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¡Y lo volvieron a hacer!

La enésima remontada del Bernabéu

El Real Madrid.

Concha Espina esquina con la Castellana.

Un coliseo capaz para 65.000 espectadores que se transforma en una olla a presión.

Un misterio insondable digno de Fulcanelli.

Y es que realmente resulta inexplicable como, pese a los watios de potencia que posibilitan la enorme luminosidad que permite la retransmisión en alta definición, de repente, como si se hubiese accionado un interruptor, se agita el avispero y un enorme calambre sacude a todos los concentrados, explota, y transmite aún más julios por segundo a todos los asistentes ya en trance hipnótico, y en este estadio tenemos nuevamente otro tsunami, todavía más devastador que el anterior.

Para aquellos que no lo conozcan, en el tercer y cuarto anfiteatro de esta catedral están instaladas barras “antipánico”, es decir, unas barras situadas frente a los asientos como consecuencia de la gran inclinación y fuerte pendiente del graderío. Sirven para tranquilizar y ofrecer más seguridad a los espectadores ubicados en aquellas zonas.

Pues bien, desde ahí arriba, como un gigantesco alud blanco (el color dominante en las vestimentas de los aficionados), esa energía de la que antes hablaba se precipita sobre el césped, amenazando con sepultar a todo aquel intruso en ese territorio sagrado que no vista de blanco y en el que nadie está libre de ser triturado.

Y en esta bendita ocasión, como se decía antiguamente en los espectáculos circenses: “Más difícil todavía”. Era como soñar despierto, aún pedimos nos pellizquen, hubo un momento que aquello parecía tan improbable como que te tocase el “Gordo” de Navidad o “el Bote” de Euromillones.

Pero el milagro se dio, contra todo pronóstico, contra el escaso margen de tiempo que restaba y contra todas las leyes de la lógica, vaya si se dio.

Allá os va la película de esta última gesta desde el inicio:

 

  • Llegada del autocar del equipo al estadio, para ir calentando motores.

 

  • Prolegómenos

 

  • En la primera parte ambas defensas fueron bastante superiores a las delanteras, y aunque hubo tres o cuatro ocasiones para cada equipo, fue tras el descanso cuando el Madrid puso ya toda la carne en el asador, aunque sin consecuencias, posibilitando en este periodo los peligrosos contraataques del Manchester.
  • Y así llegamos al minuto 72, en el que Mahrez, aprovechando un magnífico servicio de Bernardo Silva (el mejor del City), casi de un punterazo, fusila como veis a Courtois, 0-1.

 

  • El Madrid tocó a rebato, pese a la distancia que parecía ya casi insalvable (dos goles), pero ello coincidió además con el mejor futbol de los ingleses, que en los pies de Grealish, tuvieron dos ocasiones clarísimas, una salvada en la raya de gol por Mendy, y la otra, rozada milagrosamente por un taco de la bota de Courtois.

 

  • Y así nos plantamos en el glorioso minuto 89 en el que empieza a reproducirse el milagro del Bernabeú (otra vez más). Benzemá consigue desviar hacia el centro del área un servicio de Camavinga, y Rodrigo hace el clásico gol del más listo que ninguno al anticiparse por centímetros y décimas de segundo al portero rival y a la defensa.


 

  • Afortunadamente, el colegiado nos concede seis minutos adicionales de tiempo añadido, y en el minuto 92, se concreta el milagro: Carvajal hace un recorte extrañísimo, envía un centro al área y….¡carambola!, Marco Asensio roza el balón sin conseguir rematar y la pelota, rozadita es golpeada en el instante preciso por la cabeza de Rodrigo y acaba besando las mallas. ¡La magia del Bernabéu!


 

  • Nos vamos a la prorroga, y en el minuto cinco…¡Penalty!.


 

  • Y a Benzemá no le tembló el pulso, pese al desafiante portero (miren el caso que le hizo).

 

Y ahora, una historia personal que involucra a uno de estos actores (ya talludito), y os puede hacer comprender un poquito mejor lo que intento trasmitiros que sucede en estas grandes ocasiones:

Me contaba el protagonista de una de esas noches mágicas, al que tuve el honor y el placer de tratar por motivos que no vienen al caso, que en esos momentos el subidón era tal que no alcanzaba a comprender como había sido capaz de aguantar a ese ritmo los noventa minutos más una prórroga, cuando en los últimos momentos de la misma se había visto obligado a ganar el que estaba seguro fue el más rápido sprint de su vida, y que al terminar el partido cayó totalmente desplomado y aún no se explica cómo fue capaz de llegar hasta la ducha. Me decía igualmente que la sensación que sentía en esos momentos era como si levitase, como si de repente sus pies no pisasen el suelo y cómo, con la sensación de no sentir su propio peso, el público les llevaba en volandas a él y a sus compañeros hasta conseguir la ansiada remontada.

Y ahora, cambiando de tercio, miren las caritas de sorpresa que se les quedaron a los jugadores ingleses, de no acertarse a explicar lo inexplicable, lo incomprensible, lo que había sucedido en un partido que tenían chupado prácticamente a un minuto del final.



 

Las mismas caras que ya habíamos visto en el P.S.G., en el Chelsea, y que nos recuerdan también bastante la de alguna de las victimas de Nadal (otro gran madridista), que tras tenerle casi muerto con dos o tres Match-Ball a favor, acaban perdiendo inexplicablemente (para ellos) el partido.

  • El Bernabeú era una fiesta


 

  • Cantando enfervorecidos a coro aquello de…..

¿Cómo no te voy a querer……?

¿Cómo no te voy a querer……?

Si fuiste campeón de Europa una y otra vez….

(ya tenemos, con 13 títulos, dificultades a partir de la decima para rimar los ordinales. Es lo que nos pasa)

¡Si, si, si….nos vamos a París!

(Os prometo una crónica de la final aderezada con alguna historia de la ciudad que más me gusta de Europa de entre las que conozco, junto con Praga, siempre que el sorteo de entradas para los socios del cupo que facilite al club la UEFA, me favorezca, como así espero).

Allí cuento con asistir con vosotros a otra gesta similar dada la confianza que supone el contar con la enorme grandeza de este equipo: Nunca, nunca, nunca, se da por derrotado.

 

¡Hala Madrid!

 

Salud y trabajo.