PSOE y PP: maquilladores de la monarquía
Una reciente encuesta realizada por diversos medios de comunicación, muestra que la realidad social no le favorece a la monarquía. Sin embargo los partidos del Régimen del 78 insisten en sostenerla.
De un tiempo a esta parte, la monarquía española se ha convertido en una institución sometida a una constante serie de escándalos relacionados muchos de ellos con el rey “emérito”, y algunos otros miembros de la familia, que se han visto salpicados por esos escándalos.
Pero no son sólo los trapicheos económicos del “emérito” los que están perjudicando a la institución monárquica. Recientemente, la nula reacción de la casa real ante las expresiones fascistas, pidiendo el fusilamiento de una parte de la población (Ruido de sables. Olor de naftalina y sangre), de algunos militares en un chat ha demostrado que la institución no está a la altura de las circunstancias.
Felipe VI ha mantenido un obtuso silencio sobre los repetidos escándalos que implican a la casa real, no sólo los de su padre, que van salpicando, de forma constante en los últimos meses, a la institución. Ese constante silencio ha hecho que la situación vaya empeorando paulatinamente.
En este sentido, muchos suponían que el discurso de Navidad de 2020 sería el aldabonazo definitivo a la figura del “emérito”, que el “preparado” se desmarcaría de esos chats fascistas y que intentaría llevar a cabo una limpieza de la institución (El discurso del rey: un discurso de oportunidades perdidas).
Sin embargo, lejos de eso, el discurso decepcionó a todos, excepto a los auténticos “creyentes”, a la derecha extrema del PP y a la extrema derecha de VOX, además de los palmeros del PSOE: algunas referencias vacías, algunos comentarios sin contenido, alguna referencia desinflada. En su discurso de Navidad, Felipe VI señaló que “los principios éticos y morales deben estar por encima de consideraciones familiares”, algo que resulta bastante dudoso en el caso de la familia real.
Las sombras sobre las finanzas del “emérito” y su huida en agosto han hecho que el “preparado” busque distanciarse de su padre (El “emérito”: agazapado en los Emiratos Árabes).
A pesar de todo, la prensa conservadora y ultraconservadora ha llevado a cabo, en diciembre, una intensa campaña de blanqueamiento de los escándalos reales. Por ejemplo, diferentes medios anunciaron los resultados de unas encuestas realizadas para intentar demostrar que la sociedad española acepta, mayoritariamente, a la monarquía, encuestas que son, en el mejor de los casos, de dudosa fiabilidad.
En ellas, han intentado demostrar que, aunque el “emérito” no ha sido excesivamente honrado, la figura del “preparado” está completamente libre de pecado. También se empeña en resaltar que la sociedad española prefiere la monarquía a la república.
Si eso es así, realmente, ¿por qué no preguntar a la ciudadanía, pero de verdad? ¿Por qué no se hace un referéndum sobre la forma de estado quiere la sociedad? ¿Por qué el CIS no plantea la cuestión sobre la aprobación de la monarquía o el rechazo a la misma? (¿Monarquía o república? La importancia de preguntar a la ciudadanía).
El debate sobre la renovación de la monarquía se produce en uno de los momentos más difíciles para la institución.
Ya en 2014, el “preparado” señaló que buscaría una profunda renovación de la monarquía, preparándola para un tiempo nuevo; que la corona debía tener una conducta íntegra, honesta y transparente; que debían guardar y hacer guardar las leyes y la Constitución.
Sin embargo, la renovación de la institución ha quedado relegada a un segundo plano, o directamente ha sido olvidada: la conducta íntegra, honesta y transparente ha brillado por su ausencia, y ha seguido en vigor la misma absoluta falta de transparencia de antes; las leyes se las ha saltado el “emérito”, según parece, incluso después de su abdicación, etc. La monarquía española sigue siendo una institución opaca, falta de transparencia y de control.
En este contexto, el pasado mes de diciembre, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, anunciaba que la monarquía va a iniciar una “hoja de ruta de renovación” en cuanto a transparencia y ejemplaridad, siguiendo las directrices señaladas tras la abdicación del “emérito”, en 2014. A pesar de ese anuncio, a bombo y platillo, Sánchez no ha concretado ni las ideas ni las medidas que regirán esa hoja de ruta, fuera de decir que será la propia casa real la que dirigirá el proceso. Es decir, el lobo guardando a las ovejas.
Como siempre, la postura del PP sigue siendo la misma, la de siempre, el apoyo incondicional a la institución y a la Constitución, sin disposición a renovarla sino, únicamente, a mejorar algunos de sus aspectos externos, un mero maquillaje exterior. Casado llegó a declarar que apoyará una posible Ley de la Corona si busca reforzar la jefatura del Estado, sin referirse a modificar su estatus o situación. Es decir, dejarla como siempre, e incluso reforzarla.
Por eso es necesario que la renovación pase por la mejora de la transparencia, la rendición de cuentas y la ejemplaridad, cosas que el “preparado” ya prometió en 2014 y que, hasta ahora, no se han cumplido.
El régimen de la Transición parece completamente dispuesto a seguir soportando la carga que supone la monarquía a través de sus principales exponentes, PP y PSOE. Es difícil asumir que un partido supuestamente republicano, como era el PSOE, ahora se haya convertido en el principal sostén y defensor de una institución corrupta y podrida, además de anticuada e inoperante, como es la monarquía. Y eso plantea una pregunta esencial: ¿está dispuesto Sánchez a apoyar esta nueva restauración monárquica? ¿Está dispuesto a encadenarse a una institución que no goza del respaldo de la mayoría social? ¿Está dispuesto a seguir cautivo del PP en esta búsqueda de legitimidad monárquica?
Se trata de una apuesta que puede salirle muy cara al PSOE y a Sánchez. Sobre todo, porque los supuestos “socios” en este proceso, el PP de Casado, lo único que busca es seguir deslegitimizando el gobierno legalmente escogido en las urnas, y llegar al poder a cualquier precio. Además, seguir apoyando a una institución que se ha demostrado tan profundamente “contaminada” como la monarquía, acabará por pasarle una factura social y electoral a los socialistas.
Sin embargo, la realidad pasa por una cuestión diferente. En la actualidad, la sociedad española está convencida de la necesidad de una mayor transparencia de la casa real, y que deben rendir cuentas de sus acciones, cada vez más opacas y turbias. Pero también es cierto que la misma sociedad española comienza a plantearse, muy seriamente, una pregunta fundamental en este debate, y que debe conducirnos a un cambio de sistema: ¿para qué sirve un rey?