El error en el regaño por la bandera LGTB en la celebración del PP
Obviar la división en clases de la sociedad, lleva a la izquierda a regañar a la sociedad por no actuar como sus análisis académicos establecen.
Un problema social que siempre ha tenido la izquierda, es la forma de enfocar su intelectualidad. El progresismo siente que tiene, sino la verdad absoluta, sí la razón. Realiza análisis basados en autores que fueron -o son- brillantes, a los que ha idealizado, y rinde tributo con un lenguaje que solo entienden los académicos.
Desde ese momento, existe una superioridad moral que expulsa a la mayoría social de un debate al que debe acceder, por la necesaria pedagogía con la que la izquierda disputará la hegemonía cultural, al carecer de poder mediático e institucional.
En esos análisis, el progresismo tiene razón en sus planteamientos. Toda… la de su clase social. Uno de los principales autores en los que los intelectuales de izquierdas basan sus análisis es el alemán Karl Marx, quién no solo redujo la carga técnica del lenguaje en muchos de sus trabajos, como en el “Manifiesto Comunista”, para que todos y todas lo entendieran, sino que también explicó que la sociedad se divide en clases: los que poseen los medios de producción y los que lo trabajan.
Unos tienen una verdad (los empresarios son los que genera riqueza; menos impuestos equivalen a mayor libertad), y los otros tienen una diferente (los trabajadores son los que generan riqueza; más impuestos equivalen a la garantía de derechos).
Parece que la izquierda, en su nube moral, desde las alturas, ha olvidado esa división social, y se ha creído que todos y todas los que pertenezcan a sectores sociales rechazados, en general, por la derecha, deben sentirse como sus representados.
En la celebración del Partido Popular durante la noche del 4M, se vio una bandera del colectivo LGTBi. Muchos progresistas, en las redes sociales, rechazaron el hecho, conminando al portador -o portadora- de la bandera a leer, a informarse “un poquito“, a pensar.
En definitiva, le estaban regañando porque en su limitada visión, simplista al máximo, como el PP “está contra los gays“, un gay no puede ser representado por ellos. Y lo hacían partiendo de la base de que ellos sabían por qué esa bandera no podía estar allí, presumiendo que quien la portaba no tenía los conocimientos -o inteligencia- necesarios para entender la situación.
Históricamente, la derecha ha asumido muchísimo mejor que la izquierda su hipocresía. Prohibían a las mujeres españolas de la clase trabajadora el aborto durante el franquismo, pero sus mujeres iban a Londres a realizarlo. Encarcelaban a los homosexuales por serlo, pero arreglaban un matrimonio hetero para sus hijos gays, y lo que hicieran después en su intimidad poco importaba. Las apariencias lo son todo.
“Haz lo que diga, no lo que haga“, es la máxima de la derecha en estas cuestiones. Con el auge del neoliberalismo, el dinero ha cobrado una mayor importancia en el campo conservador. Los africanos que llegan en patera son tratados como basura, pero el racismo desaparece cuando llegan en primera clase en un avión, siendo hijos de cargos gubernamentales o empresarios africanos.
Su machismo, homofobia, racismo… termina cuando comprueban que hay dinero. Porque, pese a todo, son de su misma clase social. El clasismo que menosprecia a las personas con bajos recursos económicos es el origen de los demás valores que definen a la derecha.
Aquella persona celebrando la victoria de Isabel Díaz Ayuso, podría ser un bromista, podría ser una despistada que no se entera de que jalea a sus enemigos, o simplemente podría estar celebrando que su clase social ha arrasado en las elecciones autonómicas, y que la empresa de su familia podrá ganar más dinero al tener que pagar menos impuestos.
Lo que la izquierda no termina de entender es que a los LGTBi de la clase social que posee los medios de producción les dan igual las leyes de protección de ese colectivo, ellos y ellas se mueven socialmente de otra manera, ya están protegidos en sus urbanizaciones de lujo, y su círculo social se reduce a personas de la misma extracción social, donde lo más importante es aparentar, emprender -ellos pueden por el apoyo económico de su familia- y dirigir las empresas familiares. Lo demás no importa.
Considerar que todos los y las miembros del colectivo LGTBi deben votar a la izquierda, sin tener en cuenta la división de la sociedad en clases, supone que el campo progresista no ha entendido aún ni cómo ni a quién debe representar. La búsqueda en Google Imágenes de los conceptos PP y LGTB juntos puede dar algunas pistas.