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Golpe contra Petro, la oligarquía colombiana no puede mantener su farsa democrática

Lo que más teme el conservadurismo colombiano, es que la victoria de Petro desencadene un proceso de cambio que empodere a amplios sectores sociales empobrecidos.

El pasado domingo 13 de marzo, Gustavo Petro por medio del Pacto Histórico se ha posicionado como la primera fuerza política de Colombia. Para el pesar de una oligarquía hundida en sus propias contradicciones.

El Pacto Histórico superó todas las consultas, y alcanzó la mayor votación para el Senado de la República y para la Cámara de Representantes, sumadas todas las circunscripciones departamentales.

Su dinámica y empuje obligaron a que las consultas presidenciales sean más robustas en comparación con 2018. Se enfrentarán diversos agrupamientos y coaliciones que van a ser determinantes para posicionar a los principales candidatos de cara a la primera vuelta.

Esto deja a Petro como claro favorito para ganar las elecciones presidenciales del 29 de mayo y descabalgar a una derecha que históricamente ha ostentado el poder. Sin embargo, en el país neogranadino existen factores que aún pueden sabotear el ascenso de la izquierda.

Se trata de un sector conservador el cual ha venido ejerciendo una falsa “democracia“, donde ha llegado a emplear narcotráfico y el paramilitarismo como herramienta política. En este sentido, las castas dominantes han establecido a la “amenaza petrista” como su objetivo a vencer.

La derecha colombiana y sus asesores saben que se han presentado todas las condiciones para que llegue a la Presidencia un auténtico líder popular que cuenta con el perfil, experiencia, preparación, inteligencia, audacia y el apoyo ciudadano para lograrlo.

Ante el indetenible avance de la izquierda por medio de la plataforma del Pacto Histórico, lo que más teme el conservadurismo colombiano, es que ese hecho político desencadene un proceso de cambio que empodere a amplios sectores sociales empobrecidos, marginados y excluidos de lo que llaman “democracia” y “desarrollo”.

Bajo estas últimas premisas populistas, puede afirmarse que las élites colombianas demostraron habilidad para mantenerse en el poder, donde el mayor ejemplo ha sido la creación del Frente Nacional, una alianza entre los dos partidos hegemónicos de su época.

No cabe duda que Colombia es un país con alta concentración de la riqueza y poder en el sector conservador. Estos sectores usan ese poder en contra de cualquier proyecto que pueda ser una amenaza a sus privilegios. Así han logrado frustrar cualquier proyecto de transformación serio proveniente de la izquierda en este país.

Dichas transformaciones políticas pondrán en riesgo todos los privilegios que la derecha ha atesorado a lo largo de los siglos en que su dominación impuesta por medio de la violencia. Para evitar perder poder, la oligarquía se valdrá de un uso discursivo que fomente el miedo en la población sobre las supuestas consecuencias de llegar Petro a la presidencia.

Utilizan las crisis económicas en Cuba, Nicaragua y Venezuela mostrando una visión sesgada de esas realidades. Asimismo, tergiversan lo que ha ocurrido en países de América Latina en donde el progresismo y las izquierdas han logrado importantes avances para sus pueblos y naciones.

Cuando se hace referencia a la oligarquía, se denotan los grandes grupos económicos que forman parte del capitalismo financiero globalizado. Ellos hoy comparten el territorio, las riquezas, el mercado y la mano de obra colombiana con los enormes conglomerados capitalistas de diversa procedencia y origen.

Ha sido la oligarquía latifundista, conservadora y clerical la que siempre ha dominado en lo económico, político y cultural. Se han valido de diferentes expresiones políticas para traicionar a los pueblos y trabajadores, estimulando el surgimiento radicalismos políticos.

La derecha colombiana ha ejercido en las últimas décadas un supuesto “juego democrático”, el cual es de corto alcance y que no ha sabido asumir las auténticas rebeldías populares. En su lugar, alentaron levantamientos y sublevaciones armadas para identificar a los líderes populares y liquidarlos mediante el asesinato o la desaparición.

Por ello hay dos Colombia que chocan históricamente. Una Colombia tradicional que es patriarcal, machista, conservadora, y que busca el statu quo y otra reactiva al tipo de valores del conservadurismo. Es una Colombia que está comprometida con nuevas agendas ciudadanas como los derechos sexuales, economías verdes, beneficios laborales, etc.

Diversos analistas concuerdan que la estrategia del Pacto histórico es considerablemente diferente a la formulada hace 4 años. Por primera vez, desde los tiempos de Gaitán, la izquierda en Colombia encuentra la cohesión suficiente para juntar a la gente en torno a una misma agenda de izquierda, lejos de la lucha armada.