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La tormenta perfecta en la política española: el ascenso de VOX

La política española está creando una “tormenta perfecta” que puede llevar a la extrema derecha mucho más allá de sus mejores expectativas.

Hasta hace unos días parecía que las elecciones en Castilla y León habían supuesto un duro golpe para la democracia española. Pero parece que no va a ser el único, ni el último. La política española está creando una “tormenta perfecta” que puede llevar a la extrema derecha mucho más allá de sus mejores expectativas.

Las elecciones en Castilla y León

En una dura campaña, marcada por las acusaciones cruzadas, los insultos, las sospechas de corrupción y los ataques personales, VOX ha demostrado, una vez más, que sabe “pescar en río revuelto” y que se mueve muy a gusto en el fango político que ellos mismos crean. (La retórica de la extrema derecha: la nueva ‘Neolengua’). Eso es especialmente cierto debido a la casi completa ausencia de un programa político definido, más allá de las demagógicas y esperpénticas declaraciones de sus líderes.

Las elecciones del pasado 13 de febrero han supuesto una gran ganancia para VOX, que puede plantear un preocupante escenario, de cara a las elecciones generales de finales de 2023. Sobre todo, si el actual y más que posible escenario se confirmase y la extrema derecha entra en el gobierno regional, de la mano del PP, que depende de la formación “verde” para seguir en el poder, después de 35 años de inacción absoluta en la región. (El papel político de VOX: la transformación del electorado hacia la extrema derecha)

Ya durante la noche electoral, un exultante Santiago Abascal dejó claro que la intención de su partido es entrar a formar parte de un posible gobierno regional de coalición. Se trataría de un paso que abriría la puerta a la participación activa de VOX en cualquier gobierno nacional que intentase formar el PP. Hasta ahora, el partido de extrema derecha se había limitado a dar apoyo desde el exterior a diferentes gobiernos regionales, como en Murcia o Madrid.

A pesar de que durante la campaña la dirección nacional de los populares ha intentado distanciarse del radicalismo de VOX, Fernández Mañueco, el líder del partido en Castilla y León, ya abrió la puerta a ese apoyo, al señalar que estaba dispuesto a dialogar con cualquier fuerza política. Pero, si exceptuamos el PSOE, el partido de Abascal es el único con fuerza suficiente para garantizar la continuidad a los 35 años de dominio del PP. Si el PP quiere formar gobierno le va a resultar muy difícil no incluir a la extrema derecha en el gobierno regional. Y, a la larga, en un posible gobierno nacional.

La lucha interna en el PP

El avance de las elecciones en Castilla y León estaba pensado para acallar determinadas acusaciones de corrupción en las filas de la dirección regional del partido, pero también para intentar frenar las duras luchas intestinas que el partido de Pablo Casado estaba sufriendo en esos momentos.

Unas luchas que han culminado en el enfrentamiento abierto entre la dirección nacional de Casado y la radicalizada presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Unas luchas que hace tiempo que se estaban gestando, pero que ahora han derivado al conflicto abierto, a una “guerra civil” en el partido en que cada uno está apostando por su “caballo ganador”.

Estas luchas fratricidas están teniendo unos resultados muy alarmantes. Por un lado, están resucitando algunos de los personajes más oscuros y siniestros del partido, como Cayetana Álvarez de Toledo, Cristina Cifuentes o Esperanza Aguirre, que están aprovechando el momento para pasar factura a Casado, a través de su apoyo a Díaz Ayuso. Se trata de un pulso a la dirección nacional para saber cuáles de los “barones” del PP saldrán reforzados de la purga.

Sin embargo, por otro lado, la lucha interna en el PP está dejando a sus votantes más radicalizados con una perspectiva bastante desoladora, por el esperpéntico espectáculo mostrado por su partido de referencia. Y esos votantes “huérfanos” podrían volverse rápidamente hacia la extrema derecha de VOX, en busca de una estabilidad que, por ahora, el PP parece no poder proporcionarles.

Esta perspectiva debería hacer que todos los demócratas del país sintiésemos una cierta angustia. Pero muchos solo se están regocijando por el espectáculo mediático de Casado & Cía., sin tener en cuenta otros efectos colaterales.

Conviene recordar que, en el espacio de poco más de tres años VOX ha pasado de ser un partido meramente marginal a convertirse en una fuerza a tener en cuenta (y temer) en el escenario político español. Al mismo tiempo, hemos visto la práctica de desaparición del partido liberal “centrista” que suponía Ciudadanos, que ha perdido prácticamente toda su representatividad, en medio de una polarización cada vez más acusada de la derecha española. (La necesidad de un “cordón sanitario” contra la extrema derecha y la derecha extrema)

¿Qué pasará con VOX si el PP se quiebra, aunque no llegue a desaparecer? ¿Se podría en el nuevo partido de referencia de la derecha española? ¿Veremos convertir un gobierno nacional controlado o dominado por la extrema derecha más rancia y reaccionaria? Son preguntas que debemos plantearnos y seguir con atención la situación política entre la derecha española.

Lo que creo que ya es evidente es que estas tensiones internas del PP y la práctica de desaparición de Ciudadanos no benefician, ni mucho menos, a la izquierda ni, por supuesto, a la sociedad española, y que se está abriendo un difícil escenario de radicalización de la derecha.

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