Si la jornada electoral de ayer hubiese estado carente de un pasado, deberíamos felicitar a Guillermo Lasso, pero desgraciadamente existe un contexto de cuatro años de persecución política al correísmo. Tanto es así que hay presos, asilados y militancia con miedo. Esas no son condiciones aptas para realizar unos comicios. La lista correísta no tuvo las mismas condiciones para competir que el engendro neoliberal de Lasso.
Ahora bien, la lista UNES debe hacer también un análisis de su catarsis. Yo me planteo las siguientes cuestiones, ¿Arauz era el mejor candidato? Es evidente que es un hombre preparado y con recursos, pero proyecta su discurso con una velocidad menos rápida de la que le gusta al ecuatoriano (simple pero real).
¿Por qué si Centro Democrático prestó el partido, no tenía prácticamente presencia en las listas? ¿Por qué se permitió la estigmatización y eliminación de centenares de militantes revolucionarios que lideraban territorios? ¿Fue una buena idea que todas las decisiones las tomaran desde el círculo privado de confianza de Rafael Correa?
Hay muchas dudas más que deberá abordar el correísmo, pero lo cierto es que perdió un millón de votos contra el peor candidato. También Lasso, que ganó por más de 400.000 votos, perdió cerca de 400.000 sufragios con respecto a las elecciones de 2017.
Sin duda alguna hay que tener en cuenta que ha habido cerca de 1.700.000 votos nulos que corresponden en buena parte a Yaku perez (Pachakutik). No se debió permitir que Yaku Pérez y Arauz dejaran escapar esta oportunidad de vencer a los neoliberales, pero la suma de asambleístas de ambas formaciones (48 UNES y 27 Pachakutik) se dispone para evitar ciertas políticas, y para realizar un control estricto a Lasso e incluso ofrecer alternativas.
Ese entendimiento debe existir por que Ecuador se desangra. No se entendería que Pachakutik apoye a Lasso.