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Cortadas por la misma tijera: Estereotipos

Los estereotipos de género están por todas partes, por eso hay que ir rompiéndolos con educación y aprendizaje.

Nuestra nueva realidad nos ha obligado a salir de los moldes impuestos por las generaciones pasadas, llevándonos a reinventarnos y redescubrirnos constantemente en busca de una identidad, tanto en lo individual como en general.

Más aún porque el tema relacionado con roles de género y estereotipos afectaron a muchas personas por bastante tiempo, viéndose obligadas a cumplir con las ideas impuestas y asumidas según sea el caso.

Hombres y mujeres luchan contra los problemas que surgen a partir de esta característica de la sociedad, porque si bien somos “iguales”, también poseemos diferencias que nos distinguen y al mismo tiempo nos unen como una comunidad política.

Dichas actitudes y aptitudes que forman parte del “paquete de estereotipo” tienden a ser aprendidas e interiorizadas a través de un proceso de aprendizaje y de culturización, llamado también, proceso de socialización.

A diario nos enfrentamos con la socialización, ya que como seres humanos aprendemos e incorporamos valores y comportamientos de la sociedad en la que nacemos, y también nos desarrollamos.

De ahí parte la idea de ver algunos aspectos como “normales” y “cotidianos”. Es en ese punto donde quiero ser incisiva, ya que algunos de esos estereotipos perjudican no solo a las mujeres, sino también a todos como sociedad, pero ha sido el género femenino el más afectado.

Los estereotipos de género

Para refrescar un poco los conceptos, esto responde a aquellas ideas o creencias arraigadas en la sociedad relacionadas con cuál es o cuál debería ser el rol de los hombres y las mujeres, sin ninguna justificación científica o demográfica que guarde relación con el hecho.

Asimismo, se destacan porque atribuyen rasgos, actitudes, comportamientos y patrones a cada uno de los géneros, los cuales son compartidos por mucha gente y, por lo tanto, forman parte del imaginario de una determinada comunidad.

Ahí entra lo de: las mujeres deben mantenerse en la casa, encargándose de los deberes hogareños, criando a los hijos, mientras el hombre —que es cabeza del hogar— sale a trabajar y lleva todo lo necesario.

Seamos realistas, en el mundo hay una gran diversidad de hogares, cada familia funciona bajo una dinámica distinta y aunque algunas no son las mejores, se puede aspirar a algo mejor: lo que incluye no perpetuar labores sólo por el hecho de que sea hombre o mujer.

Por otro lado, estos estereotipos comienzan a adquirir relevancia y fuerza en la medida de que las personas los compartan, promoviéndolos como ideas difícilmente refutables porque “es lo normal, es lo que está establecido“.

¡Pero no nos quedamos sin esperanza! Porque todo está en la educación, así que pueden ser corregidos o desmontados con herramientas.

Y si todavía no localizas el nivel de negatividad que tienen, pues estos mismos estereotipos condicionan el desempeño de las personas desde edades muy tempranas, incluso generando en muchos casos situaciones de desigualdad y discriminación.

Existen una serie de estereotipos vinculados fuertemente a las mujeres en cuanto a sexualidad e imagen corporal se refiere, los cuales son los más comunes y rutinarios de escuchar. Entre ellos:

  • La belleza exterior en las mujeres facilita el acceso a una mejor posición social y laboral.
  • La mujer debe conseguir llegar a ser una princesa para poseer a su príncipe azul.
¿Dónde queda la hiperfeminidad e hipermasculinidad? 

En el caso de la hiperfeminidad, es la exageración de los estereotipos de comportamiento y características que se consideran femeninos, lo que puede incluir conductas: pasivas, ingenuos, de inocencia sexual, suaves, coquetos, delicados, maternales y complacientes.

Por otro lado, la hipermasculinidad es la exageración de los estereotipos de comportamiento que se consideran masculinos.

Creen que deben competir con otros hombres y dominar a las personas femeninas con comportamientos agresivos y toscos, tener mucha experiencia sexual, ser poco sensibles, físicamente imponentes, ambiciosos y exigentes.