La cuarentena, instaurada en decenas de países alrededor del mundo como medida para contener la pandemia por COVID-19 declarada por la OMS, ha sido ágilmente instrumentalizada por los grandes empresarios y los gobiernos neoliberales, convirtiéndola en la oportunidad perfecta para deshacerse de las obligaciones laborales, en perjuicio de la mayoría social.
Una coyuntura para desmantelar la vigencia de los derechos laborales, transformando los paradigmas histórico-culturales de las relaciones de producción. Esto ocurre tras el velo mediático de la pandemia, sin la participación ni la consulta de los trabajadores, obviando los colectivos, creando condiciones que orillan al individualismo y condenando la solidaridad. Sálvese quien pueda que allí viene el virus. Ese es el guión.
Como en una aproximación transversal, que no pudo ser imaginada por Hollywood, la pandemia niveló a trabajadores de lugares tan disimiles entre sí como Nueva York –capital mundial de la especulación financiera-, con los trabajadores de economías destruidas como las de Honduras y Ecuador. Países donde la gestión de la pandemia sacó a flote, no solo los niveles de corrupción africanos enquistados en estas naciones, sino que puso de manifiesto la incompetencia de sus liderazgos de-facto, hasta para mentir.
En Nueva York, este 17 de abril de 2020, trabajadores de la salud, médicos y enfermeras, realizaron una de varias acciones de protesta, por la falta de pago por incapacidad médica, la falta de Equipo Personal de Protección, caretas, guantes y batas resistentes a fluidos. Demandaron se les suministre las esenciales mascarillas N95, en vez de las mascarillas de papel que actualmente se les provee. Así mismo, exigieron que las pruebas de COVID-19, sean gratuitas para el personal de primera línea de atención en los hospitales.
Que un trabajador de la salud deba pagar las pruebas para detectar el COVID-19, solo evidencia la avaricia de un sistema de salud donde sobrevive solo el que puede pagar. La privatización, la tercerización y las ganancias por encima de la vida de los pacientes, es el común denominador entre los trabajadores de la superpotencia y el tercer mundo.
>>Coronavirus: 13000$ por una hora de atención sanitaria en EEUU<<
Estas demandas de equipos de bioseguridad, respiradores, medicamentos y pruebas para la población y los trabajadores de la salud, son justamente iguales a las exigencias realizadas, hasta el agotamiento, por el Colegio Médico de Honduras y los sindicatos que afilian técnicos en salud, enfermeras, conductores y personal de higienización, a la administración de Juan Orlando Hernández (JOH).
Médicos y enfermeras han muerto desde Honduras hasta Nueva York, pasando por Italia, España, al contagiarse atendiendo pacientes, sin los equipos de protección adecuados. Honduras es el tercer mundo.
En Nueva York -la ciudad que nunca duerme-, la realidad muestra un amargo despertar de la pesadilla americana para la clase trabajadora. Lo que nos retrotrae a los Mártires de Chicago, y al hecho de que las luchas de la clase trabajadora siempre fueron invisibilizadas del relato oficial. El día del trabajo (labor Day), en Estados Unidos se celebra el primer lunes de septiembre, sin ningún vínculo con las reivindicaciones de Chicago.
En lo que va de la cuarentena ya son millones los trabajadores que, alrededor del mundo, han tenido que aceptar recortes en sus pagos, atrasos, suspensión temporal, o incluso el despido.
El impacto del COVID-19 en los ingresos de los trabajadores ha sido masivo y desigual, afectando en su mayoría a jóvenes que se inician en sus nichos laborales, y cuyas relaciones contractuales no les proveen de estabilidad, según resultados de un estudio realizado en los Estados Unidos y el Reino Unido, por investigadores europeos.
Retos de los trabajadores
La matriz que surge de esta nueva normalidad, que el capital está imponiendo a los trabajadores, siempre desde la visión del trabajo como mercancía, o una simple variable en la contabilidad de costos, tiene como subtexto la amenaza de que la mano de obra es sustituible por algoritmos, máquinas y principalmente por trabajadores sin conciencia de clase.
Los trabajadores han llevado los diferentes modos de producción del historicismo sobre sus hombros: como mano de obra esclava, como vasallos, como asalariados, como autónomos, como trabajadores a destajo…
Incluso la economía informal está entre los objetivos del decadente capitalismo, que busca resituar las transacciones de este sector marginado -entre otros objetivos-, eliminando el dinero físico, obligando al uso de monedas digitales que les permitirían cobrar intermediación a los vendedores y prestadores de servicios de la economía informal.
Beneficiándose ventajosamente del trabajo y las inversiones de los pequeños negociantes. Un segmento olvidado de las sociedades neoliberales, sin seguridad social, sin protección jurídica.
No hay que olvidar las lecciones que enseña la historia, los trabajadores del mundo tendrán que continuar reivindicando sus derechos como colectividad, exigiendo la vigencia del enfoque de derechos humanos en la administración de justicia laboral.
Igualmente tendrán que seguir reclamando equidad para las dimensiones de género, protegiendo a los adultos mayores, promoviendo la eliminación del trabajo infantil; gestionando agendas incluyentes de los derechos de las personas con habilidades especiales, a los de diferente origen étnico y a los que son de otra espiritualidad. Una nueva forma de organización social sin explotadores.