El próximo domingo se celebran elecciones en Bolivia. En ellas se escogerán al presidente y al vicepresidente de la nación, y a los 130 diputados y 36 senadores que conforman el poder legislativo. El cercano ciclo electoral tiene una importancia capital no solo en el país suramericano, sino en la geopolítica internacional.
En un momento en que la disputa entre las posiciones neoliberales y las más sociales se encuentra en una posición de empate, tras las sucesivas derrotas de la izquierda mediante golpes de estado basados en la Lawfare, rotas con la victoria de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en México, el campo progresista latinoamericano no se puede permitir perder ni un solo ejecutivo más, ya que sus posiciones, a la defensiva y endebles, no resistirían la llegada de un gobierno neoliberal.
Además Bolivia es uno de los símbolos de la izquierda del continente por muchos motivos. La victoria de la izquierda boliviana estuvo -y sigue estando- capitaneada por un indígena, lo que causó impacto y buena impresión en Occidente, fue el segundo revolucionario que venció de manera electoral en tierras americanas a principios del siglo XXI, confirmando la Ola Bolivariana impulsada por Hugo Chávez, por lo que una posible caída en las elecciones supondría fundamentar el discurso neoliberal por el que establece que existe un “cambio de ciclo” al “haberse agotado” el modelo bolivariano.
En la Bolivia socialista de Evo Morales existe un hiperliderazgo que ha permitido el inicio y el desarrollo del proceso político cuyo máximo logro ha sido un crecimiento meteórico de la economía del país, y que éste se haya repartido entre todos los ciudadanos, en especial de los trabajadores.
Sin embargo, según las palabras del actual presidente Evo Morales, esta será la última vez que se presente a las elecciones, por lo que el momento más bajo, por ahora, que se prevé en la revolución será durante el siguiente ciclo electoral, cuando el Movimiento Al Socialismo (MAS) deba acudir a las elecciones sin su -casi- única figura más mediática.
Existe otro problema añadido, la otra estrella mediática de la izquierda es Álvaro García Linera, quién ha acompañado al líder cocalero en todas las citas con las urnas incluyendo la del próximo domingo, por lo que en principio quedaría descartado al haberse desgastado durante casi 20 años que cumpliría en el cargo de vicepresidente en 2025 si se alcanza la más que posible victoria electoral.
La organización política que funge como corazón del proceso socialista que se desarrolla en Bolivia, se ha centrado en los aspectos externos -redistribución de la pobreza, derechos sociales y laborales, cambio del sistema productivo, política exterior antiimperialista, acceso al mar…- pero parece no haber destinado los recursos necesarios a la formación de cuadros que tengan la capacidad no solo política, sino de liderazgo para conducir la revolución más allá de las dos caras visibles de ésta.
Con una trayectoria política brillante e impecable, Álvaro García Linera podría haberse saltado esta convocatoria electoral para evitar el desgaste de estar en primera línea política durante dos décadas seguidas, y volver en 2025 como el candidato del MAS.
La justificación de su candidatura ya la tiene a día de hoy, durante su gestión se alcanzaron y asentaron increíbles logros económicos como ser el país de América Latina con un mayor crecimiento económico sostenido en el tiempo y haber reducido la pobreza en varios millones de personas. Sin embargo no ha sido posible esa opción porque no hay cuadros que puedan sustituir al vicepresidente, lo que evidencia que habrá aún menos para ocupar el lugar de Evo Morales.
Uno de los problemas en la formación de cuadros políticos, es que es un trabajo organizativo que solo da frutos en el largo plazo.
Otro de los problemas es que la presentación en sociedad de quién vaya a sustituir al líder original del movimiento no se debería hacer en la campaña electoral inmediatamente previa a las elecciones, ya que al no dar tiempo de conocer su estilo, la base social espera que haga lo que hace, y de la manera en que lo hace, el actual presidente, lo que provoca comparaciones en las que el nuevo saldrá perdiendo.
Esta situación da argumentos a la derecha para intentar romper la unidad de la izquierda, en base al argumento de dos fases usado por el campo conservador en Venezuela: en la primera se halaga al presidente con un doble motivo, penetrar en la hegemonía cultural de la izquierda y elevar la categoría del mismo, con el objetivo de que la idea-fuerza soltada en la segunda fase entre a lo profundo del debate de la izquierda: el recambio no está a la altura.