Melilla, del otro lado de la valla
La migración como fenómeno lleva consigo el desprecio del otro. Detrás de la tragedia de Melilla se muestra esta realidad.
Desde la llegada de los españoles a América, y con este hecho, el inicio de lo que hoy conocemos como globalización; el trasiego humano ha sido junto con la guerra una de las actividades más complejas del ser humano. Lo ocurrido este fin de semana en Melilla es solo un reflejo más de este violento y rapaz caleidoscopio que es la migración como fenómeno social.
Partiendo de la Patagonia al Río bravo o desde el Sur de África hasta la Europa concebida e imaginada como refugio y salvación contra la miseria, el hambre, la guerra, en fin todo lo doloroso que acuna la bestialidad humana; el trasiego de millones de personas significa un terrible preludio que lo que pueden ser los próximos años en el planeta.
Caminando, en pateras, en balsa o en avión; la sola idea de dejar atrás todo lo conocido, lo querido, por temor a sufrir daños físicos o emocionales; debería ser razón sensible para recibir al otro semejante en tierras más seguras.
Sin embargo, y a pesar de tener un sinfín de leyes y organismos internacionales para atender estos asuntos, cada día en el mundo es más común presenciar la construcción de muros físicos y subjetivos que sirven de contención ante el miedo y la miopía que produce la tragedia ajena; que la mayoría prefiere tener lejos y controlada por las fuerzas civiles y militares del Estado.
Y si a ello le sumamos el tema racial seguramente nos toparemos con un cóctel muy parecido al vivido en la frontera entre Marruecos y España.
Lo mediático
Si vemos el problema desde lo mediático, lo primero que salta a la vista es esa necesidad incontenible de generar un otro enemigo, un ser distante, peligroso, que acaricia la idea de vivir como no debe, de sentir como no puede, de creer como no merece.
Ese otro que atenta contra la tranquilidad burguesa del que siente seguridad del otro lado de la valla.
La burla
Desde el lado de teléfono o del televisor, para muchos lo que ocurrió en Melilla solo les arranca alguna sonrisa propia de la burla, propia de la burla facha.
Se ríen por cómo se ven, por cómo se visten, por lo que comen o dejan de comer, por lo que dicen y cómo lo dicen.
Para eso los medios de comunicación han hecho muy bien su trabajo, deshumanizar, animalizar al otro distinto, al otro no considerado blanco o al menos blanqueado.
La cuenta
Y de inmediato comienza la cuenta. Oficialmente son 5. Las ONG dicen otro tanto: son 23, 33. Como si eso importara, como si tan solo una muerte no significara la renuncia a lo humano, a lo vital, a lo esencial.
La reacción de Pedro Sánchez ante la situación no se deja esperar. Una reacción nada sorprendente si miramos bien de dónde viene la palabra más utilizada por él y por todos los medios de comunicación “ha sido violenta”, “un asalto violento”; y obviamente la violencia debe responderse con más violencia y de allí la lógica empleada por la seguridad de ambos países.
En fin, queda mucho por hacer, queda mucho por escribir, queda mucho por renunciar. Tenemos una gran labor por delante y es la de revisar qué queremos y hacia dónde vamos como como sociedad, como humanidad.