Perfilando al buen líder
Un líder nace o se hace. Lo cierto es que todos podemos asumir este rol de la mejor manera, si cumplimos con ciertas características.
La historia de la humanidad ha estado repleta de numerosos líderes que dejaron un impacto —positivo o negativo— y marcaron hitos con sus legados. Pero para bien o para mal, sus acciones tuvieron un efecto de tal magnitud que, por ello, seguimos hablando sobre sus vidas. Incluso nos planteamos cosas desde sus perspectivas.
Es por ello por lo que hemos venido repasando los diferentes estilos de liderazgo, empezando por los más comunes, hasta los menos conocidos. Pues aunque algunos lo nieguen, todos tenemos un líder en nuestro interior. Está en nosotros sacarlo a la luz en beneficio de una causa que defendamos.
Muchos se preguntarán de dónde vino la ocurrencia de escribir sobre este tema, que además de ser bastante amplio, posee diversas fuentes y autores interesantes. Por el hecho de que vi una cátedra en la universidad llamada “Liderazgo”, y en sugerencia de mi editor, aquí estamos.
Pero en esta ocasión, en lugar de lanzarnos de cabeza a una clasificación, vamos a abordar algunos aspectos de lo que significa ser un buen líder, y así comprender que todos podemos convertirnos en uno.
Todos tenemos un potencial intrínseco
Cada uno de nosotros tenemos tanto fortalezas como debilidades. También diferentes tipos de inteligencia, talentos y habilidades que nos permiten cohesionar de una manera más rápida en ciertos puestos, así como también en equipos.
Lo cierto es que, diversos autores, entre ellos Stephen Covey, señalan que tenemos “dones” que se destacan al momento de desempeñar el rol de líder como lo son:
La libertad y la capacidad de elegir, porque encamina su existencia como quiera. Hay el “estímulo y respuesta”, y aunque son receptivos ante influencias, poseen el poder de decisión y elección.
Leyes o principios naturales de carácter universal que nunca cambian, porque son atemporales, indiscutibles y propician la autoridad que emana del dominio de las normas.
Pero, ante el uso indebido de la libertad, los principios podrían oscurecerse. Por ello existen los ordenamientos jurídicos que emanan de los juicios de valor socialmente compartidos.
Las cuatro inteligencias o capacidades: física/económica, que incide más que todo en los sistemas que funcionan en el cuerpo humano; emocional/social, que es el conocimiento sobre sí mismo, la sensibilidad, empatía y vínculos con los demás; mental y espiritual, esta última corresponde a la capacidad de analizar, razonar y pensar en abstracto, de usar el lenguaje y comprender. Pero, la espiritual, es la más importante porque representa la voluntad.
Los tres pilares fundamentales del líder
Como señalamos en artículos anteriores, si bien hay tipos que son diferentes entre sí y no se parecen mutuamente, podemos resaltar que es indispensable que cada líder posea:
- Visión: Es una creación mental que deriva de la imaginación y permite plantearse una serie de ideas con el objetivo de materializarlas en el plano físico. Implica innovación, creatividad, ingenio y engloba un compendio de elementos como sueños, objetivos, deseos, metas, esperanzas, aspiraciones y logros. Son también proyecciones de futuro que tiene el individuo para trazar un camino hacia los propósitos planteados.
- Disciplina: Porque permite que la visión se ejecute, y porque mediante el sacrificio y su rigurosidad en la conducta ordenan las prioridades, actuando conforme es necesario. En este atributo se establece un equilibrio.
- Pasión: Se refiere al fuego interior que se gesta en el corazón del ser humano y desata conexiones emocionales, sentimientos positivos y determinación. Conlleva vocación de servicio, porque le apasiona su labor. De esta manera, responde con diligencia, responsabilidad y organización ante las situaciones.
Sin embargo, se hace un inciso para hablar sobre la “conciencia y ego” en el líder, porque pese a que las personas tengan valores, principios y creencias que permiten distinguir lo bueno de lo malo, pueden dejarse llevar por dogmas negativos.
Y así, la persona va adquiriendo…
- Sabiduría: Porque usa de manera beneficiosa el saber y posee información que está canalizada conjuntamente con la formulación de planes y metas, al igual que enseña a respetar a todas las personas, a celebrar diferencias y a guiarse por la ética.
- Humildad: Una virtud esencial para aquellos que están en posiciones de poder, porque le hace reconocer que existen principios y normas naturales que debe tomar en cuenta para regular su conducta.
- Sacrificio: Es la esencia de la autoridad moral, porque implica abandonar las pasiones e intereses propios, por objetivos que realmente vayan conforme al bienestar de la colectividad.
Y algunos hábitos del buen liderazgo
- Ser proactivo: Porque reconoce que tiene una responsabilidad, y tanto sus decisiones como elecciones, tienen un impacto. Igualmente distingue su libertad para elegir, basándose en sus principios y valores, y sin dejarse llevar por emociones o condiciones.
- Empieza con un fin en mente: Así que probablemente ha trazado un plan de acción para conseguir ese propósito que pensó.
- Establece primero la organización: Ejecuta las prioridades, trabajando en un orden específico para canalizar las exigencias primordiales.
- Pensar en ganar-ganar: Implica aspirar en términos de negociación, con el objetivo de enfocarse en la abundancia y oportunidad, en lugar de escasez y competencia.
- Procurar ser comprensivo y pedir disculpas si es necesario: Es importante escuchar con la intención de entender a los demás, y no con la intención de responder de manera altiva. Es necesario fortalecer la comunicación.