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Anotaciones de guerra: progresismo cool, tonto útil del neoliberalismo

La lectura de la generación tecnológica en la ciberpolítica no puede evitar observar el fenómeno de una postura “aventurera a la carta”. Pareciera que resulta mucho más cómodo para la existencia juvenil de hoy, la adhesión a “causas” universales contra las violaciones a los derechos humanos.

Es la misma juventud que se adhiere a causas contra las dictaduras, los delitos contra la opinión pública, o para ser más concretos, la identificación habitual con los medios de comunicación que atacan a los países que se rebelaron contra Washington, en vez de aventurarse a buscar la verdad.

El clásico acto condenatorio digital, bien empaquetado y a todo color contra los delitos de un gobierno ilegítimo sobre “una población sometida” que usa Estados Unidos para manipular a la opinión pública mundial gana adeptos y se hace viral en horas. Es rápido, es fácil, divertido y todo el mundo lo hace, así que ¿por qué no?

Las compañías que poseen las plataformas de redes sociales con alcance multinacional posicionan y determinan matrices de opinión universales. Para esto cuentan con la Red de medios y cadenas mediáticas a nivel mundial.

En un baile eterno de cambio de rol, los medios digitales hoy marcan la pauta informativa y entierran descuidadamente a los medios tradicionales. Pero esa opinión “matriz” que corre como pólvora en el ambiente digital entonces, no es más que un punto de vista informativo sobre un fenómeno de alguien “influyente”.

Eso es la opinión hoy en día, un punto de vista compartido millones de veces, interpretado casi siempre bajo los mismos enfoques y que no acepta discusiones sobre sí, ni tampoco preguntas. Su naturaleza, sus características y su alcance dependen accidentalmente de la plataforma de origen, y su implementación en otras latitudes.

Es directamente proporcional a esa misma “influencia” (entendida como la capacidad de influir en la cotidianeidad del espectador digital). Tristemente, desde la orilla de los pueblos que resisten la nueva guerra imperial siempre será sinónimo de manipulación, humilla y agrede.

Si usted quiere hablar de manipulación, en la Venezuela que sobrevive después de 20 años de lucha contra el hegemón occidental tenemos medidos sus procesos y sus actuaciones. Casi siempre la manipulación mediática que es la base de estas “causas 2.0”, las cuales se traduce en la metodología perversa de selección de noticia, promoción de la matriz (o concepto base para el análisis de lo real que a su vez genera contenidos) y los clásicos “recorridos” entre lo real y lo ideológico.

La interpretación de la realidad parcializada, aderezada con el rumor y la calumnia, se legitima por las redes sociales, hecha carne en los medios tradicionales e internacional para cualquier artista de tercera y político de derecha aspirante.

Se habla de “clásicos” cuando se nombra al concepto “recorrido” porque para conectar un “hecho” con un “hecho objetivado”, cargado de una interpretación, debe atribuirse una carga emocional: una arista perceptiva de la información que produzca reacción. El gran enemigo de la propaganda negra es la inacción, la muerte en horas del “hecho” para dar paso a la desaparición del espectro público de la matriz.

Entonces el recorrido es una denominación del conjunto de pasos, metas, ángulos de choque que genera una matriz en su desarrollo hacia lo público, lo trascendente. Los recorridos son caprichosos por naturaleza.

Hay que aproximarse a ellos a través de la vivencia, de la experiencia con la población. La dialéctica como eje y pivote en el análisis de la realidad se nutre de manera interdisciplinaria, porque para interpretar lo esquivo hay que hacerse conocido de lo que se interpreta.

Los clásicos son esas divagaciones del pensamiento que para la juventud tecnológica casi siempre terminan en un “cool” en respuesta inmediata a una causa. Un comentario vivaz, con personalidad y la búsqueda de más información siempre queda ahogada en Google.

La contracara de este proceso agotador son las clásicas maniobras de manipulación, de control de estadísticas y “likes” de las mafias cibernéticas para complacer al dueño del negocio. Más “likes”, más “cool”.

Y con cada causa perdida contra nuestros países, la juventud activista “demócrata y cool” con corazón hollywoodiense va de fracaso en fracaso, con cantantes de regaetón con aspiraciones políticas y presidentes de pelo teñido y perversiones públicas siempre perdiendo.

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