La ruptura del bipartidismo en España y su gobierno hegemónico
Hace 10 años las mayorías absolutas en el Gobierno español se terminaron, pero luego se debió luchar contra el bipartidismo hasta la aparición de de formaciones como Podemos y Ciudadanos. Pero, ¿podrán llegar a La Moncloa?
Hace diez años, el Partido Popular de España obtuvo su última mayoría absoluta, de ahí que el expresidente del Gobierno compartió con la victoria con Soraya Sáenz de Santamaría, María Dolores de Cospedal, Ana Mato y Alberto Ruiz-Gallardón.
Pero ahora, esos personajes no están en el panorama político y desde hace mucho tiempo se rompió el sistema bipartidista en el país.
A su vez, propició una transformación en los partidos nacionales, porque las típicas figuras que se veían en elecciones iban perdiendo relevancia.
Estos últimos años han servido para marcar el fin de la dominancia del PP y el PSOE, expandiendo los nuevos horizontes y la conformación de organizaciones más recientes. Donde, no solo se tienen en cuenta las formas de comunicación política modernas, sino que también se está consciente de las complejidades que lleva el forjar acuerdos.
Adiós al bipartidismo estable y las mayorías absolutas
Para nadie es secreto que tanto la derecha representada por el PP y la “izquierda” por el PSOE han ido perdiendo electores, disminuyendo su imagen de agentes políticos.
Así que hablar de “mayorías absolutas” es bastante difícil tomando en consideración estas razones y los otros factores que influyen como el fenómeno de polarización política.
Sin embargo, como todo estratega, los socialistas y populares han intentado esquivar los efectos adversos causados por sus potenciales competidores, sin lograr nada.
Por tanto, seguir siendo los principales partidos dentro de sus respectivos bloques fue un objetivo que poco a poco se esfumó con la aparición de otras formaciones.
Los cambios sociales, el surgimiento de movimientos colectivistas, la aspiración de consolidar la República y más, cambiaron completamente la agenda.
Es allí, donde formaciones políticas como Podemos y Ciudadanos aparecen en escena, manifestándose de manera alternativa a los típicos actores.
Atrajeron el voto de quienes deseaban una transformación, salir de los dos mismos equipos y elegir por líderes que de verdad representasen sus intereses.
Si bien, la comunicación política es esencial para entender los movimientos, la conformación de mayorías para sostener a uno u otro gobierno, dificulta la gobernabilidad.
En el sentido de que, será más complicado llegar a acuerdos concretos dentro de la esfera pública y concertar decisiones que beneficien a los ciudadanos.
La evolución de los intentos de ruptura
El primero del que se tiene data, sería en 1992, con Julio Anguita, quien consagró el primer intento de apuntar hacia La Moncloa, haciéndose espacio entre los dos bloques dominantes.
Posteriormente, hacia 2016, Pablo Iglesias conjuntamente con el actual Ministro de Consumo, Alberto Garzón, se estrellaron en su intento por superar al PSOE.
La coalición de Unidas Podemos buscaba el golpe mortal al Partido Socialista, 85 diputados, y se encontró con una cifra de 71 escaños: la suma de los 69 de Podemos y los 2 de IU logrados.
Aunque muchos catalogaron “ese intento de alianza electoral como un tormentoso y doloroso fiasco“, no se le puede ver todo el matiz negativo.
Hacía falta madurez política, tal vez no eran los personajes más adecuados para alcanzar dicho objetivo y así pare de contar otras argumentaciones que se le puedan atribuir.
Por lo que, en el presente, queda el fenómeno impulsado por la Vicepresidenta segunda del Gobierno y Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, quien está conquistando diversos espacios.
No solo con su proyecto de escucha y la conversación que está promoviendo junto a los colectivos de España, sino hablando de unidad, un concepto inconcebible para la izquierda tras sus intentos fallidos.
Pero, ¿Qué trae de nuevo Yolanda Díaz? Que es imprescindible tejer alianzas, conseguir acuerdos, fomentar el diálogo y también un factor clave: incluir al ciudadano de a pie.
El propio Alberto Garzón la valoró recientemente como la “mejor candidata posible para representar un espacio que es heterogéneo, plural“.
Donde “están Podemos, IU, los comunes“, y donde “puede caber mucha más gente que no está ahora mismo con nosotros trabajando en las instituciones, pero que probablemente tengamos mucho más en común que lo que nos separa“.
Sin embargo, ella ha reiterado que la política partidista pasará a un segundo plano y que rechaza quedarse en la “esquinita” del espectro electoral a la izquierda del PSOE.
Puesto que lo considera “muy pequeño y marginal”, así que va más allá de etiquetas ideológicas, porque tiene la mirada enfocada en la ciudadanía.
Asimismo, enfatizó que: “Yo no quiero unir a la izquierda, quiero que la sociedad española sea la protagonista de un proceso imprescindible de transformación social de mi país. Y ahí quiero que esté todo el mundo”.
De esta manera, nos deja a la expectativa de lo que podría suceder, si la ruptura y su llegada a La Moncloa junto a la plataforma de la izquierda obtenga esa victoria.
O, en el caso más o menos desafortunado, que sea VOX que lidere a la derecha y a la España vaciada hacia el Gobierno, consiguiendo lo que quieren: el poder.