Contradicciones conservadoras y fascismo: contra Le Pen pero con Vox
Cada día es más común advertir la presencia de pequeños grupos, movimientos o partidos políticos que abiertamente están inscritos en lo que podemos llamar o definir como extrema derecha.
Cada día es más común advertir la presencia de pequeños grupos, movimientos o partidos políticos que abiertamente están inscritos en lo que podemos llamar o definir como extrema derecha.
Tanto en los medios de comunicación tradicionales, a saber, la televisión, la radio o en las distintas plataformas digitales informativas y comunicacionales vemos un crecimiento paulatino pero sostenido de su presencia.
Desde el discurso y la imagen, estos grupúsculos van construyendo horizontes de sentido y generando redes de seguidores en todo el mundo. Hacen vida en las calles de Caracas, así como en Atenas o en Madrid.
Hoy
Este renacer de ideas ultraconservadoras, como en una especie de evocación al fascismo, nos recuerda inevitablemente los terribles hechos vividos por la humanidad durante la primera mitad del siglo XX.
Incluso, estas ideas desempolvadas, transportan al lenguaje cotidiano palabras olvidadas por oscuras y feroces tales como fascismo, raza, odio, el otro enemigo, etc. Es por ello, que se hace urgente convocarnos para hablar sobre estos temas.
Esta especie de sujeto elíptico que es nuestro pasado, trae hasta nuestros días una importante discusión sobre la permanencia en nuestros sistemas de gobierno de este tipo de regímenes políticos.
Es importante hoy, tensionar por qué en nuestro tiempo con temor o curiosidad, miramos hacia sus figuras representativas, a sus programas de gobierno y nos preguntamos si estaremos cerca o no de ser gobernados por ellos.
Uno, dos
La primera gran cuestión, sería revisar si el fascismo como lo conocimos en los cuarenta es el mismo de hoy.
Para algunos estudiosos el uso a calco de viejos conceptos, nacidos al calor de contextos sociopolíticos y económicos distintos a los de hoy en día no es muy correcto.
Miremos esto más de cerca. Los elementos que pudieran tener en común, serían el tipo de discurso, la estética militar, disciplinada, gris, la aparición de grupos violentos juveniles de choque (esto en menor cuantía en la actualidad), el empleo de símbolos históricos filo nazis, entre otros.
Así mismo, al hablar de los intereses de la oligarquía, tendríamos que recordar a contramano el auge del movimiento obrero, la política de masa de los grandes partidos derechistas y la propaganda dirigida principalmente a las clases medias.
A ciencia cierta, estas acciones le confieren a la extrema derecha de hoy matices de esos inicios, con un agregado: la crisis como justificación histórica, como telón de fondo.
Un segundo uso que encontramos del término fascismo, lo hayamos dentro de la política electoral, cuando uno u otro bando quiere a través de la propaganda golpear al contrincante, hacerlo ver como algo temible y no elegible.
Un ejemplo de ello podrían ser las acusaciones entre bandos de ser totalitarios o comunistas, en un claro desconocimiento del tema. Podemos encontrar otros tantos pero estos son los más relevantes.
La crisis
Como puede verse a ojos vista, la crisis económica que hoy atraviesa la realidad europea y mundial, ha servido de asiento para el resurgimiento de estos grupos y partidos como hace ya casi un siglo.
Para la burguesía, históricamente la salida ante este contexto ha sido siempre la de replegarse y apostar por ideas y líderes políticos conservadores.
Ejemplo de ellos en nuestros días, Le Pen en Francia, la extrema derecha polaca, Hungría, entre otros. En fin toda una reconfiguración de las alianzas entre sectores nacionalistas y populistas.
La clase media
En ambos momentos históricos, ha habido un gran objetivo: la clase media descontenta; hoy día más extendida y relacionada con los asuntos del gobierno. A pesar de tener como base social a los más desfavorecidos, estos regímenes y grupos buscan sumar a esta población educada y hacedora.
En fin, como podemos apreciar hay muchos elementos en común, entre ambos actores y momentos.
Algunos otros les diferencian, como por ejemplo la imagen institucionalista y renovadora del pasado de los partidos que como VOX alzan algunas de estas banderas.
Otro elemento que les distingue es la cultura de la violencia que portan, y los enemigos construidos desde las minorías. Hablar de exterminio en nuestros días ya no es moneda común, he allí la hipocresía necesaria para poder entrar en el juego del poder a partir del voto popular.
Esa construcción identitaria es necesaria, para coexistir en el sistema democrático.