España está caminando hacia la “nueva normalidad” una vez que el impacto del COVID-19 ha disminuido de manera sostenida durante las últimas semanas. Ese periodo de tiempo ha visto cómo el gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y de Unidas Podemos (UP), ha maniobrado sosteniendo un escudo social que ha permitido hacer frente a la crisis sin llevar a cabo recortes sociales.
La oposición ha tomado una posición directa, que es objeto de esta nueva entrega de Debate o Dogma. Miquel de Toro, redactor de la Sección España, y Miguel Sanz Sanz, dirigente de las Nuevas Generaciones del PP, y colaborador de elestado.net, expondrán sus argumentos. El primero defenderá que las derechas no han obrado de manera acertada, mientras que el segundo sostendrá que han actuado bien.
Debate o Dogma: ¿es acertada la actuación de la derecha española durante la pandemia?
Miquel de Toro considera que no ha sido acertada
Mientras en Alemania la pandemia se está combatiendo con la denominada “lealtad institucional”, en España esa lealtad está brillando por su ausencia, y eso está dificultando que se facilite la vuelta a la normalidad y que la pandemia afecte, en la menor medida posible, la futura recuperación del país.
Desde hace meses, en realidad desde el nacimiento del gobierno de coalición, el Partido Popular (PP) de Pablo Casado se ha convertido, probablemente, en la mayor vergüenza de la clase política europea, en lo que se refiere a su actuación política, especialmente desde el comienzo de la pandemia.
Evidentemente, es legítimo que el partido de la oposición intente hacer caer un gobierno y reemplazarlo. Pero la actuación de los populares está, en todo momento, centrado en la crispación, la mentira y, en muchos casos, el ataque personal gratuito e infundado.
Es cierto que el gobierno se ha equivocado. Ciertamente, la lista de errores de los diferentes gobiernos europeos es larga, aunque nadie sabía cómo había que reaccionar. Pero todos los gobiernos del mundo han adoptado las medidas que han creído más adecuadas para afrontar una crisis que, por mucho que diga Casado que ellos lo hubiesen hecho mejor, ninguno sabíamos cómo afrontar.
Además, los populares, con Casado y Álvarez de Toledo al frente de su ejército infamante, no han sido capaces de presentar ningún tipo de propuesta positiva. Su “poción mágica” para solventar el problema es sencillo: la dimisión del gobierno de Pedro Sánchez. Parece que eso acabaría con la crisis. Y, en el peor de los casos, ni siquiera han sido capaces de presentar los documentos científicos que testimonien, de verdad, que el gobierno se ha equivocado en sus planteamientos, y que esgrimen constantemente en la tribuna pública.
Sus planteamientos se han centrado, únicamente, en la mera descalificación de la acción del gobierno, de un gobierno que tiene la confianza de los votantes, y que se enfrenta a una situación sin parangón. Se trata de la crítica por la crítica, porque sí, sin plantear alternativas, sin presentar soluciones, por la mera búsqueda de dificultar la acción del gobierno.
Otro ejemplo de insolidaridad de la oposición política es la negativa del PP a participar en los pactos de reconstrucción económico-social del país tras la crisis. También en este caso el planteamiento de Casado y de los suyos se basa en el concepto: “si no es como yo digo/quiero, no juego”.
Es decir, la política del patio del colegio. El problema es que el “juego”, en este caso, es la salud y el bienestar de los ciudadanos y el futuro económico de la sociedad española. Sabíamos ya de antes que ambos elementos siempre han interesado muy poco a los líderes del PP.
Recordemos las palabras del exministro Montoro, en 2010: “que caiga España que ya la levantaremos nosotros”. Casado vuelve a demostrar, una vez más, que prefiere que caiga España antes de entenderse con el gobierno. Ya la “levantarán” ellos, aunque siempre será a su manera, en beneficio de los de siempre, en detrimento de los de siempre.
Mientras en otros países de nuestro entorno, como en Portugal, la excepcionalidad de la pandemia ha creado treguas en los conflictos políticos, en nuestro país lo que se exhibe es una absoluta crispación en la gestión de la crisis. Esas treguas se han basado en el diálogo entre las diferentes fuerzas políticas, un diálogo que parece imposible con el PP.
En Portugal, que deberíamos seguir como ejemplo, el gobierno se dedica a gobernar en constante comunicación con todos los agentes políticos y sociales (partidos políticos, sindicatos, organizaciones empresariales, etc.).
En España, Pedro Sánchez ha mantenido reuniones periódicas con casi todos los agentes sociales, mientras el PP sólo se ha centrado en el ataque destructivo a la acción de gobierno. Esta postura se enfrenta a la opinión de la mayoría de la sociedad: según algunas encuestas, el 90% de los españoles cree que la oposición debería apoyar la acción de gobierno, sobre todo en relación a los necesarios pactos de reconstrucción post-pandemia, y dejar las críticas electoralistas para más adelante, cuando se estabilice la situación.
Mientras en Alemania la pandemia se está combatiendo con la denominada “lealtad institucional”, en España esa lealtad está brillando por su ausencia, y eso está dificultando que se facilite la vuelta a la normalidad y que la pandemia afecte, en la menor medida posible, la futura recuperación del país.
Esta situación está viéndose reflejada en la prensa internacional de renombre, y nada sospechosa de “izquierdista”. Financial Times, BBC News o The Economist, han criticado abiertamente la postura de la oposición española ante la crisis del coronavirus, y sus planteamientos guerracivilistas.
Esta prensa también destaca las diferencias en otros países europeos de nuestro entorno, enfatizando la diferencia de la situación española y otros países. Mientras se alaba la gestión en Portugal, se critica la postura de Casado. The Economist llegó a apuntar que “la política más desagradable ha vuelto a España”.
El Financial Times señaló que, a diferencia de otros países, en España no ha habido unidad, y señalaba que “la política de confrontación ha regresado con venganza”; además, apuntaba que la oposición conservadora se estaba comportando de forma totalmente “oportunista”.
La política de Casado y del PP, hasta ahora, se ha basado en el mero postureo, como sus apariciones públicas (en Mercamadrid, IFEMA, etc.), que sólo sirven para hacerse la foto de rigor y hacer declaraciones sobre la nefasta gestión de la pandemia que está realizando el gobierno de Sánchez, y proponer, por ejemplo, poner en marcha medidas que… ¡ya estaban en marcha desde hacía más de cuarenta días! Un auténtico ridículo.
El “matonismo” de la derecha española ante la gestión del gobierno del PSOE de la pandemia, contrasta con el papel más bien prudente de la oposición política en el resto de Europa. Casado parece no haber entendido que ahora es tiempo de lealtad institucional, de mostrar que realmente es un estadista, y no un mero fanfarrón de barrio, como su “colega” Abascal. Porque los partidos políticos más “patrióticos” están demostrando su total indiferencia ante el destino del país y de la ciudadanía.
La postura del PP se basa en que cualquier acercamiento de apoyo a las medidas del PSOE restaría posibilidades a la consideración de los populares como una “alternativa” a los socialistas y, sobre todo, a VOX. Casado debe hacer frente a Abascal, que en algunos aspectos le está marcando el terreno de la crispación en sus declaraciones. El PP no ha dudado en entrar al trapo en el juego de acusar al gobierno de Sánchez de todos los males posibles: mentir, ocultar las cifras de muertos, el drama de las residencias, etc.
Las encuestas reflejan que la mayoría de la ciudadanía rechaza la dura confrontación política en estos momentos; que no es momento para una “guerra política”. De hecho, esa mayoría de encuestados se muestra favorable a grandes acuerdos de estado, una vez superada la pandemia. Tal vez sería necesario que Casado y sus secuaces se replanteasen sus posiciones. Tal vez debería plantearse la necesidad de evitar el dilema de crispación política, y volver a la “lealtad institucional”.
Miguel Sanz Sanz piensa que sí ha sido acertada
El líder del PP nacional, Pablo Casado, ha prestado apoyo al Gobierno en las 3 primeras declaraciones del estado de alarma. Durante este tiempo, lejos de informarle de la situación, Pedro Sánchez ha despreciado a Casado, quien asombrosamente se tenía que enterar de sus planes por la prensa.
A la hora de analizar la actuación de la derecha en la mayor crisis sanitaria de la historia de la democracia española vamos a diferenciar, en primer lugar dos niveles. Por un lado, el papel de los gobierno del centro derecha institucional presididos por el Partido Popular en varias Comunidades Autónomas y capitales de provincia, y por otro la oposición del PP a nivel nacional al Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos presidido por Pedro Sánchez.
En la Comunidad de Madrid, el Gobierno de coalición del Partido Popular y Ciudadanos presidido por Isabel Díaz Ayuso ha hecho un gran trabajo. Actuó como avanzadilla de lo que llevó a cabo posteriormente el Gobierno central al decretar el cierre de colegios y universidades el día 9 de marzo, una semana antes de que comenzara a funcionar el estado de alarma.
Asimismo, estableció el cierre de todos los bares y comercios el día 13 de marzo, antes de que estuviese declarado el estado de alarma. Sin olvidarnos de que ya el 28 de febrero se cerraron los centros de mayores y se pidió al Gobierno central desde el día 2 de marzo medidas para frenar al coronavirus, que fueron desatendidas. Posteriormente, ante la situación de colapso en los hospitales madrileños, se construyó en colaboración con el Ministerio de Defensa el hospital de campaña en IFEMA, que pudo atender hasta el 1 de mayo a mayo a más de 4.000 pacientes.
Po su parte el Ayuntamiento de Madrid, con menos competencias de gestión, pero con un peso simbólico muy relevante por tratarse de la capital de España, ha dado un ejemplo de responsabilidad, colaboración y altura de miras verdaderamente reseñable al lograr el alcalde, José Luis Martínez Almeida, un acuerdo de todas las formaciones políticas con representación en el consistorio para la reconstrucción económica de la ciudad.
El tono que se ha empleado en los plenos del Ayuntamiento, el carácter conciliador de su alcalde y sus comentarios constructivos han contrastado con el engreimiento del Presidente del Gobierno Pedro Sánchez y su consiguiente dificultad para establecer acuerdos sólidos.
Otra región como Castilla y León, con acuerdo de coalición PP -Cs, también ha destacado por su talante sosegado y la prudencia a la hora de abordar esta crisis sanitaria sin precedentes. El Presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, el líder socialista Luis Tudanca y Francisco Igea, por parte de Cs, fueron los primeros en firmar un acuerdo para la reconstrucción del tejido económico tras la pandemia.
El veterano periodista Abel Hernández, conocedor de todos les secretos de la Transición afirmaba en La Razón que España debía mirarse en el espejo de Castilla, “tierra de señores, donde nadie es más que nadie. Y eso se aplica también a los políticos. Lo que está matando a la política nacional es el sectarismo, las exclusiones, esa estupidez de la superioridad moral”.
Galicia, gobernada por mayoría absoluta por Alberto Núñez Feijóo ha destacado por la rapidez a la hora de hacer test PCR, consiguiendo de esta manera aislar a los contagiados y detener el avance de la enfermedad. En un solo día, el 20 de abril, se realizaron 3924 pruebas. Mientras Andalucía, también gobernada por un acuerdo entre el Partido Popular y Ciudadanos, ha gestionado la pandemia reaccionando rápido desde el primer momento, siendo capaz de fabricar sus propios respiradores, de fabricar sus propias pruebas PCR para detectar los casos positivos de coronavirus, y de crear un prototipo de detección del virus sobre superficies, poniendo de relieve lo fructífera que resulta la colaboración público- privada en el campo de la investigación y la innovación.
Sin duda se habrán cometido errores. Algunas cosas se podrían haber hecho mejor, pero creo que el centro derecha, allí donde tiene responsabilidades de Gobierno ha dado la talla. Esto se ve más claramente al contrastar su actuación con la del Gobierno de coalición al frente de España a través del mando único sanitario, en base al decreto de estado de alarma. Su lentitud, sus improvisaciones, sus cambios de criterio han caracterizado su actuación.
Al margen del grave error que fue permitir la manifestación del 8 de marzo, así como los partidos de fútbol y mítines de ese día, cuando ya existían en esa fecha más de 400 contagiados y 5 fallecidos, el Ejecutivo se ha visto desbordado en la gestión a la hora de poder organizar el sistema sanitario a través del mando único, de comprar material sanitario en el exterior.
El líder del PP nacional, Pablo Casado, ha prestado apoyo al Gobierno en las 3 primeras declaraciones del estado de alarma, que suponía el confinamiento de la población para evitar la propagación masiva de los contagios. Durante este tiempo, lejos de informarle de la situación, Pedro Sánchez ha despreciado a Casado, quien asombrosamente se tenía que enterar de sus planes por la prensa.
El hecho de que no se sentase a negociar con él, y que no buscase un acuerdo amplio para hacer frente a esta situación de emergencia, propició que Casado dejase de apoyar sus declaraciones de estado de alarma. Quizá ahí a pesar de la actitud desdeñable de Sánchez, la abstención habría sido lo más correcto.
Este hecho habría diferenciado al PP de Vox, que sí creo que ha actuado con irresponsabilidad en el Parlamento y fuera del mismo, haciendo declaraciones hiperbólicas y utilizando términos desmedidos. Por supuesto que habrá que dirimir las responsabilidades del Gobierno, pero hasta que se acabe de controlar la pandemia, hay que mantener ciertas formas.
Unas formas completamente alejadas de lo institucional y coadyuvantes al incremento de la polarización política son las que ha practicado Unidas Podemos (UP), a la que hoy mismo hemos visto reventar la Comisión de Reconstrucción económica del Congreso tildando a Vox de “golpistas”.
Así no se puede llegar a un acuerdo amplio para la reconstrucción. Pedro Sánchez tendrá que valorar si quiere seguir teniendo de vicepresidente a quien juega a ser oposición desde el Gobierno, y actúa como caballo de troya dentro del mismo frente a la derecha.