Te escribo desde la seguridad que he podido reconstruir, gracias a que bajo mi liderazgo, hemos retomado el control de la cárcel de Guayaquil, ya que estuvo en manos de los delincuentes. Hablamos de más de 600 presos que, finalmente, pudimos retener dentro del centro de detención donde estaban ubicados. De esa manera, recuperamos y pudimos requisar un gran arsenal conformado por armas cortas y largas, automáticas, y de mejor capacidad de las que tiene nuestra Policía. Incluso de calibre militar, más modernas y eficaces que las que utilizan nuestras fuerzas armadas. Mucha munición, chalecos antibalas de kevlar y una inmensa cantidad de equipos celulares de comunicación telefónica, no como nuestra policía que no tiene armas, ni munición, ni chalecos antibalas.
¿Y las armas?
Lo curioso es que, a los dos días de haber “recuperado” el control de la cárcel, resulta que en otros dos pabellones del mismo centro de reclusión, los presos se estaban “matando entre ellos”. La pregunta es, ¿con qué armas? Si ya habían sido requisadas, ¿quién tenía el control de la cárcel entonces?
Y así, con anuncios grandilocuentes, con la seguridad del país en manos de las autoridades civiles, con los agentes de Policía y miembros de la fuerzas armadas gritando a los cuatro vientos que se ha recuperado la tranquilidad y la seguridad, cada mañana, cada tarde y cada noche, en todos los rincones del país, un coche bomba estallaba aquí, allá y acullá. Las unidades de la Policía comunitaria estaban bajo ataque a diario, y eran baleadas y atacadas hasta con granadas y artefactos explosivos. Ni que decir de las varias estaciones de servicio de expendio de combustibles que también fueron atacadas e incendiadas.
Como verás, mi querido ratoncito, no me pude ir a disfrutar el feriado de difuntos y de la independencia de Cuenca, allá en Orlando, que era mi destino familiar para pasear y pasar saludándote. Otra razón más que tengo para no quererlo al huésped del Reino de Bélgica, pues él es quien desde allá, y desde todos los países donde lo invitan, aprovechando de ese superpoder que le dio la Diana, aconsejada por el gordo Ramiro y que después le ratificó la Daniela, ese “influjo psíquico” se ha dedicado a desestabilizar y a querer que yo ya no use la banda presidencial, y que hasta cumpla mi promesa de firmar el decreto de la “muerte cruzada”, o que sea la misma Asamblea la que me mande a mi casa, o tal vez más lejos.
La calma que no llega
Hoy, cuando ya hemos recuperado la calma, junto a mis buenos amigos el capi Zapata, el comandante Salinas y el Pancho, hemos tenido que extender el estado de excepción a otra provincia más. Se han ido multiplicando los ataques terroristas. Y mientras tenemos todo bajo control, ellos se encargan de volver a descontrolarlo todo.
Así, por culpa de ese hombre “prófugo” de aquí, pero libre en todo el mundo, tuve que quedarme a tomar colada morada con wawas de pan, en lugar de estar allá contigo comiendo esas ricas hamburguesas con coca cola. Todo para recuperar el control y devolver la paz y tranquilidad que, aunque mis asesores y publicistas, así como la prensa donde pautamos, lo repitan cada diez minutos en spots publicitarios y en cada noticiero matutino, vespertino y nocturno, así “de mentiritas nomás”, lo cierto es que ni recuperamos el control, ni hay paz, ni seguridad, y cada día que pasa, esa perversa “percepción” de inseguridad se va transformando en una cruel realidad.
La culpa
Tal vez, digo ahora viendo lo que está pasando, hubiera sido mejor irme nomás allá. A refugiarme contigo donde todo “es color de rosa”, como el traje de tu novia. Usar herramientas tecnológicas de última generación para seguir recuperando el control, y así ejercer el poder de manera virtual, ya que igual hubiera sido. Lo que quiero decir y espero me entiendas, es que habiéndome quedado, he dicho a todos que hemos logrado recuperar el control, devolver la paz y la tranquilidad a los ciudadanos, aunque sea mentira.
Igual pude haber lanzado esas noticias desde allá, ¿sí o no? Ya ves, así es mi liderazgo tan increíble, que lo mismo puedo hacer estando y no estando, sea aquí o sea desde allá, siendo presidente o dejando de serlo, pues la verdad mi querido Miguelito, es que desde aquel 24 de mayo de 2021, en estas tierras da lo mismo que yo sea presidente o que no lo sea. El Ecuador, conmigo o sin mí, está a la deriva por culpa de los narcogenerales a los que tu tío Samuel hasta les quitó la visa. Pero ya sabes, tenemos que mantener esa “verdad nacional del odio” y decir que la culpa es de Correa.
La despedida
Por ahora, me despido. Espero verte en las vacaciones de navidad, pues para esa fecha ya habremos recuperado el control. Y aunque no lo recupere, ahora sí me voy porque me voy, porque quiero llevar a mis nietos a conocer a Santa Claus y a su querida esposa la Mery Crismas, salúdame a Minnie. Bueno, por ahora te dejo, porque tengo que seguir recuperando el control que me es cada vez más esquivo, aunque tenga que decir todo lo contrario para poder mantener ese gran apoyo popular que ahora ya está por el 12% más o menos. Hasta en eso le voy ganando a Boltaire.