Este domingo se celebraron las decimocuartas elecciones generales españolas desde la reinstauración de la democracia en el país, después de la dictadura de Francisco Franco. Pese a las encuestas y a la presión de los principales medios de comunicación, los tres partidos de derecha-extrema derecha, Partido Popular, Ciudadanos y VOX, han quedado muy lejos de poder formar gobierno. El principal vencedor ha resultado el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
La batalla por el voto de la izquierda
Durante toda la campaña electoral, medios tan diversos como El País, ABC yEl Mundo habían hecho campaña, más o menos descarada, en favor del voto útil para el PSOE, en detrimento de la coalición Unidas Podemos. Las encuestas auguraban un desplome de la formación liderada por Pablo Iglesias, aunque al final esta consiguió aguantar el pulso.
En las elecciones de 2016, UP se presentó en confluencia con otros partidos en algunos territorios. En Cataluña se presentó En Comú Podem; en Valencia juntamente con Compromís; y, en Galicia, dentro de la coalición En Marea. En términos generales, todas estas coaliciones sacaron un total de 5.087.538 sufragios y 71 escaños. En esta ocasión, Compromís y En Marea -tras una escisión que ayer la dejó en la marginalidad política- decidieron participar independientemente de la formación de Iglesias.
UP, en las elecciones de 2019, ha sacado 3.227.123 votos; si nos fijamos en los que ha subido el PSOE en las presentes elecciones -7.450.353 sufragios frente a los 5.443.846 de 2016-, veremos que ha experimentado un aumento de 2.006.507 votos. Casualmente, la diferencia de votos que ha perdido UP, en relación a las elecciones de 2016, es de 1.860.415; parece evidente que parte del voto de UP ha pasado al PSOE, cumpliéndose así las expectativas de los grandes medios de comunicación.
De este modo, la que podemos considerar la batalla por la izquierda se ha resuelto en favor del PSOE, que ha conseguido acaparar parte del voto de UP, gracias principalmente a la presión y a la táctica del miedo que han generado los grandes medios de comunicación. El pánico a una repetición del gobierno de Andalucía a nivel estatal ha llevado a mucha gente a votar PSOE para asegurarse la victoria de una de las principales patas del Régimen del 78.
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Los resultados de la derecha
En el bando de la derecha, se produjo lo que se venía anunciando. La radicalización de los discursos de Pablo Casado y Albert Rivera, que pretendían mitigar el impacto de VOX y de Santiago Abascal, terminó por producir un empate técnico entre los tres partidos. Como viene siendo habitual, si una formación plagia el discurso de otra, los votantes se decantan por la original.
El caso más extremo es el del Partido Popular. Con 7.941.236 de votos en 2016, en las presentes elecciones ha retrocedido hasta los 4.305.560, perdiendo 69 escaños por el camino. Se trata de los peores registros del PP desde su creación, y supondrá un duro varapalo económico para la formación de Casado, que puede enfrentarse incluso a la desaparición como consecuencia de la reducción de ingresos que sufrirá.
No obstante, si sumamos los votos de PP, Ciudadanos y Vox, que en 2019 han sacado conjuntamente 11.043.813 votos, vemos que tampoco hay tanta diferencia con lo que consiguieron en 2016, es decir, 11.129.988. Aunque la suma de los tres partidos ha perdido casi 100.000 votos, los resultados son prácticamente idénticos. Lo único que ha cambiado es la distribución de los mismos entre los tres partidos.
En sus declaraciones después de conocer los resultados electorales, Pablo Casado volvía a cargar contra la participación de los tres partidos por separado, puesto que tienen la misma clientela electoral y, en su opinión, se desgastan mutuamente. El líder del PP se refirió a la fórmula utilizada en Navarra, donde PP y Ciudadanos concurrieron juntos y consiguieron imponerse a PSOE y UP.
A pesar de la entrada de VOX en el Congreso de Diputados, con la nada desdeñable cifra de 24 diputados, hay que huir de las teorías derrotistas. Los resultados de la formación ultra no significan que, de un día por el otro, existan dos millones y medio de fascistas en España. Estos fascistas ya existían, pero hasta ahora votaban al PP, que ya representaba parte de sus opiniones y necesidades. No se trata de hacer un corredor sanitario al partido de Abascal: hay que hacerlo a toda la derecha retrógrada del país.
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Y ahora, ¿que?
Los resultados de las elecciones dejan una muy buena noticia y otra no tan buena: en primer lugar, se ha evitado que los tres partidos de la derecha sumen, así que no veremos un gobierno ultra formado por el conocido como trifachito. Pese a las encuestas y a la presión de muchos medios de comunicación, en España no hay una mayoría nacionalista y filofascista.
La segunda noticia es que, si quiere formar gobierno, Pedro Sánchez deberá pactar con Unidas Podemos. Aunque por número de escaños el PSOE podría pactar con Ciudadanos, hecho que, como demostró Sánchez ayer cuando celebraba los resultados, sería su opción favorita -así como la del IBEX35 y los grandes lobbys de presión europeos-, sus propios votantes le exigieron el pacto con la UP de Pablo Iglesias.
Cuando se conocieron los resultados, los simpatizantes del PSOE reunidos en la sede general del partido, en Madrid, empezaron a entonar cánticos como el ya famoso “Sí se puede”, así como el “No es No” o, lo más sorprendente, el “con Rivera no”. Esto provocó la respuesta de Sánchez, que aseguró que ellos no vetaban a nadie, pero sería muy complicado para el líder del partido socialista rechazar la voluntad de sus propios votantes tan pronto.
No obstante, la suma de PSOE y UP no llega a los 176 diputados, cifra que marca la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. Esto quiere decir que necesitan, por lo menos, la abstención de parte de los partidos minoritarios del Congreso para formar gobierno. Para conseguirlo, parece evidente que deberán entenderse con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) que, con 15 escaños y más de un millón de votos, se convirtió en la fuerza vencedora de las elecciones en Cataluña.