La violencia política de VOX: una reproducción del franquismo
Existe en España una cultura franquista, la cual se encuentra en la actualidad ampliamente extendida en muchos sectores de la población española
No ha sido suficiente la transición política de 1978 para neutralizar el fascismo nazi-franquista y su actual replicador partidista, VOX. Entre todas las contradicciones existentes en el sistema político español, se encuentra la existencia de una derecha que atenta contra el Estado de derecho, al mismo tiempo auspicia un régimen social de tensión y extrema conflictividad social.
Existe en España una cultura franquista, la cual se encuentra en la actualidad ampliamente extendida en muchos sectores de la población española y, sobre todo, en los sectores más pudientes. Asimismo, penetra fuertemente en las clases de renta media superior del país, las cuales suelen ser de tendencia conservadora.
La transición política de la dictadura a la democracia no fue ideal, se ejecutó bajo el mando de los “vencedores” de la Guerra Civil, los cuales plasmaron su impronta en el Estado y en la sociedad española.
Durante la transición, España no tenía un movimiento de ultraderecha, por tal motivo no se visibilizaba fácilmente que gran parte de la población con esta ideología votaba al PP, que ha sido un partido eje del sistema político actual.
Su amplia presencia en las instituciones representativas era y sigue siendo consecuencia de una ley electoral que les ha favorecido durante todo el período democrático, y cuya génesis está basada en una propuesta dictada por la Asamblea del Movimiento Nacional, cuya aprobación por el Estado fue una condición para su aceptación del cambio que ocurrió a partir de la muerte del dictador.
De esta forma, más de una generación de españoles creció y vivió bajo el dominio de Franco, sin ninguna experiencia directa de derechos o procesos democráticos. Evidentemente, al ser un gobierno autoritario tan prolongado, tuvo efectos profundos en las estructuras políticas, en la sociedad civil, en los valores individuales y en los comportamientos de los diferentes grupos sociales.
Han pasado cuatro décadas desde la muerte de Franco y esa dictadura forma parte de la historia, un tema de controversia política y de debate público. En este sentido aún sigue siendo tema de debate en la actualidad.
Todo ello confirma diferentes escenarios de odio que sigue caminando el fascismo español. Al respecto, sectores neonazis de España realizaron el pasado 18 de septiembre de 2021 en el barrio madrileño Chueca una manifestación con consignas homófobas y racistas. Ante lo ocurrido, el Ministerio de Igualdad del Gobierno español anunció que acudirá a la Fiscalía por el contenido de “odio LGTBIfóbico y racista” que se desplegó en la movilización donde había elementos de VOX presentes.
La manifestación, en un claro acto de provocación hostil y contando con alrededor de 200 manifestantes, desfilaron por Chueca, barrio predominantemente gay de la capital española, coreando consignas tales como “fuera maricas de nuestros barrios” y “España cristiana y no musulmana”, de acuerdo con videos difundidos por los medios de comunicación y redes sociales.
Históricamente el conservadurismo español impulsa como propuesta un contexto de conflictividad, Todo ello ante la ausencia de una agenda pública sistematizada que pueda movilizar voluntades por medio de la razón en vez de la emocionalidad y el rencor.
El miedo, instrumentalizado y agitado como un trapo rojo delante de la población, es la forma en la que la derecha espera obtener el suficiente capital político para cumplir sus objetivos. El generalizado estado de miedo y victimización generado por sus discursos es el cemento que busca cohesionar a su militancia.
Según la derecha representada por VOX, existe una supuesta conspiración progresista donde ubican al feminismo, los colectivos LGTB, los medios de comunicación con tendencia rupturista, todos ellos objetivos en la cruzada moral conservadora.
El fascismo de hoy es distinto al de ayer. Ahora, los fascistas se disfrazan de populistas o se autodenominan “derecha alternativa” o “hermanos de Italia”, por citar algunos casos famosos. Todas estas nomenclaturas intentan desdibujar la continuidad entre fascismos viejos y nuevos.
Los primeros ejemplos de esta situación se dieron a nivel global tras la derrota de Adolf Hitler. En Italia, fundaron un partido neo-fascista al que llamaron Movimiento Social Italiano o MSI. En España, el fascismo se quiso desfascitizar, dando lugar a una dictadura híbrida que retrasó a España varias décadas. VOX y afines quieren que se olvide ese dato fáctico.
El tejido cultural español, es un elemento clave para explicar el surgimiento de los partidos populistas de extrema derecha. Por una parte, la aceptación del marco ideológico de una aparente “nueva derecha” camuflada en propuestas de organizaciones verdes, puede propiciar un crecimiento de estos grupos políticos.
Todo ello no sería posible sin la existencia de aquellos vestigios del franquismo, mismos que aún se encuentran vigentes dentro de la actual institucionalidad del Estado Español y sus sectores empresariales. Se trata de pretendidas posiciones hegemónicas que nunca han escatimado esfuerzos para atentar la igualdad de derechos, el pluralismo y la democracia.
Afortunadamente, el contexto de conflictividad y un pasado muy relacionado con periodos autoritarios y fascistas en la historia española, dificulta la implantación plena de la extrema derecha. Si bien, en España la llamada transición no supuso un cambio sustancial con relación al franquismo, la derecha aún cuenta con una serie de estigmas dentro de la sociedad que bloquea el protagonismo de los partidos conservadores.