Mañana será otro día: la realidad del transporte
El transporte se encuentra en una precaria situación y sus trabajadores denuncian el olvido constante que sufren por parte del Gobierno.
“Intento tomar café para espabilarme. Si no he podido cenar por cualquier causa, intento desayunar. Y arrancar y salir corriendo”.
Así resume Antonio, transportista internacional, cómo empieza para él la jornada de trabajo. Antes de que salga el sol, su camión ya está en marcha. Una escena que se repite a lo largo y ancho de la geografía española.
La actual situación de descontento por verse fuera de las ayudas estatales por el COVID-19 y que la Asociación de Transportistas Autónomos (ATA) denuncia supone una muestra más de la precaria situación a la que estos profesionales se ven obligados a enfrentarse. Para muchos de ellos, se trata de un gesto de desprecio al sector por parte del Gobierno. Miles de transportistas han padecido y siguen padeciendo las devastadoras consecuencias de la pandemia. Para muchos, la situación es insostenible y ya han anunciado su intención de recurrir esta decisión y exigir una rectificación por parte del Estado.
La dura vida en la carretera
El sector del transporte de mercancías por carretera es vital para la economía. En España, el 94% de las toneladas transportadas se realiza por este medio, lo que supone en torno al 3% del PIB.
Según el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, existen 101.499 empresas de transporte. Sin embargo, se trata de un sector muy atomizado en el que el 88% de los trabajadores son autónomos.
Los transportistas viven para el transporte día y noche. “Estás 15 horas por y para el camión. Incluso cuando llega tu hora de descanso estás vigilando el camión”, señala Javier, quien se dedica al transporte internacional entre España y Francia.
Javier comienza su día comprobando que todo en su camión esté correcto, ya que no es raro que durante la noche sufran robos de la mercancía o se introduzcan polizones en sus vehículos. Es entonces cuando comienzan sus 15 horas laborables.
De acuerdo con la legislación vigente, los transportistas tienen que cumplir de forma obligatoria 11 horas de descanso, aunque dos días a la semana se pueden reducir hasta nueve horas, lo que incrementa el tiempo de disponibilidad hasta 15 horas.
Esto significa que los transportistas no tienen un horario fijo, ya que están supeditados a la carga y descarga y al impacto de otros factores, como el tráfico.
“Estás 24 horas trabajando porque, aunque estés en el momento de descanso, pues estás ahí”, señala Pedro, quien se dedica principalmente al transporte nacional.
Sin un horario fijo, el día a día se convierte en una aventura.
“El día que tenemos en este sector es muy monótono pero también muy variable. Monótono en el sentido de que siempre tienes la misma responsabilidad, los mismos mecanismos de trabajo. Pero es muy variable porque todos los días son empresas nuevas, compañeros nuevos”, explica Javier.
Sin embargo, el objetivo siempre es el mismo.
“La rutina es someternos al tipo de carga que llevemos y a la necesidad de llevarlo cuanto antes a mejor término”, apunta Victoriano.
Vivir en la carretera no es misión fácil. Aunque a día de hoy los vehículos están mejor equipados que antes, siempre se agradece poder comer de menú algún día o darse una ducha, aunque forma parte de la propia profesión. Por ello, normalmente, los conductores intentan hacer coincidir los descansos con áreas de servicio.
“Esas actividades las vas haciendo coincidir un poco. Por ejemplo, si sales a las 10 calculas 4 horas y te paras a comer a las 2. Y ya continuas hasta que encuentres también un sitio factible en el que poder parar”, expone Victoriano.
La vida en un camión no se reduce solamente a las horas de conducción.
“Esto es una dedicación plena y te tiene que gustar mucho porque estás todo el día solo, menos el rato de convivencia con otros chóferes entre carga y descarga”, apunta Javier.
Los conductores pasan muchas horas solos. Por eso, tratan de entretenerse de diferentes maneras.
“Mientras estoy en el camión veo series, leo la prensa, hago videollamadas con la familia. Alguna vez doy un paseo”, explica Antonio.
En ocasiones, coinciden con otros amigos del gremio y entablan un rato de conversación.
“Yo, en particular, me evado mucho de lo que en sí conlleva la profesión, prefiero hablar de cualquier otra cosa porque ya de por sí uno está bastante hastiado”, Victoriano.
Condiciones laborales
Desafortunadamente, las condiciones económicas y laborales de los transportistas no han mejorado sustancialmente desde hace décadas.
“Con respecto a equiparar precio, km y sueldo con antepasados nuestros que trabajaban hace 30 o 40, no hay diferencia, estamos cobrando lo mismo. Hoy por hoy o te adaptas a lo que el mercado va exigiendo, o no mueves un kilo de mercancía, porque hay muchas empresas con mucho poderío económico que tienen mejores condiciones”, expone Javier.
Antonio coincide con él. “Esto ha ido para atrás. Antes había más poder adquisitivo en el sector, entonces la gente tenía más respeto y pagaban mejor”, explica.
Los conductores se lamentan de lo mal pagada que está la profesión, teniendo en cuenta los sacrificios que esta requiere. Las dificultades que deben soportar son mucho mayores que las presentes en otros oficios.
“¿Un chófer que horario tiene para dormir? Cuando pueda. ¿De comer? Cuando pueda. Entonces si te paras a pensar y lo comparas con otros oficios ahí si ves que no está pagado”, señala Antonio.
Aunque sin ánimo de menospreciar cualquier otro trabajo, Pedro insiste en el esfuerzo que estos profesionales realizan.
“En este trabajo no estás sentado en la oficina. Tienes que combatir con el sueño, el clima. Y muchas veces te tratan como si fueras un perro, como si le estuvieras molestando, cuando llevas la carga, alimentos, productos que nos hacen falta todos los días”, explica Pedro.
Paco también hace referencia al salario: “El tema de sueldos da vergüenza porque hay gente que no tiene ni para vivir y se tira 15 o 20 días fuera de su casa”.
“En Inglaterra, en comparación con España, pagan muy bien. Estamos a la cola de Europa. Allí se te pincha una rueda y no puedes tocarla, tienes que llamar a la asistencia. Aquí no, aquí lo primero que te dice el jefe es cámbiala tú”, expone Antonio, quien anteriormente ha trabajado en Reino Unido.
La mayoría de los trabajadores del sector son autónomos, por lo que el convenio para las empresas de transporte de mercancía por carretera (BOE-A-2012-4367) no es realmente efectivo. Aunque ser autónomo puede tener algunas ventajas, como la posibilidad de organizarse como mejor te convenga. Sin embargo, los pros son menores que los contras.
“Abusan de los autónomos. Los intermediarios se llevan una parte demasiado grande, es abusivo. Me parece que eso tenía que estar legislado, porque yo estoy de acuerdo que hay que pagarle por su trabajo, pero hasta qué punto”, se lamenta Antonio. “Ellos no ponen en riesgo tanto como nosotros. Principalmente, te juegas la vida, pero luego también te juegas un camión que vale 70 u 80.000 euros”, añade.
En muchos casos, las empresas incluso van más allá.
“Obligan a la gente a manipular a la mercancía sin que pueda hacerlo y de hecho nadie puede manipular maquinaria dentro de un almacén que no es de su empresa”, denuncia Victoriano. Esto está contemplado como ilegal en la directiva 90/269/CEE del Consejo de la Unión Europea.
Victoriano añade: “A raíz de esto del covid hay ciertas empresas que no permiten a los conductores entrar dentro de los almacenes pero yo lo considero algo coyuntural porque es solamente para guardar una cierta distancia. Pero otras muchas siguen haciéndolo a pesar de la pandemia”.
Por otro lado, es cierto que ha habido algunos avances al respecto, traducidos en forma de tecnología y regulación, contempladas estas medidas en el Reglamento (UE) 2020/1054 de la Unión Europea sobre tiempos de conducción y descansos.
“El tacógrafo lo veo como un avance, porque se han cometido abusos y locuras por culpa de imprudencias”, expone Antonio.
“Hoy un camión es un búnker, no puedes tocarlo para nada y cualquier cosa que toques la puedes liar. Entonces, en ese sentido los jefes no se pueden aprovechar”, añade Paco. “Incluso en el tema de los descansos. La ley obliga a que el transportista tenga que volver a su casa mínimo una vez cada 15 días”.
Además, señalan que el sector es muy propenso a controles de conducción, mercancías o aduanas.
“Hoy en día la policía no hace falta ni que te pare, porque en el ordenador sale todo”, expone Paco.
Javier recuerda una anécdota que aún le pone el vello de punta: “Había cruzado la frontera en Francia y de buenas a primeras, a la altura de la ventanilla, se me pone una furgoneta blanca, que veo que es Policía Aduanera. Me apartaron en una vía de servicio y de repente se bajaron todos corriendo y me empezaron a apuntar diciéndome que no me bajara del camión. Entonces ya se fueron 4 o 5 a la parte de atrás y me desmantelaron toda la mercancía. Luego pues me pidieron perdón porque mi conjunto de camión reunía las mismas características que uno que se había saltado el control y parece ser que luego lo incautaron con droga”.
“Me hicieron un escrito de que se hacían responsables de cualquier deterioro de mercancía que hubiera habido”, añade. Aunque todo estuviera resuelto, Javier continuaba sin poder pronunciar palabra: “A mi el corazón de la boca no se me fue hasta las 3 o 4 horas después”.
El ambiguo impacto del COVID-19
La pandemia también ha tenido un gran impacto en el transporte. Con los establecimientos cerrados, el aseo y la alimentación se han complicado de gran manera.
Victoriano: “Al principio del estado de alarma no teníamos ni donde asearnos, donde comer, donde ir al baño. Y luego empezaron a abrir algunos sitios, a dar comidas por ventanilla, a abrir algunos baños para los transportistas. Se dieron cuenta y pasaron un poco la mano. Pero las primeras tres o cuatro semanas fueron bastante complicadas en ese aspecto”.
“Yo me veía a las 12 menos cuarto de la noche en Francia y no tenía ni para comprar una barra de pan”, cuenta Javier. “Yo me he tirado una semana llevándome en el bidón del camión”, añade.
Paco recuerda la primera vez que pudo volver a entrar a un servicio: “A mi el primer día que me preguntaron en la gasolinera que si era camionero y me dijo pues entonces puedes entrar al lavabo, me dieron ganas hasta de llorar”.
En contraposición a la dura situación vivida durante el estado de alarma, que provocó en la ciudadanía el miedo a quedarse sin víveres, encontramos un aumento de la actividad. La gente salió a comprar sin mesura, dejando vacías las estanterías de los supermercados.
“Con el estado de alarma, como estaba la gente asustada y compraban tanto sí que tuvimos más ajetreo”, señala Pedro.
Pero los conductores también tienen miedo.
Javier cuenta que se tomaron algunas medidas para que pudieran descansar sin peligro. “Dependiendo del tipo de mercancía te permitían excederte un poquito en los tiempos de conducción, para no tener que parar en zonas problemáticas, ciudades que estén realmente golpeadas por el virus”, expone.
La situación también se ha visto complicada con el cierre de la industria no esencial. Las grandes empresas han aprovechado la situación para generar aún más beneficios, siempre a costa de pequeñas empresas y trabajadores.
“Los viajes ahora están muy cotizados. Todos tenemos que cargar, todos tenemos que hacer retorno para casa. Al haber un exceso de producción, ha habido un exceso de actividad”, explica Javier. “Pero la empresa que contrata el viaje tiene 200 empresas para hacerlo, con lo cual, pide bajo precio. El único que sale beneficiado es la gran logística, porque es la única que puede dar precio por cantidad, es decir, a mayor producción, menor coste”, añade.
La lucha contra la soledad
Los conductores de transporte pesado están habituados a estar solos y lejos de sus seres queridos. Para muchos, como Paco, lo más duro es tener que alejarse de ellos, o no poder realizar actividades cotidianas.
“Las cosas cotidianas como tomarte una cerveza se convierten en un lujo”, señala.
“Falleció la madre de mi mejor amigo y a mi me pilló fuera y no puede estar con él”, recuerda Javier. “Yo lo he vivido como hijo de, y ahora lo vivo como padre. La comida, te adaptas, el aseo te adaptas, pero lo peor es la familia. Muchas horas de trabajo, si te gusta como es mi caso, lo disfrutas, pero te pesa la familia, no te pesa tanto el conducir”.
La tecnología es una gran ayuda para poder mantener ese contacto.
“Mi hija me llama por videollamada todas las noches, por la mañana cuando viene del cole y bueno, es la manera que más te reconforta porque las ves”, expone Javier.
Pero la soledad es solamente una de las facetas de este trabajo.
“Que tuvieras algún problema con el vehículo o físico y estuvieras solo”, tal y como expone Victoriano supone otra de las situaciones más duras que puede traer esa soledad.
Esto ocurrió a Antonio. “Yo empecé a tener síntomas (de Covid) en León. Me empezaron a doler todos los huesos. Mal, con una gripe malísima. Y me dijo mi mujer que el niño había dado positivo en coronavirus. Yo me tiré esa noche en el camión que no me podía mover y hombre menos mal que solemos llevar cositas no y me pude tomar paracetamol para la fiebre”, expone.
Todos coinciden en la necesidad de que exista una vocación.
“Todas las profesiones tienen que ser vocacionales, pero esta más. Requiere bastante sacrificio porque tienes que estar muy pendiente de la vía, de los demás conductores, tener los ojos siempre abiertos”, Victoriano.
A nivel psicológico, la profesión conlleva un gran desgaste, tanto por las cuestiones propias del trabajo como por las derivadas de este.
“Son muchos kilos de responsabilidad en los que un despiste o un exceso de cansancio puede arruinar a muchas familias. En la carretera hay miles de factores además de los conductores: un animal, las condiciones climatológicas, etc. Entonces, en el aspecto físico y psicológico lo notas”, Javier.
Paco señala: “Yo cuando empecé de autónomo no me daba un infarto de milagro, del estrés que estaba aguantando”.
“Los horarios sobre todo son los que más estrés producen. Y las cargas y las descargas, porque cuando llegues al sitio no sabes lo que te vas a encontrar”, añade Javier.
La carga mental es tan grande que incluso existe la necesidad de recurrir a un tratamiento médico.
“Yo estoy en tratamiento. Yo tomo una pastilla todos los días, y llevo un par de años que estoy muy bien, muy tranquilo”, nos cuenta Paco.
En el ámbito internacional se generan otras dificultades mayores. Además de la lejanía, pisar un país distinto requiere conocer el idioma para poder comunicarte, pero también para poder guiarte con las señales.
“Yo cuando comencé aquí, la primera vez que entré en Francia llevaba el nivel de idioma de bachillerato”, recuerda Javier.
Una profesión escasamente reconocida
“Te tratan como si fueras el último siempre y parece que estás haciendo una cosa que no tiene valor, cuando llevas la carga, alimentos, productos que nos hacen falta todos los días”. Así considera Pedro el trato que la sociedad da a los camioneros.
“El camionero que era un héroe en marzo, abril, mayo, junio, en la primera quincena de julio donde estábamos yéndonos de vacaciones era un estorbo en la carretera”, se queja Javier.
Dentro del propio gremio, la situación es la misma: “Muchas veces llegas al sitio y te ignoran o te levantan la voz y te hablan mal. Te miran por encima del hombro, con mucha falta de respeto, como si fuéramos seres inferiores”, cuenta Victoriano.
“Yo sé de personas que trabajaban para empresas que no le llamaban por su nombre, le llamaban por la matrícula del camión”, añade Antonio.
Antonio atribuye parte de la responsabilidad al tratamiento que reciben en los medios: “Siempre que salen noticias de camioneros son negativas. Entonces eso va calando en la sociedad”.
La tecnología también tiene una cara amarga, a la que se une la situación actual del Covid.
“Tú estás en una vía de servicio y antiguamente pasabas y veías tres matrículas españolas y te juntabas con ellos. Hacías un corrillo y no te conocías nada más que de esos 5 minutos. Un momento de evasión, de risas y bueno nos compartíamos los teléfonos y de ahí han surgido amistades”, explica Javier. “Hoy en día no, hoy llegas a la vía de servicio, cierras las cortinas y hasta mañana. Lo que está trayendo la vida es la inseguridad ciudadana”, añade.
Javier recuerda una dura anécdota: “Hace dos años en Poitiers había una persona que estaba en su camión, llegaron tres tíos, se bajaron de una furgoneta y empezaron a robarle gasoil. Los demás choferes lo estaban viendo y solamente pitaban, pero ninguno se bajaba a ayudar. Se bajó el chofer y le pegaron por detrás 7 puñaladas hasta que le causaron la muerte”.
“Entonces, partiendo de esa base, ¿con qué seguridad te bajas tú del camión si no sabes quién te está llegando por detrás?”, se pregunta.
Mañana será otro día
Los trabajadores del sector realizan unos tremendos esfuerzos para que sus familias puedan disfrutar de una cierta calidad de vida. Soledad, climatología adversa, carreteras en mal estado, cansancio, imprudencias de otros conductores o estrés son solamente algunos de los muchos factores que estos profesionales tienen que enfrentar todos los días.
Pese a todo ello, una gran parte de la sociedad no valora su trabajo y no duda de acusarle de multitud de comportamientos incorrectos, como ser los clientes más fieles de los clubs de alterne, o de pasar todo el día durmiendo.
Incluso dentro del propio sector sufren este maltrato. Desprecios, gritos y humillaciones son el pan de cada día de estos trabajadores, unos trabajadores que no han parado mientras los demás estábamos en casa.
Han estado ahí, en primera línea, y se han visto expuestos por completo a una enfermedad totalmente desconocida, poniendo en peligro su vida y la de sus seres queridos, llevando incluso un contagio a casa.
Se han visto obligados a lavarse en un bidón en pleno mes de marzo, a alimentarse a base de bocadillos o a hacer sus necesidades en mitad del campo.
Han recorrido miles de kilómetros, sin tener siquiera donde tomar un triste café, para que nuestros supermercados, farmacias y hospitales pudieran estar abastecidos.
Han puesto, más que nunca, su vida en peligro por salvar la nuestra, pero siguen siendo invisibles. Su labor sigue sin ser reconocida tanto a nivel institucional como a nivel social.
Un chófer no es un número de serie, ni una matrícula, ni siquiera una parte de un camión. Un chófer es una persona, como nosotros, que siente y padece. Que preferiría quedarse en casa, con su familia, con la tranquilidad que otorgan los muros, y sin embargo, está ahí fuera, luchando contra incluso aquello que no puede controlar.
Su esfuerzo no se premia, ni el sueldo a final de mes compensan el sacrificio. Su única recompensa es llegar a casa dando gracias de que hoy lo pudieron hacer.
Victoriano, Pedro, Antonio, Javier y Paco cierran las cortinas de su cabina para dormir. Mañana será otro día.