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Empleo y juventud en España, una tarea pendiente

Está más que clara la importancia que tiene para el desarrollo de una nación, las formas de trabajo, derechos y condiciones que se construyan para vitalizar ese universo. No es sorpresa entonces que la Constitución del 31 definiera al país como una República democrática de trabajadores.

El empleo en España, las tareas pendientes

Uno de los elementos importantes en la vida de ser humano es el trabajo, este le da estructura, y genera posibilidades de bienestar social. Sirve además de acicate para resolver las necesidades objetivas y subjetivas de quien lo realiza. En el plano colectivo, las industrias y los Estados crecen al calor de las manos que trabajan y transforman lo dado en el campo, en el transporte, en la escuela.

Pero qué pasa si, ese espejo de tinta que es el mercado laboral, devuelve una imagen distorsionada y trastocada por la falta de regulaciones y decisiones que estén realmente dirigidas a resolver uno de los problemas estructurales de la España del viejo y nuevo siglo, a saber, la temporalidad, el desempleo y la precarización de las condiciones laborales.

Está más que clara la importancia que tiene para el desarrollo de una nación, las formas de trabajo, derechos y condiciones que se construyan para vitalizar ese universo. No es sorpresa entonces que la Constitución del 31 definiera al país como una República democrática de trabajadores. Sin embargo, la tarea pendiente en la España de hoy es una emergencia.

¿Qué se ha hecho?

En los últimos 30 años se han realizado siete reformas laborales. Todas ellas con intenciones reales de generar soluciones orgánicas a tan pesado problema; pero a pesar de ellas, la poca profundidad con la que se han implementado no han permitido desarrollar una nueva institucionalidad que permita crear espacios fecundos de formulación, diseño, evaluación y control de políticas destinadas al mundo laboral.

Estas falencias, han ocasionado ingentes vacíos en los sistemas de colocación españoles, una interacción poco fértil entre el Estado y las empresas que pudiesen permitir un diagnóstico compartido transparente y oportuno, traduciéndose esto en una política de empleo poco efectiva.

Otro factor interviniente en el bajo índice de personal calificado en estas áreas, es que no existe un flujo constante entre los centros formativos y las exigencias o requerimientos de la administración pública y las empresas.

Estas ausencias crean un cuello de botella entre los índices de estudiantes graduados y los índices de inserción laboral. Este divorcio es uno de los grandes temas por discutir en la España de hoy.

Estas deficiencias generan problemas en cascada. Los programas destinados a generar empleos en los distintos sectores de la población no son lo suficientemente amplios como para mantener altos niveles de empleabilidad, y con ello, índices óptimos de producción y desarrollo en la economía.

El problema

El centro del debate: la inseguridad jurídica en el momento de la contratación. Son moneda corriente los contratos por un día, pocos meses, el empleo o desempleo estacional que cobija a muchos jóvenes españoles.

Esta misma inseguridad jurídica, se expresa en la rigidez salarial y las dificultades para encontrar trabajo en los momentos de crisis  como consecuencia de fenómenos como las guerras, las pandemias, los problemas económicos globales entre otros.

En el caso español, los índices de desempleo han tocado picos históricos de hasta un 25 %  en períodos como la guerra del golfo o la crisis del 2013; y un 13 % durante el año 2020.

Estos números astronómicos, rompen cualquier cotidianidad posible, lo que genera los lamentables números de pobreza en la juventud española y desasosiego en las poblaciones más vulnerables como lo son las mujeres y los adultos mayores.

Otra población altamente afectada por esta plaga es la juventud, España tiene una de las peores tasas de empleo en la eurozona. En lo que a índices juveniles se refiere, este asunto pendiente, convierte a los jóvenes trabadores en la parte más débil de la cadena, tanto en la figura de nuevos empleados como en los becarios.

El riesgo de pobreza cristaliza en los jóvenes ente 20 y 29 años de edad en un 35 %. Estas cifras desoladoras son los puntos de inicio de las discusiones inter sectoriales que se asoman hoy en el país.