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La danza andina (I): un mecanismo de resistencia

Es importante entender que existen las experiencias y por tanto un mundo de fuentes ricas como la historia oral, que dan cuenta del reconocimiento de muchas voces que estuvieron subordinadas y que salen a la luz para mostrar otra posibilidad en la historia y muchas veces de los sectores marginados.

Además de tener a la población indígena andina, existen los afroandinos, los cuales también son parte evidente de lo que hoy conocemos en el mundo andino. Su aporte a la construcción de la cultura es innegable y no debemos pasar por alto que es de los que muy poco se sabe.

En este texto retomaremos la historia desde la oralidad pero, no de manera tradicional, pues al final se generará un diálogo mucho más fluido y el punto clave dentro de esta entrevista no fue sólo la danza sino la manera en que una joven de padres y hermanos peruanos haya nacido en México y este inmersa en la danza andina.

¿Cómo es que se encuentran territorialmente fuera del mundo andino? La explicación fue muy simple, los paramilitares hicieron que muchas familias en específico de Perú salieran desplazadas y migraran a otras partes del mundo lejos de su país de origen, pues la entrada de “sendero luminoso”, el terrorismo infundado y las múltiples explosiones cerca creaban un clima de desolación y miedo.

Tenemos un área andina manchada por sangre de personas que buscaban bienestar colectivo, y que recibieron una bocanada de capitalismo que arrasó con muchas vidas, y que aún así el sujeto andino las mantiene vivas en sus memorias como parte de esa historia que debe ser evidenciada.

La historia parece que está llena del protagonismo euro-centrista desde tiempos inmemorables, y con ello basta retroceder en tiempos de la colonia cuando los “civilizados” entraron con armas en mano a sitios donde no pertenecían, y los “salvajes” los recibieron de manera pacífica y desconcertada.

Por otro lado, debemos entender que el contexto traía ideas occidentales muy centradas en los grandes hallazgos del “hombre blanco”, a pesar de que fue una conquista forzada. La llegada y el intercambio que se dio entre las distintas culturas fue, de manera implacable, un choque cultural.

A su vez, todo ello dio cabida a muchas formas de resistencia tanto de la población negra traída como esclava, así como de la indígena que resistió por medio de múltiples tradiciones; y una de ellas fue la danza que hoy en día sigue existiendo, y es tomada con mucha seriedad por los que conforman el territorio andino y que hoy en día siguen vigentes.

Desafortunadamente existe el problema que siempre nos acecha, y es el capitalismo que mercantiliza la cultura para venderla al mejor precio. De dicho contexto la danza andina no se ha logrado salvar pues, como ejemplo, tenemos el día de la Independencia de Perú, el cual cobra vida con múltiples bailarines pero que se ha llevado al punto de vista más turístico dentro de Perú.

Existen tres regiones en términos de danzas para el caso peruano: la de la Costa, la Sierra y la Amazonia. La primera se destaca por su gran influencia negra, existen dos variantes; una en la cual es mucho más austera en términos de indumentaria.

Recordemos que fue hecha por los esclavos africanos, por tanto, la ropa era lo que menos demandaba importancia y se bailaba descalzos. Este tipo de danzas fueron hechas como una manera de aliviar las penas, como una salida de la realidad a la que estaban sometidos generando un constructo de resistencia.

En estas danzas se mofaban de los españoles, o se quejaban de los trabajos forzados, una de las más populares recibe el nombre de “Festejo” (eran en su mayoría hechas por la servidumbre), así como unas mucho más personalizadas como “la lavandera” y “el jolgorio”.

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