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La insistencia del PNV en convocar elecciones

Hace unos días, Iñigo Urkullu, lehendakari de Euskadi, hacía pública su intención de convocar para julio las elecciones que quedaron pendientes en abril por la aplicación del estado de alarma. Pedro Sánchez se apresuró a responder con una negativa a la propuesta del lehendakari vasco.

Cuando Urkullu recibió el no de Sánchez, no tenía con qué negociar. Ahora en cambio, Sánchez necesita el apoyo de las formaciones políticas para aprobar una nueva prórroga del estado de alarma. Algo que en un primer momento  parece que puede peligrar. Ahora Urkullu sí tiene con qué negociar.

El oasis dentro del caos

En estas semanas de estado de alarma, el PNV ha tenido discrepancias políticas con el PSOE. Principalmente, los jeltzales han recriminado a Sánchez la unilateralidad a la hora de tomar medidas. La falta de comunicación, o la comunicación tardía y el bloqueo de competencias han sido otra de las principales críticas recibidas.

El PNV siempre ha vivido en un oasis, en una realidad ilusoria construida a base de repetir una y mil veces la misma mentira: “todo está bien“. Hay que reconocer, que dependiendo del punto de vista con el que se mire, no es del todo falso.

¿Que se derrumba el vertedero de Zaldibar, lapidando a dos trabajadores porque la empresa contratada no cumplía las medidas de seguridad obligatorias en el tratamiento de productos peligrosos?

No pasa nada, todo va bien… Todo iba tan bien para el PNV que Iñigo Urkullu se dio el “capricho” de saltarse la prohibición que impide que los poderes públicos realicen cualquier acto de inauguración de obras y servicios públicos, por la convocatoria de elecciones.

>>El PNV plantea el escenario de un adelanto electoral<<

Urkullu, acompañado de Arantxa Tapia, consejera de desarrollo Económico e Infraestructuras, y de Antonio Aiz, viceconsejero de Transportes, viajaron en el tranvía de Vitoria-Gasteiz sin participar en ningún acto etiquetado oficialmente como protocolario. Así, pudieron inaugurar las nuevas líneas del tranvía (viajar en el tranvía, salir en la tele…), sin inaugurar el tranvía (sin etiquetarlo como un acto oficial).

De la misma manera lo hizo también en el Caso de Miguel, dejando que recayera todo en una persona para ponerle cara a la corrupción, o mejor dicho, quitarle sus siglas. ¿O acaso, alguien cree que el “fontanero” del PNV no sigue en las sombras?

Haya recortes, estén involucrados en casos de corrupcion o gestionen mal las situaciones que se les presentan (Zaldibar, Covid-19), el PNV siempre consigue mostrar ese oasis dentro del caos y de la mala gestión.

El PNV (ahora) es defensor del derecho a voto

Esta vez no sera diferente, el PNV como buen jugador político que es, utilizará la necesidad de apoyos políticos que el Ejecutivo tiene para conseguir lo que quiere: un 125 aniversario épico. Quiere convocar las elecciones en julio, para celebrar el 31 de julio su victoria por todo lo alto. Esta es la razón oficial, aunque posiblemente no la principal.

Aunque la formación liderada por Urkullu alude a que la suspensión de elecciones es una anomalía democrática, política e institucional, cabría preguntar si esa afirmación tiene relación con el deseo del PNV de asegurarse el gobierno antes de la crisis social.

El PNV también recalca que el voto es un derecho fundamental de la ciudadanía y que hay que garantizar su ejercicio. Es una pena que no se acordara de ese derecho fundamental cuando ilegalizaron a la izquierda abertzale política dejando a decenas de miles de personas sin derecho al voto.

Refuerza su propuesta incidiendo en que votar en julio posibilitaría la formación de gobierno en agosto, lo que a su vez conseguiría que a partir del 1 de septiembre, el Gobierno pudiera tomar medidas para la reconstrucción económica y social. La clase trabajadora vasca no tendrá mucha prisa en la aplicación de las medidas dictadas por la Patronal vasca.

De todos es conocida la relación platónica entre la burguesía y la patronal vasca. Este año ha dejado claros ejemplos de ello, como cuando en enero Urkullu pidió a los sindicatos que consideraran la huelga general por “desproporcionada“. Habiéndose negado anteriormente a reunirse con los convocantes de la  para que le explicaran los motivos de la misma.

El PNV el rey del baile

Lo que realmente le pasa el PNV es que conoce a la perfección el funcionamiento del juego político. Sabe que cuanto antes se celebren las elecciones más fácil construir la imagen que haga “olvidar” las malas gestiones y las peores decisiones tomadas, consiguiendo de ese escenario los votos suficientes para no perder la hegemonía política.

>>Disputa por la hegemonía electoral entre PNV y la izquierda abertzale<<

El PNV quiere que empiece “la fiesta a la democracia“. Necesita empezar a enseñar su sonrisa y pedir el voto, haciendo promesas que no puede cumplir (cuando llega el momento de cumplirlas, acaba escudándose en que las competencias pertenecen al Estado). Un “quiero, pero no me dejan“. Porque la formación jeltzale, siempre encuentra la manera de lavarse las manos.

Las prisas que tienen hoy, no son de ahora. Cuando en febrero sucedió el derrumbe del vertedero, Urkullu metió la cabeza bajo tierra como un avestruz. Cuando las críticas y exigencias de la sociedad y la oposición por su silencio se hicieron insostenibles, ofreció una rueda de prensa en la que anunció un adelanto electoral. Paró la legislatura sin haber cumplido su programa de Gobierno, en plena crisis medioambiental que gestionar. Tomó una decisión que debería haber sido excepcional, por puro interés partidista.

Igual que ahora, apoyará o no la prórroga del estado de alarma, dependiendo en gran medida de la decisión que Sánchez tome en relación a la celebración, o no, de las elecciones en julio. Siguiendo las previsiones del Gobierno español, todo apunta a que el calendario de desescalada marcado va a permitir la celebración de los comicios electorales en julio.

Por lo que al PNV lo único que le queda es acabar de lavarse las manos, sacar su mejor sonrisa y dirigirse con sus mejores galas a vender en la televisión pública las promesas incumplidas desde hace cuatro años. Cruzar los dedos y desear con todas sus fuerzas volver a ser ellos los que ganan la corona de rey del baile de “la fiesta de la democracia“, y no volver a tener que ganársela hasta cuatro años después.

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