Segunda parte de una serie de contenidos en los que se analiza la situación política y social de Honduras, con especial atención al partido Libertad y Refundación (LIBRE). En el anterior y primer texto, se habla del golpe de estado que se dio en 2009, que supone el punto de inflexión que explica lo que sucede hoy. Para entender esta segunda entrega, se recomienda leer antes la primera haciendo click aquí.
Según el vicepresidente del Congreso Nacional, Antonio Rivera Callejas, sí habrá elecciones en Honduras. En 2021. Concretamente el 13 de marzo las internas y el último domingo de noviembre las generales.
La afirmación del nacionalista Rivera Callejas es en respuesta a los cuestionamientos públicos surgidos por el globo sonda filtrado de una supuesta estrategia, recomendada por J. J. Rendón, para que Juan Orlando Hernández (JOH) aproveche los escenarios de histeria colectiva provocados por el COVID-19, para suspender las elecciones y volver a apoderarse de la presidencia.
Juan Orlando Hernández
El entierro de la carrera política de Juan Orlando Hernández, como en un humillante episodio de House of Cards, ya está escrito. Cuando Juan Antonio Hernández, un mitómano imitador de su hermano mayor, acomodó la pose para declarar frente a las cámaras de la DEA, no solo firmó su propia sentencia, sino que adelantó la de su hermano. En un raro momento de lucidez mental, rompiendo la cuarta pared afirmó: “he destruido mi vida“.
Juan Orlando Hernández fundamenta su supuesta inimputabilidad, frente a la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York que condenó a su hermano, amparándose en la discutible tradición del gobierno norteamericano de no judicializar a presidentes en funciones.
Pero Juan Orlando Hernández no ganó las elecciones presidenciales de Honduras. No es un presidente electo por el voto popular. Asumió la presidencia por el reconocimiento que le hizo el Departamento de Estado, y ese reconocimiento ellos mismos se lo pueden retirar. No es que no haya sucedido antes. Mientras tanto, Juan Orlando Hernández ya contrató un bufete de abogados especializados en casos de corrupción, blanqueo de capitales y negociación de juicios de alto perfil.
Una vez más, a Juan Orlando Hernández no lo ampara la ley para presentarse a elecciones, de hecho la ley se lo prohíbe expresamente. Entonces tiene sentido que, para evadir ser judicializado por corrupción, JOH y la dirigencia de su partido, necesiten no solo un nuevo Código Penal que los exculpe y los libre de ser extraditados, sino también un proceso electoral, fraudulento o no, que les permita seguir ocupando los cargos oficiales que les brindan la seguridad de la impunidad, como hasta ahora.
Su candidatura
En un conveniente escenario de esquizofrenia política, Juan Orlando Hernández tiene algún tipo de asociación y empatía con prácticamente todos los bandos de la pirámide de poder en Honduras. Relaciones construidas desde que era presidente del Congreso Nacional, donde se distinguió por aprobar los paquetes de leyes que destruyeron el Estado de Derecho, en un carrusel que se le llegó a conocer como la “diarrea legislativa“.
JOH es especialmente activo en los bajos fondos del sur de La Florida. Ese oscuro nodo de corrupción fascista gestiona el lobby que lo mantiene en el poder, además del oneroso –para el pueblo hondureño que paga impuestos- apoyo de otro tenebroso personaje, Benjamin Netanyahu.
Pero con todo el dinero invertido, estos señores no lo han podido librar de la investigación y judicialización que el Departamento de Justicia de los Estados Unidos lleva a cabo en contra de su círculo interno, señalándolo a él mismo con nombres y apellidos.
Esta semana se hizo pública la acusación en contra del General de la policía en situación de retiro, Juan Carlos Bonilla (alias El Tigre), un antiguo aliado de JOH caído en desgracia. Según declaró a medios televisivos, no está dispuesto a caer solo. De acuerdo a la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York, El Tigre, exdirector de la policía nacional, fue un operador de varios narco-políticos, incluidos Tony Hernández y su hermano el presidente de Honduras.
Juan Orlando Hernández supone una historia que ya cansa a distintos sectores de la oligarquía. Aunque JOH y el Consejo Nacional de Seguridad siguen mostrándose dóciles y fieles a los recetarios neoliberales, aprobando leyes, decretos y presupuestos que son las delicias de los adinerados, ese modo propio de ejercer el poder los está llevando al fracaso.
Los vínculos del poder con el narcotráfico y el crimen organizado son de vieja data. Tiburcio Carias, el dictador nacionalista abuelo de la actual esposa de Juan Orlando Hernández, ya cobraba peaje en la década de los 30 por permitir el trasiego de heroína a través de Toncontín, el aeropuerto capitalino.
La oligarquía quizás quiere volver a políticos más anodinos, a explotar el país discretamente y mantener los aires de dignidad y honestidad de los que siempre gozaron en Nueva York, en Miami y en París.
Pero JOH, su familia y su pandilla se fueron a lo rural. A la imitación del estilo de vida de los capos colombianos y mexicanos: derroche de dinero, exhibicionismo, armas, trata de blancas. El estilo de Pablo Escobar y del socio de JOH, el Chapo Guzmán. Asesinando a competidores y opositores políticos. Un narco-corrido con finales trágicos para escoger guión.
Fue precisamente en esa embriaguez de prepotencia, rivalidades, traiciones e improvisaciones, que una de las familias más ricas de Centroamérica, los Rosenthal, vieron su imperio milmillonario y los activos asociados a su exitoso apellido de banqueros, hundirse en el fango creado por Juan Orlando Hernández y su avorazado cartel. El banco de los Rosenthal y sus activos simplemente desapareció. En consecuencia, el Estado de Honduras enfrenta demandas de los Rosenthal, radicadas en Nueva York y Panamá, por miles de millones de dólares.
En este contexto, si Juan Orlando Hernández no logra reinsertarse como candidato, la oligarquía tendrá que buscarse a otro. Por ahora el Partido Nacionalista (PN) no tiene figuras presidenciables, ya que JOH sistemáticamente ha destruido la imagen de todo posible competidor.
Tendrán que crear un producto y hacerlo subir como la espuma. Pero primero JOH debe salir de la escena. Se conjetura que se hará como una implosión controlada desde el Departamento de Estado de EEUU, para continuar tutelando la elección de presidentes y el relevo en Honduras.