El reino de Cronos y la hora 23 de Guillermo Lasso
Guillermo Lasso –guardando las distancias- ha venido a convertirse en el parricida del defenestrado y emasculado Urano.
Así, simplemente, es la cifra que señala la última hora del día, o también podría ser el señalamiento de que han transcurrido ya 23 horas desde que comenzó el día por terminar, incluso podría interpretarse como la agonía del día, o la hora previa anterior al nuevo día.
Una vida en su hora 23, sería entonces una vida por terminar, después de haber vivido el tiempo que tenía asignado, 23 horas también pueden ser el decurso de la mitad de un día (una vida) tomando en cuenta que el nuevo día se mide desde el ocaso, anochecer o crepúsculo vespertino hasta el siguiente alba, aurora, amanecer o crepúsculo matutino.
Una vez escrito esto y esperando haber logrado una ambientación en cuanto a la administración del reino de Cronos, aquel titán mitológico “padre del tiempo” que emasculó a su padre Urano y lo condenó a vivir confinado en el Tártaro, todo eso mucho antes de la aparición de Zeus (quien repitiendo la historia envió a su padre Cronos al tártaro) y sus hermanos Poseidón y Hades.
Guillermo Lasso –guardando las distancias- ha venido a convertirse en el parricida del defenestrado y emasculado Urano, pues ya le ha llegado su hora 23 y próximo está a ser confinado en el tártaro de la historia; actualmente vive el crepúsculo de su vida política y los mortales únicamente esperan que Zeus, el Dios de los Dioses del Olimpo regrese de su descanso desde aquel lejano reino de los países bajos del Sur, y ponga en orden la casa y en su lugar a los rebeldes que han pretendido hacer del reino Ecuatorianensis una posesión privada o particular y también privada de todo, para mantener sometidos y confinados a los despojados ciudadanos sin que puedan acceder a la satisfacción de sus necesidades básicas a no ser que paguen por ello a los regentes puestos allí, para así mantener la hegemonía aparente, que no durará hasta la última hora, pues ya se vislumbra el retorno del hijo de Rea, a quien Cronos creyó muerto, pero está más vivo que nunca.
Entonces el antiguo Tártaro, próximo a convertirse en el reino de Hades, alista las mazmorras en las que quedarán confinados los pretendidos semi-dioses que han pretendido apropiarse de todo desde que se dieron las guerras en tiempos de Boltaire, Trujillo, Lady Diana, Baca, la Camacho, el Saquicela y toda suerte de trolls, gorgonas, cancerberos y otros de poca monta y mala madre como los Roldán, y demás gorgojos lentejeros, que a suerte de reinvindicaciones particulares, no les ha importado traicionar, mentir, robar, inventar, perjurar y abjurar, con tal de implantar en la conciencia ciudadana un mentira de corrupción y desastre que por mucho que hayan tratado en los últimos cinco años, sólo han logrado mantener vivo el amor de los mortales por su inmortal y eterno Zeus que gobernó y volverá hacerlo en beneficio de los hoy despreciados.
Volverá con el rayo en su diestra y con el trueno desde el cielo para imponer el reino anhelado, y vendrá presto a reparar las injusticias y destrozos y a castigar a los mercaderes deshonestos y agoreros de la conveniencia, el saqueo y el pillaje, portando además la virtud libertaria para todos los habitantes del territorio bajo el Olimpo de esta parte del mundo.
Me acabo de percatar, que también a la hora 23:00 de este día 5 de mayo de 2022 he escrito este artículo mitológico, que tiene que ver con el tiempo de aquellos y de nosotros.
El Olimpo estuvo mejor con Zeus, y en Ecuador ¡con Correa estábamos mejor!