Hace apenas unos días, en ElEstado.Net se trataba la cuestión del silencio mediático como la herramienta más importante de la manipulación. Se sostenía que lo que se oculta suele ser lo más importante, lo que las oligarquías dueñas de los medios de comunicación -basta con ver los accionistas de El País– consideran que, de saberse, su posición social se vería seriamente afectada.
En las últimas semanas la actualidad se ha cargado de intensidad en Sudamérica. Levantamientos populares en Chile, Haití, Ecuador y Colombia. Fracaso de la oposición venezolana y golpe de estado en Bolivia. Cuestiones todas de importancia que no han sido tratadas mediáticamente, y, si lo han sido, la manipulación en forma de silencio sobre algunas cuestiones se ha hecho presente.
En Venezuela, cuya vigencia informativa es constante desde el año 2003, el opositor Juan Guaidó, que los medios de comunicación del campo conservador califican como Presidente (Encargado), ha convocado dos marchas (una el 16 de noviembre y otra el 21), las cuales han tenido una asistencia marginal.
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La segunda convocatoria sirvió para que algunos remanentes de guarimberos usaran de nuevo la violencia como forma de expresión, ante lo cual las fuerzas militares se acercaron a dialogar, contrastando con la represión empleada en Colombia, Chile, Ecuador y Bolivia para relacionarse con los manifestantes, en esos casos pacíficos y desarmados.
Incluso la Agencia EFE, que suele ver publicadas sus notas de prensa en los principales medios de comunicación, observó que en la que no tuvo más remedio que revelar que Nicolás Maduro cuenta con un amplio apoyo social mientras Guaidó está solo, no fue replicada por nadie.
Amnistía Internacional, fuertemente difundida cuando redacta informes duros contra gobiernos de izquierda como el de Cuba o el de Venezuela, ha constatado que cuando muestra la brutal represión del gobierno turnista de Chile, que sigue aplicando la Constitución aprobada en la dictadura de Pinochet, no obtiene apoyo por parte de los medios de comunicación.
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Haití lleva varias semanas en pie, con masivas marchas en las que se pide la caída del gobierno, el fin del neoliberalismo y la salida de las tropas imperialistas junto con el término del tutelaje de Estados Unidos. Tras varias oleadas de represión, que han provocado muertos y heridos en cantidades considerables, las movilizaciones continúan sin que el resto del mundo lo sepa.
En Colombia se están produciendo manifestaciones masivas en todo el país a causa de la aprobación de un paquetazo por parte del presidente Iván Duque, que no ha dudado en responder con una dura represión que ha causado por ahora tres muertes.
El gobierno de Ecuador desató una cacería contra los líderes de izquierda una vez consiguió terminar con las protestas, prometiendo un diálogo que no se llegó a culminar. Los principales dirigentes del gobierno anterior están siendo perseguidos, y metidos en la cárcel en base a juicios sin pruebas, en los que se usa un código civil derogado y, pese a no dictar sentencia, mantiene durante años en la cárcel a los detenidos ilegalmente, por oponerse al neoliberalismo aplicado por el ejecutivo de Lenín Moreno.
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En Bolivia la represión se recrucede, llegando al punto de reprimir no ya manifestaciones, sino a familiares que portaban los féretros con los asesinados por la violencia de la dictadura; iniciando procesos judiciales contra el presidente constitucional sin pruebas, e igualmente con las organizaciones sociales y de Derechos Humanos que prestan su ayuda a los que sufren las balas y los golpes de la policía y el ejército.
Todas estas situaciones están siendo silenciadas, por un lado debido a que se debe mantener la imagen de dictadura del gobierno de Venezuela, por lo que la imagen de opositores violentos sin ser reprimidos no puede ser difundida ya que impacta directamente contra el relato mediático de la oligarquía, que tampoco puede mostrar la posición social de debilidad de Guaidó frente a la de fortaleza de Nicolás Maduro, al haber insistido en que el segundo gobierna tan mal -adjudicándola las consecuencias del bloqueo externo y el boicot interno- que su apoyo es inferior al 15%.
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Por el otro, no pueden consentir que cuestiones importantísimas del relato que tantos recursos se han gastado en imponer en la hegemonía cultural, como parte intrínseca de los gobiernos de izquierda como la represión, la corrupción, la vulneración de la institucionalidad, entre otras cuestiones, sean adjudicadas a la derecha, por lo que las cubren con un manto de silencio.