos de miseria y con protecciones pírricas.
Por ellos, que cuidan a nuestros mayores y ven de frente los estragos de la concepción neoliberal de mercantilizar hasta nuestros últimos momentos, también salimos a los balcones.
Ocurre algo muy curioso con esto, quieren dar la vuelta a estas cuestiones lanzando las cifras de mayores fallecidos para tapar la gestión pésima de este modelo que solo ve cifras donde deberían existir cuidadanos.
A todos ellos, sanitarios, limpiadores, empleados de servicios de limpieza, reponedores, cajeras y a todos los que me dejo por el camino. Por vuestro esfuerzo y dedicación, vuestro sacrificio, que en muchos casos os hace perder la salud e incluso la vida protegiéndonos del virus.
A vosotros que estáis en el tajo para que todo esto funcione, a los que miráis cara a cara a este enemigo cruel y despiadado, a vosotros que sois el pilar fundamental de esta sociedad y que se os ha denostado, despreciado y agredido al reclamar vuestros derechos.
Hoy quiero reivindicaros como trabajadores esenciales de unos servicios públicos en los que no cabía el mercadeo, a todos vosotros deciros que no tendremos vidas suficientes para agradecéroslo como se merece.
Solidaridad transversal, sin ideologías
Sería completamente desaconsejable intentar convertir el aplauso de las 20:00, algo transversal y dignificante, en algo excluyente y polarizador.
Miguel Sanz Sanz razona los motivos del campo conservador para aplaudir.
Sin duda, una de las más emotivas que nos ha regalado esta crisis del coronavirus ha sido el puntual, fiel y entusiasta aplauso a los médicos, enfermeras y sanitarios que están dando el do de pecho en estas semanas.
Ellos están salvando vidas, atendiendo a los enfermos y, lo que a veces, se nos olvida y no es menos importante, dando aliento y ánimo a todas esas personas que se ven solas en una UCI o un hospital, debido a las dificultades para recibir la visita de un ser querido.
En muchas ocasiones lo han hecho desprovistos del material necesario para garantizar su seguridad como son las mascarillas, reciclando guantes y batas y arriesgándose a contagiarse. A esto se ha unido que la mayoría no han podido someterse a los necesarios test para saber si estaban contagiados.
El resultado ha sido que el 25% de los casos de coronavirus en nuestro país han recaído sobre sanitarios, de los que ocho han perdido tristemente la vida.
En este sentido, ese reconocimiento, ese homenaje, esa muestra de solidaridad que ha recorrido buen parte de los balcones españoles y que los sanitarios han agradecido expresamente no puede ser más necesario.
Se trata de algo que habla bien de nosotros como sociedad: el ser capaces de empatizar con los que más carga, riesgo y responsabilidad están llevando en esta situación de emergencia inesperada y que nos ha desbordado.
Estos aplausos son un reflejo de todos esos carteles puestos en tantos portales donde la gente joven se ofrece a hacer la compra o a pasear a las mascotas de los vecinos más mayores y más vulnerables a la pandemia.
Y de tantas personas que están ayudando a otros no sólo con las compras, sino también con una simple llamada que ayuda a paliar la soledad de los más de 4 millones de compatriotas que están viviendo sin ninguna compañía el confinamiento.
A través de anuncios, vídeos de WhatsApp o mensajes en las redes sociales hemos podido comprobar que, en ocasiones, este aplauso se ha hecho extensivo a otros sectores que también están cumpliendo con cometidos esenciales: cajeros de supermercado, fabricantes, transportistas, repartidores, agricultores, periodistas, vendedores de prensa o conserjes de fincas urbanas.
El Partido Popular, formación en la que estoy orgulloso de militar desde hace varios años ha solicitado, con buen juicio, que los médicos, enfermeras, auxiliares y todo las personas que componen el sector sanitario gocen de una remuneración extraordinaria mientras dure el estado de alarma, así como exenciones de cotizaciones y del pago de impuestos a todos los trabajadores de sectores declarados esenciales, miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y de las Fuerzas Armadas. Esto supondría una recompensa tangible a los héroes de esta pandemia.
Lo que no me ha parecido tan bien es que se hay aprovechado esta muestra de solidaridad transversal y que brota desde lo más profundo de lo humano, para hacer política y atacar al centro derecha, como supuesta ideología que ha tratado de privatizar la sanidad y que ha precarizado la misma.
Esta campaña partidista choca de frente con la realidad. En los años de Gobierno del Partido Popular coincidentes con la dura crisis económica, Mariano Rajoy tuvo como objetivo esencial salvar el Estado del Bienestar y los servicios públicos. A ello se empleó a fondo evitando el rescate de nuestro país en 2012, que, en caso de haberse producido, sí habría conllevado de forma inexorable un recorte de la partida sanitaria.
Desglosado por CCAA, vemos que entre 2008 y 2017, en Andalucía , Castilla La Mancha y Extremadura, regiones gobernadas por el PSOE, el gasto sanitario ha bajado respectivamente, un 5,4%, 3,5% y 3,5%, mientras que en Castilla y León, Galicia y Madrid, regiones gobernadas por el PP, se produjo un aumento del 20,2%, el 5,9% y el 13,4%, respectivamente.
Lo mismo ocurre en los desembolsos por habitante en materia de salud, que bajaron de promedio un 4,1% en las Comunidades Gobernadas por el PSOE, y crecieron un de media del 14,6% en las Comunidades gobernadas por el Partido Popular, según los datos del INE y del Ministerio de Hacienda, recogidos por Diego Sánchez de la Cruz para Libertad Digital.
Lo que más ha influido a la hora de agravar esta crisis y colapsar los servicios de urgencias durante varias semanas ha sido la falta de previsión, la demora en tomar las medidas, el permitir la celebración de espectáculos y manifestaciones masivas la primera semana marzo cuando ya había varios centenares de casos en España, así como la ausencia de acopio de material sanitario fundamental, desoyendo a la OMS.
Aunque dicho esto, no es el momento de dirimir responsabilidades aún. Eso tocará cuando la amenaza ya esté conjurada. Ahora hay que remar en la misma dirección y cooperar desde todas las Administraciones y niveles de Gobierno, así como desde la sociedad civil. Sin dar carta blanca al Gobierno ni permitirle que se extralimite en sus funciones, claro está.
Por tanto, no es momento para planificar movilizaciones callejeras en defensa de la Sanidad Pública ni para pedir dimisiones por el momento, tal como señalé aquí hace unos días.
En el caso de nuestro sistema de salud, goza del apoyo de la amplia mayoría de los españoles y cuenta también con el respaldo de la inmensa mayoría de las fuerzas de la Cámara. Sí es necesario buscar fórmulas que limiten la temporalidad de los sanitarios, especialmente enfermeras y de corregir casos de sueldos bajos en relación al trabajo desempeñado.
Pero esto no debe abordarse desde la agitación ni el sectarismo, sino desde la negociación, el estudio de los modelos de eficiencia y el trabajo riguroso en el que deberían colaborar todas las fuerzas políticas y los sectores implicados.
Sería completamente desaconsejable intentar convertir el aplauso de las 20:00, algo transversal y dignificante en algo excluyente y polarizador.