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¿Es el socialismo la mejor forma de Gobierno?

Tenemos entendido que una forma de Gobierno es la directiva rectora que se adopta para organizar el poder dentro de un Estado. La misma se decide en conformidad a la relación existente entre los mandantes y sus mandatarios, quienes definirán la estructura del poder político a través de un conjunto de normas que se recogerán en una Constitución.

Cabe destacar que esta relación se fórmula de distintas maneras, atendiendo la realidad de cada Estado y de acuerdo a la época y circunstancias naturales a los elementos de la nacionalidad de cada conglomerado social, que conocemos como países.

Las justificaciones para formular estos modelos políticos pueden variar, pero siempre tienen que ver con: la historia, los elementos de la nacionalidad, el territorio, la cultura, las crisis (sean estas de carácter social y/o económico), y cuando, más raro pero no imposible, al aparecer en los estamentos de gobierno un vacío de poder que siempre, sea cualquiera que fuere la circunstancia, se presenta como el brazo ejecutivo de una conciencia ideológica que ha sido previamente formulada.

>>Socialismo vs capitalismo: comparación entre Bolivia y Grecia<<

Los derechos individuales, proyectados en las libertades de los ciudadanos -que expresan su adhesión a través de sus votos-, van cargados de la esperanza de cristalizar sus anhelos personales, que según la perspectiva de cada uno, resolverá sus vidas.

Sea que el votante se encuentre arriba, al lado o debajo de la línea de vida aceptable, que desgraciadamente nos etiqueta a todos -económicamente hablando- como clase alta, clase media y clase baja, y otros tantos eufemismos que pretenden invisibilizar la existencia de clases y su constante lucha para subir en la escala a unos para impedir esa subida de otros.

Los principales detonantes para conseguir la cristalización de dichos anhelos, son la clase de servicios sociales: educación, salud, vivienda y trabajo, aspectos que se espera sean proveídas por el Estado o, desde otro punto de vista, sean objeto de la incorporación de lucrativos negocios, en donde el que no tiene los medios, jamás podrá acceder a ellos.

Las decisiones económicas siempre son frías e “inhumanas”. Se toman solo en función de los grandes capitales y de quienes los poseen. Restándole así importancia a la calidad humana de quienes los necesitan, siempre y cuando tengan cómo pagar por ello -caso contrario- no tiene el derecho de acceder a los mismos, es decir, el mercado oferta/demanda es el que regula la economía intranacional, por lo tanto el comercio externo también.

>>Humanidad o capitalismo<<

Frente a esta injusticia, que afrenta al ser humano en su propia naturaleza, surge el socialismo propugnando que la economía no debe responder a los vaivenes del mercado -que en definitiva son movidos por los dueños de los grandes capitales– dedicando, en cambio, los recursos naturales y estratégicos al servicio de las necesidades primordiales del conglomerado social.

Por ello, es fundamental que los actores principales de la economía sean de propiedad pública (estatal) y no privada (la banca y los sectores agrícolas, industriales, comercial importador/exportador). Siendo unas regentadas y las otras controladas por el Estado, para que exista una verdadera y racional aplicación democrática de la economía que conlleva, en sí misma, a una justa y equitativa distribución de la riqueza.

Los teóricos y defensores del acceso a los servicios sociales indispensables para cirstalizar el “buen vivir” y las libertades “autoreguladas” por el mercado, por lo general utilizan como caballo de batalla la libertad.

Es decir, los bienes o servicios que solventan las necesidades de cada uno están ahí, el que puede adquirirlas los tendrá y el que no tiene, deberá hacer grandes esfuerzos para poder llegar. Este concepto de falsa libertad se estrella con la realidad; puesto que, la verdad es que quien no tiene recursos es víctima permanente de la negación del acceso a los mismos.

Entonces, ¿de qué libertad están hablando? De aquella única que permite a los ricos ser más ricos, pues ellos tienen la libertad de decidir incluso hasta de la forma como los otros deben vivir, trabajar y administrar su tiempo.

Las libertades democráticas deben poder ser ejercidas por todos los ciudadanos, no solamente por algunos privilegiados sino que las libertades al trabajo, a la educación, a una vivienda digna, a salarios justos, etc. Deben ser de acceso universal.

>>Diccionario Político: Socialismo científico<<

Así, los medios de producción, la soberanía educativa, la libertad de trabajo, la soberanía alimentaria deben tener un fin común: estar al servicio de todos, y no ser meros vehículos de enriquecimiento para unos y de opresión para los más débiles, quienes entonces podrían tener un salario digno que les permita alcanzar las oportunidades para su desarrollo intelectual, académico y cultural, para que de esa manera romper con la infame ecuación: rico=titulado / pobre=analfabeto.

Entonces, nos quedamos parados ante la disyuntiva de optar por seguir viviendo en la libertad, que nos regalan en calidad de limosnas o favores, o aceptar dar el paso en dirección a la propuesta socialista, que nos permite alcanzar el buen vivir y la vida digna con acceso a servicios estatales de calidad.

Sistema en Latinoamérica

El socialismo en América Latina ha tenido muchos intentos, pocos han tenido éxito pues han sido mayores los ataques del poder económico, que tiene la capacidad de corromper autoridades, de comprar leyes, de sembrar traiciones y de atacar inmisericordemente a los líderes.

Sin embargo, el monstruo de las barras y las estrellas no ha podido, por más que ha querido empecinadamente a través de décadas, romper la Revolución Cubana.

A pesar de mantener un inhumano bloqueo económico y comercial, igualmente no lo ha logrado, aún con todos sus esfuerzos (incluso con presidente auspiciado y autonombrado), resquebrajar la férrea unidad del pueblo venezolano en su Revolución Bolivariana liderada por Hugo Chávez y continuada por Nicolás Maduro.

Tampoco han podido con el respaldo del heróico pueblo de Bolívar y la cohesión enorme de la ciudadanía ecuatoriana en torno a Correa y la Revolución Ciudadana.

Los ataques que, por ahora, han logrado incomodar a los ciudadanos de Brasil, Colombia y Ecuador a través, ya no derrocando presidentes o asesinándolos, sino por medio del Lawfare o la judicialización de la política, yendo en contra de los grandes líderes latinoaméricanos como Lula Da Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, Cristina Fernández en Argentina.

Instaurando regímenes títeres puestos de rodillas a cambio de migajas, con el traidor Moreno, el neonazi Bolsonaro o el inefable Duque en Colombia, Macri ya fue.

Pero estas instancias terminarán pronto, y lo único que han logrado es afianzar el sentimiento anhelante de una generación que vive por encontrar el mejor sistema de Gobierno, del cual ya tuvieron –en el caso de Ecuador- una prueba que duró diez años con resultados reconocidos por la Comunidad Internacional.

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