El PSOE es el representante del Régimen del 78 en el Gobierno de Coalición
El PSOE se ha caracterizado en los últimos tiempos por evidenciar un claro desenfoque ideológico-programático.
La dinámica política entre el PSOE y Unidas Podemos si bien ha dinamizado nuevo escenario de la vida pública española, también ha dado muestra de profundas diferencias en el marco de sus basamentos ideológicos y su praxis dentro del gobierno.
Especialmente el PSOE ha dado claras muestras de inconsistencia en sus fundamentaciones políticas, así como en los apoyos de los cometidos plasmados en el documento denominado “Coalición Progresista: un nuevo acuerdo para España”, fijando una hoja de ruta para sus acciones programáticas conjuntas.
Se trata de un texto caracterizado por la derogación parcial de los aspectos más perjudiciales de la reforma laboral. Asimismo, el referido programa propone una reforma fiscal ambiciosa con subidas de impuestos a los poseedores de grandes fortunas, así como a las empresas que posean grandes capitales.
De igual forma, neutraliza la llamada ley seguridad ciudadana y propone una fuerte subida del salario mínimo, todo ello con un acentuado discurso social. El acuerdo para un Gobierno progresista, establece la regulación del precio de los alquileres, incluye la construcción de un parque público de viviendas y recoge un plan estatal para la rehabilitación.
El referido documento dedica un epígrafe entero para la igualdad de oportunidades, políticas feministas. Los dos partidos pactantes se comprometen a aprobar una ley contra las violencias sexuales, frenar la trata y explotación de las mujeres.
Sin embargo, El PSOE se ha caracterizado en los últimos tiempos por evidenciar un claro desenfoque ideológico-programático, basado en la incoherente defensa de los grandes capitales de la empresa privada, monarquía y posiciones políticas conservadoras.
Todo ello ha desencadenado en la pérdida de su militancia, la dificultad para la consolidación de su liderazgo nacional y un acelerado declive electoral, evidencian que el PSOE presenta diversos síntomas que ponen de manifiesto el deterioro de su posición en el sistema de partidos, enfrentado su mayor y más profunda crisis desde 1979.
No hay duda que España ha sido testigo de una dinámica de gobernabilidad relativamente novedosa, todo ello a raíz del pacto suscrito entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Unidas Podemos (UP). Dos visiones ideológicas contrapuestas, pero con un parcial esquema funcional en común.
Pero esta década, más allá de las convocatorias electorales y los cambios de gobierno, ha sido de una gran complejidad política. En poco más de dos lustros España ha sufrido una triple crisis, una de carácter económico, otra territorial y otra en el ámbito sociopolítico.
A raíz de ello, en este periodo se han sucedido movilizaciones sociales de gran calado, conflictos internos en los partidos tradicionales, aparición de nuevas formaciones, y un profundo proceso de judicialización política.
Asimismo, España ha experimentado un descenso social que ha supuesto el empobrecimiento de las clases populares a través del incremento del desempleo y la precarización laboral, con una especial afectación a las generaciones más jóvenes.
El segundo gobierno de Mariano Rajoy termina abruptamente el 2 de junio de 2018, a raíz de la primera moción de censura exitosa de la democracia española. Esto da inicio a un gobierno provisional liderado por el entonces nuevo secretario general del PSOE Pedro Sánchez.
Quien después de convocar dos veces más a los ciudadanos españoles a las urnas en 2019, logra la jefatura del gobierno central, liderando por primera vez en la historia del Régimen del 78, un gobierno progresista de coalición con UP que contemplaba además, un acuerdo de coalición para la formación de una agenda Ejecutiva común para España.
El referido pacto de gobernabilidad entre el PSOE y Unidas Podemos, tiene una gran trascendencia. No solo por dar paso al primer gobierno de coalición que se ha formado en España desde la transición democrática. Es también el primer gran pacto de un gobierno progresista desde la llamada Transición, y se basa en un programa con un fuerte contenido social.
A pesar de la gran responsabilidad social contenida en el pacto gubernamental el PSOE se adhirió a una obscura tradición política conservadora la cual tiene su origen en los tiempos de la dictadura franquista.
El dictador dejó claro que la Guerra Civil tenía como objetivo preservar el patrimonio de las clases privilegiadas económicamente y asegurar un ecosistema favorable para que las riquezas estuvieran a salvo y poder incrementarlas. Pero no todas las fortunas, sino las de aquellos que ayudaron a financiar el alzamiento.
Todo ello sentó las bases para el desarrollo de un capitalismo español, ahora defendido por las posturas neoliberales de organizaciones políticas de derecha y aquellas creadas a la medida del Régimen del 78. Tal ejercicio se encarna en el PP y PSOE, quienes han armonizado con posturas fundamentalmente capitalista en el escenario económico.
En tiempos recientes, la ambigüedad ideológica y la poca constancia política, ha llevado al PSOE a defender lo indefendible. En este respecto, el actual presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, se opone rotundamente a quienes planteen abrir el debate sobre monarquía o república al calor de las irregularidades financieras de Juan Carlos I y su salida de España.
El jefe del Ejecutivo apela a mantener la “fortaleza de las instituciones”, y singularmente la Corona, en medio de la crisis del COVID-19. En este sentido, Sánchez ha llegado proclamar que “el pacto constitucional está plenamente vigente” y en él está “la monarquía constitucional”.
Esto último es algo totalmente contrario al carácter rupturista de la verdadera izquierda española que busca generar los genuinos cambios que desembocarán en la conformación de una República Plurinacional e integrista de la gran diversidad social existente en España.
De igual modo, en todos estos años ha enfrenado procesos de remoción de sus liderazgos que le han colocado al borde de la fractura interna, al tiempo que sus líderes nacionales veían como se reducían progresivamente sus índices de credibilidad.
En vista de la ausencia en una fuerza políticamente cohesionadora dentro de sus filas, el PSOE para procurar su supervivencia ha necesitado apoyarse en factores políticos conservadores, incluyendo la monarquía.
Tal ha sido la decadencia experimentada, que el PSOE ha pasado de ser el partido predominante que en su día logró ejercer la hegemonía social y política en la izquierda española, a disputar su lugar compitiendo electoralmente mediante posiciones conservadoras y a fórmulas neoliberales.
El inicio de la crisis financiera de 2008 y, sobre todo, el empeoramiento de la situación económica en la primavera de 2010, acabaron por desfigurar su proyecto con un giro neoliberal y claramente de derecha.
Todo ello, anteponiendo las exigencias del contexto a las convicciones ideológicas que habían inspirado hasta la fecha el proyecto del PSOE. Este fue el punto de inflexión para el inicio de una desorientación que aún hoy padece esta formación.