Integración latinoamericana: las claves de la potencia que viene
La integración latinoamericana mediante mecanismos como el ALBA, la UNASUR y la CELAC permitirían a América Latina convertirse en una potencia mundial.
Corrían los primeros años del siglo XXI. Venezuela, Brasil y Argentina se rebelaron contra el Consenso de Washington, y retomaron el proyecto bolivariano de la integración latinoamericana como fórmula para combatir los Tratados de Libre Comercio neoliberales, impuestos por el Fondo Monetario Internacional.
La Cumbre de las Américas de 2005 fue el escenario para las primeras señales de insurgencia. Seis años después este capítulo de la historia latinoamericana tendría su punto más álgido en la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), y en la consolidación de la UNASUR.
Después de los golpes en Honduras y Paraguay, los fraudes electorales en México, la muerte de Hugo Chávez, el golpe de estado a Dilma Rousseff en Brasil, el triunfo de Mauricio Macri en Argentina, la traición de Lenín Moreno en Ecuador, y el golpe de estado en Bolivia, toda la estructura geopolítica y diplomática bolivariana parecía haberse desvanecido nuevamente.
“ALCA, ALCA, Al carajo“. Esta consigna lanzada en la Cumbre de los Pueblos del 2005 por el entonces Presidente de Venezuela Hugo Chávez. Expresada en Mar del Plata, escenario que vio derrotado el Tratado de Libre Comercio para las Américas propuesto por Norteamérica en la voz de George W. Bush.
Tras la Restauración Conservadora que está llegando a su fin, hay mimbres para comenzar la reconstrucción de la integración regional que convierta a América Latina en una potencia. A los gobiernos que resistieron la ola neoliberal, Cuba, Venezuela y Nicaragua, se le unen México, Argentina, Bolivia y, según las encuestas, Ecuador. Lo que supone una correlación de fuerzas favorable para el reimpulso.
Influencia de EEUU
En el año 2005 el eje La Habana – Caracas impulsó y sostuvo los esfuerzos que llevaron a la creación de la UNASUR, el ALBA y la CELAC. Estos mecanismos no pudieron ser ignorados por los gobiernos de derecha como los de Colombia y Chile, gobernados en esos momentos por Álvaro Uribe y Sebastián Piñera, que se incorporaron a la CELAC y a la UNASUR porque el resto de las naciones Latinoamericanas participaban en ellas sin excepciones.
Saltar sobre las diferencias ideológicas resultó extremo peligroso para los intereses de la potencia de Norteamérica que veía con temor la rápida consolidación de mecanismos conjuntos de respuesta unánime a acciones injerencistas, como el intento de desestabilización y de secesión de Bolivia, el golpe de estado fallido a Rafael Correa en Ecuador y el rechazo al golpe de estado de Honduras.
La principal amenaza consistía en la concreción de un Consejo de Defensa de las Naciones Suramericanas, que significaba un paso ineludible hacia la conformación de un estado industrial continental, blindado a través de una noción de seguridad cooperativa que le complicaría el dominio a los EEUU sobre su llamado “patio trasero”.
EEUU no podía permitir el surgimiento de un ejército latinoamericano, por eso no dudaron en promover a figuras como Macri y Bolsonaro, buscando también la forma de comprar la voluntad política de Lenín Moreno en Ecuador.
Moneda común
El Sistema Unitario de Compensación Regional de Pagos (SUCRE), es la creación del ALBA-TCP que permite la realización de operaciones de importación y exportación sin la necesidad de acudir a las divisas como el dólar y el euro.
Otorgando un valor determinado a cada potencialidad económica de los países, permite un intercambio comercial que impulsa la industrialización, la posesión pública o colectiva de los sectores económicos. De esta manera promueve el trabajo de calidad y no genera deuda externa al cerrar los acuerdos.
Las oportunidades que abre al aprovechamiento de mecanismos como el SUCRE son amplias y poco conocidas o explotadas. En efecto este mecanismo todavía vigente tiene altos niveles de confiabilidad y rapidez en las transacciones, y está respaldado por los Bancos Centrales de los países que son miembros de ese sistema.
En la actualidad donde el uso de las criptomonedas es cada vez más común, el SUCRE podría emerger como otra unidad de cambio que no solo satisfaga la necesidad de seguridad, rapidez y confiabilidad a grandes y medianas empresas.
El SUCRE podría servir también al ciudadano común que habita los países del ALBA-TCP para sus transacciones cotidianas, dándole opciones diferentes a los servicios ya conocidos de intercambio de monedas en condiciones de desventaja para sus usuarios, sobre todo aquellos que enfrentan sanciones unilaterales por parte de EEUU como es el caso de Venezuela.
Cooperación y complementariedad
El intercambio educativo, profesional y tecnológico otorga amplias ventajas, no solo sirve para el desarrollo económico y el ascenso del nivel de vida de la población latinoamericana, sino que también es imprescindible para afrontar los momentos más difíciles.
Por ejemplo, la Pandemia por el COVID-19 colocó en extrema vulnerabilidad a la humanidad entera. En el caso de Latinoamérica la encontró dividida, empobrecida y por ende limitada para responder a semejante acontecimiento de dimensiones catastróficas.
El desarrollo de medicamentos y vacunas, la posibilidad de adquirir e intercambiar insumos, y el intercambio profesional de médicos y personal de salud le habría otorgado mejores condiciones a América Latina para hacer frente a la pandemia.
Otros desafíos como es el caso de la superación de la pobreza, la universalidad de los derechos educativos, y el combate de enfermedades catastróficas como el VIH SIDA, pueden ser abordados de manera más eficaz con la unión de las capacidades de los países latinoamericanos.
Con el núcleo económico que es el MERCOSUR, la fortaleza geopolítica de la UNASUR y el embrión de estado continental que representa la CELAC, las naciones latinoamericanas tienen posibilidades reales de alcanzar niveles superiores de soberanía.