“El expresionismo alemán fue el punto de partida de mi colección de maestros del siglo XX”, Barón Hans Heinrich Thyssen Bornemisza.
Así comenzábamos nuestra anterior crónica, y es pertinente repetirlo como llave de acceso a esta continuación, donde de verdad vamos a meternos en lo más conocido de esta tendencia, que no a todo el mundo agrada y que como es obvio señalar, te gusta o no te gusta.
Siempre digo lo mismo: el arte, determinado arte, te puede gustar o no. Y eso es independiente de que “entiendas” más o entiendas menos, de que tengas más o menos formación, de que tengas más o menos edad, o de cómo pienses. Y no eres ni más ni menos por ello, y por ende, resulta igual de respetable tu opinión
Pues si por casualidad eres de los míos, parafraseando a aquel, ven y sígueme.
Alexej von Jaulensky
El velo rojo
Habíamos comentado el interés de estos artistas por transmitir la máxima expresividad, por conmover, por emocionar. Publican en 1912 el famoso Almanach der Bleue Reiter, su vehículo de expansión de ideas estéticas. El liderazgo corresponde a mi idolatrado Kandinsky, del que luego veremos una amplia representación con su evolución, (a mi modo de ver Kandinsky es junto a Picasso el más grande pintor del pasado siglo).
Volviendo a Alexej von Jaulensky, busca como sus compañeros la ingenuidad de las artes populares, y no puede sustraerse a sus raíces con cierta resonancia de los iconos rusos, y así pinta su propio hijo, Andreas, casi como un retrato bizantino. Y digo bizantino porque creo no resulta estéril rememorar aquí la constante dicotomía existente desde los comienzos de la historia del arte entre la necesidad de buscar la mayor exactitud posible con el objeto representado y la pulsión más o menos oriental (especialmente en sus comienzos), de tratar de mostrar de un modo ciertamente casi con reminiscencias platónicas, diría yo, el alma de las cosas.
Niño con muñeca
August Macke
Húsares al galope
August Macke
El circo
Johannes Itten
Grupo de casas en primavera
Palabras del propio pintor, “pintemos aquello que tenemos cerca, ¡el mundo de nuestras ciudades!”. Pues aquí tenéis cómo veía Villa Kochmann, entre Residenzstrasse y la Alemannennenalle de Dresde.
Ludwig Meider
La casa de la esquina
Y ahora mi prometido Kandinsky, anticipando aquí la abstracción mediante la luz y el color.
Wassily Kandinsky
La Ludwigskirche en Munich
Wassily Kandinsky
Murnau, casas en el Obermarkt
Y este ya es otro Kandinsky:
La emoción del alma del artista tiene la capacidad de provocar otra emoción en el alma del espectador. Wassily Kandinsky.
Tensión suave nº 85
La forma es expresión exterior de un contenido interior. Wassily Kandinsky.
Pintura con tres manchas nº 196
Espero estéis disfrutando de nuestro paseo. Pensad por un momento en lo importante que ha sido para nuestro país, que contaba ya con la mejor pinacoteca del mundo, albergar entre nosotros a la colección de los barones (él y ella).
Justo es reconocer las carencias que tenían nuestros museos, a saber: Leonardo, Rembrandt, Vermeer, el impresionismo francés y los expresionistas; pues bien, gracias a ellos, estaréis de acuerdo conmigo en que algunas de estas ausencias se han solucionado.
Recomiendo desde aquí una visita al Thyssen. No os arrepentiréis, el viaje merece la pena.
Pero si por desgracia no podéis venir, consolaros, al menos todavía nos queda otra visita a esta muestra.