El desencanto en sectores de la izquierda, producto de la creciente consciencia de que vivimos un gran desastre social y civilizatorio, recuerda al Fantasma del Manifiesto cuando se afirma que “todo lo que era sólido y estable es destruido; todo lo que era sagrado es profanado y los hombres se ven forzados a considerar sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas con desilusión”.
La deslocalización industrial promovida por la globalización neoliberal y el creciente ejército de millones de desempleados provocada por la actual crisis económica-sanitaria, hoy más que nunca nos llama a recordar lo de “Proletarios de Todos los Países uníos“. El sujeto histórico que debe llevar a cabo las transformaciones revolucionarias, la clase obrera, no se ha extinguido.
>>¿Qué ha sido de la clase obrera? Reflexiones de un 1 de Mayo atípico<<
Eso sí, las fuerzas progresistas e izquierdistas tienen que situarse para hacer retroceder al impulso ultra-derechista y neofascista. Los nubarrones se concentran mientras las líneas del enfrentamiento están siendo trazadas. En juego está la batalla para el mundo post-pandémico bajo el contexto de la gran recesión que estamos viviendo.
El FMI preveía una crisis económica mundial para el 2021-2022, que se aceleró con la llegada del COVID-19. La caída de los precios del petróleo es un llamado de atención sobre la posibilidad de que la crisis económica, que se encuentra en curso, se agudice y afecte con más fuerza a países dependientes económicamente de las potencias imperialistas.
Resulta evidente que, aunque el COVID-19 se ensaña con el organismo del ser humano, son las diferentes patologías que se arrastran las que aumentan y agravan la salud del infectado.
De igual forma, la complejidad de la crisis capitalista, producto del uso fiduciario de un dólar y la emisión incontrolada de deuda, por los grandes bancos de la City y de Wall Street, se ve exacerbada en el descalabro que significa la recesión económica derivada de la hibernación general como estrategia para combatir la expansión de la pandemia.
El análisis predominante de la crisis contemporánea en las grandes agencias internacionales multinacionales sigue orientado a preservar al sistema capitalista y a rescatar a los grandes capitales. No obstante, no podemos perder de vista la contradicción a lo interno del capitalismo entre la visión que mantiene los criterios de la globalización como un fenómeno de alcance mundial, sin alternativas e inevitable y la visión nacionalista, sustentada en Hacer a EEUU Fuerte Otra Vez.
Desde esta última posición, el trumpismo intenta movilizar a sectores de la población norteamericana mediante un discurso nacionalista extremista, racista, xenófobo, antiinmigrante y supuestamente patriótico. Su prédica hace caudal del malestar social producto de la crisis, con un discurso neofascista de exaltación de un falso nacionalismo y de odio al inmigrante.
En el contexto de esta confrontación se explica la controversia doméstica entre Trump y Bill Gates (aliado y socio de George Soros) en tanto que Gates no solamente se ha puesto del lado de la OMS, sino que también mantiene inmejorables relaciones con el gobierno chino, en momentos en que la guerra fría entre Washington y Pekín se está calentando (no precisamente producto del cambio climático), y ha trascendido hasta la industria farmacológica. El posible lanzamiento de una vacuna china antes que estadounidense trastocaría la geo-estrategia global.
La OMS publicó el 11 de abril de 2020 el listado de posibles vacunas, en la que aparecen alrededor de setenta (70) vacunas en desarrollo, encabezadas por la empresa china CanSino Biologics Inc. y dos empresas biotecnológicas de EEUU: Moderna Inc. e Inovio Pharmaceuticals Inc. (financiada por Bill Gates).
Para 2019, entre las principales empresas farmacéuticas globales encontramos dos empresas chinas: China Resources, y Sinopharm , tres norteamericasas: Johnson & Johnson, Pfizer y Merck (octavo lugar), una alemana: Bayer, una francesa: Sanofi, una británica: GlaxoSmithKline (décimo lugar) y una suiza: Roche.
El Grupo Bayer merece mención aparte, en tanto que en el segundo semestre de 2018 compró la multinacional estadounidense Monsanto por $ 66 000 millones, convirtiéndose en uno de los principales dueños mundiales de la producción alimentaria.
De esa forma, mientras más de 2 500 millones de personas se ven privadas del derecho a la salud y los alimentos, Bayer domina el sector farmacéutico con millonarias ganancias, y Monsanto controla el 41% de la producción de semillas y el 90% de las semillas transgénicas.
Bayer, en el primer trimestre de 2020, tuvo una ganancia de más del 20%. Lo que equivale a unos 1 500 millones de euros, entre otras cosas, motivada por la demanda de sus productos para paliar los efectos del COVID-19.
Finalmente se puede señalar que para recuperar el equilibrio financiero de la economía, es indispensable abandonar lúcidamente el uso del dólar como moneda de referencia internacional. Una alternativa al abandono consensuado del dólar podría ser la opción anglosajona predilecta: guerra.
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