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VOX: el matón disfrazado de víctima

El generalizado estado de miedo y victimización generado por la tolda conservadora en sus discursos es el cemento que busca cohesionar a su militancia.

El partido VOX impulsa como propuesta un contexto de conflictividad y victimización, que dista mucho de los actuales procesos de concertación política promovidos por el gobierno de coalición conformado por el PSOE-UP. Uno de los temas más recurrentes de victimización de la derecha populista, consiste en el discurso contra la inmigración.

Parten del principio estratégico de que estas organizaciones políticas de derecha obtienen mejores resultados, cuanto mayor es el impacto de la inmigración en el conjunto de la sociedad, sobre todo, al resaltar aquellos elementos extranjeros involucrados en “actos delictivos” que atenten contra el principio de “ley y orden”.

Dentro del referido ejercicio de crispación social, la derecha juega una doble estrategia, la cual consiste en atacar fuerte, e incluso sin fundamentos, para posteriormente posicionarse discursivamente como víctima dentro del conflicto. Diversos son los ejemplos que pueden notarse a la luz de esta práctica.

El miedo, instrumentalizado y agitado como un trapo rojo delante de la población, es la forma en la que la derecha espera obtener el suficiente capital político para cumplir sus objetivos. El generalizado estado de miedo y victimización generado por sus discursos, es el cemento que busca cohesionar a su militancia.

La cultura de la victimización de la derecha española puede observarse durante la misma dictadura de Franco, cuando la justificación de la rebelión militar ante un pretendido estado de caos social y contra la “amenaza roja”.

Alimentando constantemente en el temor a un golpe comunista, se convirtió en un elemento de encuadramiento cultural que permitió a la derecha cohesionar voluntades para incitar a la movilización electoral y emprender acciones contra la izquierda.

Esta tarea de ruptura retórica de la normalidad a través de la difusión de un discurso catastrofista y victimizaste, fue la tarea prioritaria de los portavoces de la derecha durante el franquismo y en épocas posteriores a la transición.

España es uno de los países europeos donde las tendencias derechistas han tenido más problemas para penetrar en la arena política y ocupar puestos parlamentarios. Durante los comienzos de la “democracia”, la evolución de las organizaciones políticas de derecha en España estuvo marcada por el final del franquismo y la transición política.

En este contexto, el conservadurismo español fue incapaz de adaptarse a la nueva dinámica democrática y a un entorno social, cada vez más distanciado de los valores franquistas. De igual forma, al no tener un liderazgo sólido, estas mismas organizaciones se dividieron, dificultando así su protagonismo en contiendas electorales.

Tal situación genera un estado de incertidumbre constante en la población, incitando a las manifestaciones más instintivas y básicas del colectivo social, tales como el miedo, el odio, la venganza, además de una victimización constante acompañado de un simulado sentido de inferioridades, los cuales son aprovechados por la línea discursiva de la derecha.

En este sentido, los partidos populistas y radicales de derecha han sido especialmente hábiles para captar franjas electorales, a partir de la recuperación de los valores tradicionales y del valor simbólico del nacionalismo cultural heredado del franquismo, aunado al victimismo discursivo.

El populismo radical con la propaganda del miedo, fabrica realidades paralelas con el fin de justificar la intolerancia y el odio. Otro ejemplo ha sido la decisión de Vox de ir contra la violencia machista. Los representantes de la referida tolda conservadora han llegado a catalogar a las políticas públicas dirigidas a luchar contra la violencia hacia la mujer como “liberticidas”, término empleado con deliberación discursiva.

Al igual que otras organizaciones ultraconservadoras de Europa, las ideas de Vox se sostienen en que España es víctima de una alianza progresista que quiere destruir los valores familiares y las tradiciones cristianas.

Según la derecha, de esta supuesta conspiración progresista se encontraría el feminismo, los colectivos LGTB, los medios de comunicación con tendencia rupturista, todos ellos objetivos en la cruzada moral conservadora.

Mas allá que la derecha proponga una política migratoria más restrictiva, lo verdaderamente alarmante para la sociedad española es que lo haga criminalizando a los inmigrantes con mentiras y fomentando xenofobia, provocando de esta forma ataques de odio.

La derecha europea también hace referencia a la influencia de la izquierda, la cual, a su juicio “amenaza directamente el proyecto originario europeo” y busca imponer “un modelo de sociedad cada vez más alejado de los principios y valores que configuran las raíces cristianas y la historia de Europa“.

El conservadurismo considera que la UE está al servicio de “fuerzas radicales” que aspiran a crear un “superestado” donde no tienen cabida las “tradiciones ni los principios morales“. Todo ello al mismo tiempo que la derecha auspicia la violación sistematizada de los Derechos Humanos, a partir de las restricciones fronterizas y la xenofobia inculcada en la sociedad.

Asimismo, la derecha habla de ética y ciudadanía cuando se deshumaniza al inmigrante y se trasgrede la autodeterminación de cada persona de definir libremente su propia orientación sexual, derecho que, por cierto, está en pleno debate por iniciativas como la de Orban en Hungría, donde se ha promulgado ya una ley que limita la difusión de contenido LGTBI entre menores de edad.

Existe una categoría la cual forma parte inherente de la derecha española, se trata del nativismo discursivo, esta es una postura ideológica que asume que los Estados deberían de estar habitados exclusivamente por los miembros del grupo nativo. Aquí el concepto de “nación” cobra fuerza para el conservadurismo.

Bajo este argumento, aquellos elementos no-nativos amenazan fundamentalmente al Estado-nación homogéneo. Esto no solamente aplica a individuos, también a ideas que se consideran incompatibles con los cánones sociales cohesionadores.

En el caso español, el partido Vox expresa una marcada ideología nativista basada en la lucha contra los enemigos internos, el cual podría estar representada por su temor a la “amenaza separatista” y contra los enemigos externos, es decir, los globalistas, así como la inmigración, especialmente la musulmana.

En este sentido, los de Vox consideran que a través de la cuestión migratoria obtendrán sus votantes. Blinda a los suyos y atrae las miradas del sector más conservador que aún guarda lealtad al PP. Para el partido derechista la inmigración es sin duda un tema clave.

Dichas prácticas conflictivas, son muestras de una derecha escasamente consecuentes con las auténticas realidades del colectivo social. En este sentido, en España, el fascismo manipula la emocionalidad de aquella ciudadanía carente de un desarrollado sentido crítico o de intelectualidad, necesaria para no caer en agendas que promocionan el odio y la crispación social.