Influencia de EEUU en Honduras: continuidad vasalla o ruptura soberana
Las políticas implementadas desde el golpe de estado que terminó con la democracia, no han sido en favor de los y las hondureñas, sino de los intereses de la oligarquía de EEUU.
El Imperialismo, en la acepción leniniana, es la fase superior del capitalismo que, desde 2008, se encuentra en crisis. No obstante, debemos reconocer que en el horizonte de posibilidades, los y las latinoamericanas debemos aceptar que, en gran medida, la política económica está subordinada a los intereses que encarnan el imperialismo norteamericano.
Son estos intereses, y la forma como ellos mismos conciben su mantenimiento y desarrollo, los que dan origen a políticas de dominación, contra las que los pueblos latinoamericanos luchan para el logro de viejas metas de libertad, democracia y justicia social.
Ahora bien, el modelo de desarrollo imperialista de EEUU se ha visto vigorosamente afectado por la Covid-19 y los fenómenos naturales. Así, la nación del norte ha mostrado su vulnerabilidad frente al cambio climático y la forma capitalista de abusar de los recursos naturales, lo que ha llevado a la simplificación de la biodiversidad y la consecuente proliferación, cada vez mi frecuente, de nuevos virus que afectan al ser humano.
El sistema capitalista se enfrenta, entre otros retos, al acceso a fuentes baratas de fuerza de trabajo y a los crecientes costos de los recursos naturales. Esto último, producto que el sistema es incapaz de conservarlos y al contrario tiende a destruirlos en forma sistemática.
A fin de superar los retos señalados, el imperialismo implementó el neoliberalismo en tanto que supuesto modelo de desarrollo económico a la vez que incrementó su agresividad para con los pueblos que se subieron a la primera ola civilizatoria, incluido Honduras bajo el gobierno de Manuel Zelaya Rosales.
Empero, debemos recordar que la influencia decisiva de la embajada yanqui en Honduras, en la etapa contemporánea, se deja ver desde los días del embajador John Dimitri Negroponte (en los años 80 del siglo pasado) y su mancuerna con el General Gustavo Álvarez Martínez y los escuadrones de la muerte relacionados con el batallón 3-16.
De hecho, en esa etapa se edificó en Tegucigalpa una enorme embajada norteamericana, que hoy día, está siendo reconstruida y ampliada con vistas a una potencial invasión a la República Bolivariana de Venezuela, desde su base aérea de Palmerola, ubicada estratégicamente en el centro de Honduras y que fue diseñada originalmente, como preámbulo a la invasión a la Nicaragua sandinista.
El nivel de injerencia del Imperialismo norteamericano en Honduras es tan grande que el ex presidente Manuel Zelaya apuntaba que al día siguiente de su juramentación como presidente de Honduras, el embajador yanqui le llevó la lista de los funcionarios que el gobierno norteamericano quería que integraran su gabinete, incluido el ministro de económica. Zelaya rechazó el listado.
EEUU ha utilizado el territorio hondureño para preparar invasiones a otros países pero, sobre todo, en el pasado reciente contra Nicaragua, donde incluso se atrevió a intercambiar armas por drogas (recuérdese el caso de Irán-Contras) y a organizar campos de la contra en territorio hondureño.
Las políticas neoliberales y el saqueo de bienes comunes son impuestas desde la nación del norte, que utiliza como medida de presión la deuda externa y la posibilidad de cortar nuevos empréstitos de los organismos de crédito internacional.
Precisamente, el rompimiento con estas políticas neoliberales y de sometimiento absoluto a los dictados norteamericanos, amparado en Petrocaribe y el ALBA, se constituyó en el causal por la que el gobierno norteamericano, presidido por Obama, optara por apoyar (si no es que organizar) el golpe de estado contra Zelaya.
La primera ola civilizatoria tuvo que convivir con las oligarquías criollas y mantener estrechos vínculos de dependencia económica con el imperialismo norteamericano (siempre al acecho) y poco a poco fueron cayendo algunas de esas opciones nacionalistas, empezando con el Golpe de Estado en Honduras.
En estos días se trata de subirnos a la segunda ola civilizatoria, aprovechando las debilidades mostradas por el imperialismo norteamericano y la fragilidad de la oligarquía criolla, fraccionada y golpeada por la narco dictadura impuesta por Juan Orlando Hernández.