Cinco años de Felipe VI, rey por la gracia de la corrupción
El pasado 19 de junio se cumplieron cinco años de la coronación de Felipe VI, rey de España, jefe del Estado y capitán general de las Fuerzas Armadas. Esta efeméride, celebrada por parte de los grandes medios de comunicación y los principales partidos políticos, esconde el verdadero motivo por el que el monarca ocupó el puesto de su padre.
Felipe VI accedió al cargo después de la abdicación de Juan Carlos I, que renunció como consecuencia de los escándalos en los que se había visto implicado, así como por la baja aceptación que tenía entre la ciudadanía. Por primera vez en décadas, la población empezaba a preferir un sistema republicano. Ante este panorama, el régimen del 78 decidió practicar un lavado de cara a la monarquía.
>>Alfredo Pérez Rubalcaba, el PSOE y el régimen del 78<<
Una de las personas clave en esa operación fue el recientemente fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba. Como desveló el propio Mariano Rajoy en el panegírico que le dedicó en El País, Rubalcaba fue el encargado de convencer a la Casa Real de la necesidad de sustituir al monarca y mantener la institución.
Este hecho demuestra la implicación activa que el PSOE tiene con el régimen del 78, siendo parte necesaria para mantener el status quo. La ficción mantenida desde la transición, consistente en dos grandes bloques -partidos-, izquierda y derecha, ha permitido a los poderes fácticos del Estado hacer y deshacer a voluntad.
El problema de base, no obstante, es la desmemoria colectiva. La mayor parte de la ciudadanía consume la información de las grandes corporaciones, que orienta su voto en función de sus intereses. Por este motivo, al quedar el Partido Popular manchado por la corrupción, fomentaron el voto a Ciudadanos.
En el caso del rey, la situación fue calcada. Antes de ascender al trono, Felipe ya era ensalzado por parte de las cadenas públicas y privadas. Siempre se ha intentado diferenciarlo de su padre, a quién los escándalos salpicaban constantemente. Así, con su ascenso, resultó muy sencillo remarcar las diferencias.
La falta de interés de la mayoría de partidos políticos en plantear tan siquiera la opción de preguntar a los votantes si prefieren un sistema monárquico o republicano es evidente. Por este motivo son tan importantes las campañas ciudadanas que han aparecido en distintas partes de España, en las que se pregunta a los ciudadanos si querrían un referéndum sobre la monarquía, así como el sentido de su voto.
La monarquía, en el siglo XXI, es una forma de gobierno totalmente anacrónica. No tiene sentido que, en sociedades cada vez más participativas, el jefe del estado todavía sea una persona escogida por medio de una divinidad, cuyo único mérito es haber nacido hijo de su padre.