En la versión occidental del mundo los históricos modelos socio-económicos de explotación imponen que cada género tiene su rol. La fuerza de trabajo del hombre es externa y la mujer se encarga de los elementos imprescindibles para la vida, para que la fuerza de trabajo y su constante reproducción existan.
Lo que oculta es que el trabajo de la mujeres ha sido y es considerado no-trabajo, por lo que no merece remuneración y, por tanto, es una obligación.
Doble explotación
Ahora el capitalismo entendió que puede explotar el doble a las mujeres y tener mayor rentabilidad. Un trabajo imprescindible para sostener el metabolismo de la economía que comprende la alimentación, aseo y crianza. Es decir, los cuidados, a los cuales se le quita valor material y simbólico. Para la racionalidad capitalista el trabajo está sexualmente dividido y establece a los cuidados como una responsabilidad femenina.
Los empleos no formales
Como para el capitalismo no todo trabajo es empleo, para los llamados empleos no formales -en los que se encuentran los cuidados- de acuerdo a la cada legislación nacional, las pensiones variarán de peores a nulas.
Una mujer que se dedicó toda la vida al trabajo del cuidado, no contará con una pensión en la mayoría de los países. Y la verdad es que una mujer realmente nunca se jubila. Estudios de la Cooperativa Desbordadas en Chile demuestran que las mujeres después de los setenta años llegan a trabajar hasta cuarenta horas semanales.
Mismas oportunidades, peores condiciones
En la lógica impuesta por el metabolismo del capital aunque las mujeres estén frente a las mismas oportunidades los hombres siguen teniendo mejores condiciones.
Las mujeres deben decidir casarse o no, tener hijos e hijas o no, si estas situaciones frustrarán o dificultarán su carrera en los cien metros planos del capitalismo. Cosa que jamás cruza por la mente de un hombre, porque eso no afecta contundentemente su desarrollo profesional y económico.
Quedar embarazada puede ser una razón de despido. El tiempo de postparto y lactancia son en la mayoría de los casos insuficientes, porque la maternidad requiere un tiempo más que prolongado. Para los hombres, el tiempo para ejercer la paternidad y atender las responsabilidades que derivan de ella, siempre es menor y en otros casos inexistente. Para las mujeres el tiempo no es lo que sobra.
El falso discurso de la liberación femenina
Por eso al capitalismo hoy le interesa acortar la desigualdad entre hombre y mujeres, para poder explotar y sobreexplotar mejor. La igualdad se mimetiza con el falso discurso de la liberación femenina, que lo único que implica es doble jornadas de trabajo.
Por más liberación que haya, en cualquier caso, siempre habrá una mujer cumpliendo la labor de cuidado. Porque aquella que tenga suficiente acceso económico para pagar y liberarse, lo hará a través de otra mujer que cobrará por ese trabajo y que luego deberá hacerlo en su hogar sin paga.
Si las oportunidades las pintan calvas y el tiempo es dinero, para las mujeres no hay ni oportunidades ni tiempo liberado que contenga la doble explotación.