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Desmontando masculinidades: frágil y hegemónica

La masculinidad es un constructo social que va a variar según la sociedad. Se habla mucho sobre la frágil y la hegemónica, y hoy vamos a analizarlas un poco.

Para hablar de conceptos compuestos como «masculinidad frágil» y «masculinidad hegemónica», necesitamos comprender que la masculinidad es un constructo social, que está basado en un tiempo y un espacio, y varía según la sociedad.

Este concepto se encuentra alimentado con la tradición de asociar a los hombres con un estereotipo definido. Al mismo tiempo, suele albergar actitudes misóginas o que promuevan la violencia.

No sucede en todos los casos, pero es el común denominador que ha predominado. Esto es debido a la herencia de un sistema patriarcal que todavía está presente y hay que empujar.

Por supuesto, no es algo que se derribará de la noche a la mañana. Esta “enseñanza” viene heredada desde hace generaciones y lo masculino siempre es sinónimo de fortaleza y estoicismo.

Masculinidad frágil

Se ha vuelto muy común en las conversaciones cotidianas. Ya no está únicamente en las aulas de clase, pues, desde charlas en el autobús o en la fila para pagar, hay gente discutiendo sobre ello.

Por tanto, debemos entender que cuando nos referimos a masculinidad frágil, son todas esas actitudes que se construyen dentro de un paradigma machista y patriarcal que exige al varón ser fuerte, insensible, superior, independiente, esconder sus emociones y sus miedos.

Simple y llanamente, cuando dicen que los hombres no lloran, los hombres no pueden sostenerle el bolso a una mujer, los hombres no pueden mostrarse cariño fraternal porque es “raro”, y así sucesivamente.

Lo encontramos muy ligado al concepto de “macho” que nos muestran en contenido audiovisual. Aunque para muchos nos resulta absurdo, todavía hay hombres recibiendo ese modelo durante su formación.

“Lo frágil de la masculinidad reside, precisamente, en la necesidad de demostrar constantemente la potencia masculina”

A diario somos testigos de que, cada vez más, se van rasgando esos arquetipos y necesitamos responder ante los señalamientos que puedan surgir a partir de ello. Pues no está mal que un hombre muestre sus sentimientos y sea empático, así como otras cosas obviamente normales.

Por tanto, se debe combatir ese miedo hacia las emociones fuertes que “causan desestabilización”, cuando realmente solo está yendo en contra de lo que aprendieron. Además, los hombres que suelen crecer bajo tal estereotipo, tienen dentro de sí mucho dolor almacenado, con rencor hacia la sociedad donde vive. Esto se ve reflejado en conductas violentas o agresivas.

Masculinidad hegemónica

Cambiando un poco el rumbo, este concepto no es tan popular en la actualidad, aunque resulta bastante interesante y tenemos que aprender a distinguirlo en nuestra normalidad.

Según Michael Kimmel, la masculinidad hegemónica se define por tres elementos clave:

El cuerpo es utilizado como un instrumento para expresar el dominio, ya sea mediante comportamientos rudos y violentos, formas de sexualidad activa y dominante, a través del acondicionamiento físico, y por medio de la participación en posiciones sociales de autoridad.

Un claro ejemplo de ello sería Thor, Dios del Trueno, pero no el que suele ser descrito en la mitología nórdica o representado con dichos rasgos, sino el interpretado por Chris Hemsworth, quien es puro músculo magro y su testosterona es aplastante.

En segundo lugar, está la identidad masculina que se desarrolla a partir de actividades masculinizadas. Están realizadas fuera de los núcleos, es decir, al aire libre. Varios ejemplos podrían ser la caza y los deportes extremos. También podemos incluir otras fuera de lo civil, como la disciplina militar.

Estas, inconscientemente, transmiten valentía, coraje, determinación y fuerza, que también son cualidades masculinas.

Y en tercer lugar, la masculinidad hegemónica se posiciona en relación contraria a lo subalterno; es decir, creando al otro como oposición al nosotros: homofobia, misoginia, y el rechazo a las masculinidades no hegemónicas.

De ahí vienen esa clase de hombres que se burlan de aquellos que no cumplen con ese modelo, los ridiculizan y tachan de “mariquitas” porque no rompen un tronco con las manos.

Si lo vemos desde una perspectiva de poder, este modelo de masculinidad está centrado en hombres poderosos, burgueses, fuertes y dominantes, y por lo tanto, se basa en imágenes idealizadas de los “verdaderos hombres”, lo cual excluye al resto (la mayoría) de los hombres.

En conclusión

Es importante recalcar que estos hombres son una minoría. Sin embargo, aquellos que quedan fuera y que no cumplen con dichos rasgos, también suelen beneficiarse de las desigualdades que esto causa en la sociedad.

Porque no solo suelen beneficiarse los “mejores”, sino todo aquel que posea esa mentalidad misógina, sexista y machista, como si la autoridad masculina fuese suficiente para hacer callar a cualquiera que sea “inferior”.

Y sí, terminan siendo cómplices del patriarcado. Esto es así porque aprovechan, en la medida de lo posible, los privilegios que le otorga el sistema por ser hombres y amoldarse a ese concepto de masculinidad tóxica.