Sin apenas tiempo para digerir la nueva situación, hemos pasado de ver la problemática originada por el nuevo coronavirus como algo ajeno, a estar confinados en nuestras casas. Del meme al miedo (con meme incluido) en solo unos días.
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Lo que está fuera de duda es que habrá un antes y un después en nuestras vidas tras la irrupción de esta pandemia. Y que esta crisis originada por la alerta sanitaria servirá también para que el capital trate de implementar medidas que de otro modo no podría hacer con tanta facilidad. Que una de las primeras declaraciones fuera la de la patronal catalana pidiendo despido gratis y bajada de impuestos nos da alguna pista.
Del mismo modo esta crisis nos permite ya extraer algunas lecciones:
- Por muchos robots que estemos desarrollando, por mucho viaje a Marte a la vuelta de la esquina, los seres humanos seguimos siendo seres completamente vulnerables. Un microorganismo, tan diminuto que es invisible hasta para un microscopio convencional, está provocando muertes, pánico y un parón en la economía que no va a desmerecer a la crisis de 2008.
- La globalización también es esto. Una comida de algún animal exótico en un mercado de Wuhan ha acabado poniendo el mundo patas para arriba. Pero también nos muestra las consecuencias (al menos en un primer momento, cuando la emergencia se encontraba principalmente en China), de haber deslocalizado fábricas. Esa búsqueda de mayores beneficios con mano de obra casi esclava supone, entre otras cosas, una pérdida de nuestra soberanía.
- Margaret Thatcher se preguntaba a finales de los 80 “¿quién es la sociedad?”. Pues bien, la que hace posible organizar la respuesta a esta amenaza con el fin de proteger vidas y asegurar suministros básicos. El rey estaba desnudo (en alguna fiesta pagada con dinero saudí, suponemos…), pero el libre mercado que se regula sin intervención estatal también. Las reacciones de algunos insignes liberales como Juan Ramón Rallo, exigiendo una reacción más rotunda por parte de las autoridades, son una buena muestra.
- Las y los trabajadores mueven el mundo. Son quienes crean cualquier tipo de riqueza y quienes permiten que todo se ponga en marcha día tras día. Las huelgas generales sirven para crear conciencia de clase porque muestran esta realidad a cara descubierta. Esta crisis, también lo está revelando. Sin el trabajo abnegado de todo el personal sanitario (¡y no sanitario!), no sería posible enfrentar esta emergencia. Desde la teleoperadora que contesta el teléfono de emergencias hasta quien conduce las ambulancias, pasando por médicos, enfermeras, auxiliares y personal de limpieza. Ni un solo empresario es necesario en toda esa ecuación, pero sí en cambio miles de trabajadores y trabajadoras.
- Es la clase obrera quien más se está exponiendo a contagiarse. Mientras los señoritos huyeron como ratas a su segunda residencia, siendo el matrimonio Aznar-Botella el máximo exponente de estos cobardes y egoístas antipatriotas, quien depende únicamente de la venta de su fuerza de trabajo para vivir lo tiene bastante más difícil. Porque algunos pueden trabajar desde casa. Pero no es el caso de cajeras y reponedores. Ni de barrenderos o cuidadoras. Tampoco el de muchos trabajadores que ven con asombro cómo sus centros de trabajo no cierran, con el consiguiente riesgo para sus vidas y las de sus familias, aunque sus fábricas o call centers nada tengan que ver con servicios esenciales o de lucha contra el virus. Como siempre, la clase social acaba determinando lo principal de nuestras vidas. Como muestra, las aglomeraciones en el transporte público que se están produciendo en algunas ciudades. El domingo confinados en casa. El lunes agolpados en el cercanías para seguir produciendo plusvalía.
- El capital es insaciable. No se puede esperar ningún tipo de atisbo de humanidad por parte de quienes ponen en riesgo las vidas de sus trabajadores con tal de continuar enriqueciéndose. Unísono, quinta empresa de telemarketing en España por nivel de facturación, lo dejó muy claro en un mensaje en redes sociales: “hay algo más importante que el coronavirus, el cliente”.
- Al margen de la críticas que se puedan hacer a las cúpulas sindicales. Al margen de que conozcas a algún “sindicalista” que sea un vividor. Sin sindicatos los trabajadores estamos totalmente indefensos frente al empresario. Estos días, miles de sindicalistas anónimos están haciendo lo indecible para asesorar y defender los derechos de sus compañeros. Además, la realidad es tozuda. ¿Por qué los obreros de Mercedes-Vitoria pudieron plantarse frente a sus patrones y parar la producción y tú, pese a que te carcome el miedo, no puedes dejar de trabajar en tu curro precario? Porque ellos tienen una alta tasa de sindicación y un Comité de empresa, y en cambio en tu centro de trabajo, no hay ni un solo delegado de personal, o en el peor de los casos, nadie que esté siquiera afiliado a un sindicato.
- Una vez más, son las mujeres quienes más se exponen. Enfermeras, auxiliares, cajeras, personal de farmacia o limpiadoras, son profesiones altamente feminizadas. Pero es que además, quien asume los cuidados (ya sea de forma informal, por el cuidado a familiares o de forma remunerada) son en su gran mayoría mujeres también. Esta crisis nos ha mostrado una vez más cuán imprescindibles son estos cuidados, que en su mayor parte realizan las mujeres de manera silenciosa, sin que la sociedad parezca percatarse ni valorarlo. Pero ponerlo en valor no significa llamar “heroínas” a las mujeres sino sostener estos trabajos desde la red pública hasta donde sea necesario, y corresponsabilizarse al 50% entre sexos, cuando se tenga que hacer en el hogar.
- La sanidad pública no es una opción a elegir entre otras como nos quieren mostrar los liberales (incluidos nuestros fascistillas patrios, que, para estos temas, muestran sin ambages los intereses de qué minoría social defienden). La sanidad pública, orgullo y buque insignia de nuestro país, ha sido vapuleada por los sucesivos gobiernos de PP y PSOE. Y esta se defiende no con aplausos y elogios hacia el personal sanitario (o no solo, al menos) sino con recursos públicos. Con más camas disponibles, más médicos, enfermeras, auxiliares, limpiadoras y cualquier medio, humano o material, necesario para sostener el que debe ser uno de los sectores que más deberíamos cuidar y proteger.
- Lo colectivo frente a lo individual. Esta premisa (¡tan socialista!), que está siendo parte del sentido común de nuestra sociedad estos días, confronta con la sacrosanta “libertad del individuo” (¡tan pequeñoburguesa!), que algunos, de forma inexplicable, también han defendido desde la izquierda. Medidas de orden por el bien común que salvan vidas. Porque esa libertad individual lo único que puede provocar es mayor difusión del virus.
- EEUU y Europa se están situando en la retaguardia de la lucha contra la pandemia. Nuestros medios, tan libres y plurales, criticaron las medidas coercitivas impuestas por China para controlar el virus. Cosas de países dictatoriales nos dijeron. Pues bien, unas semanas después, esas medidas son las que les han permitido prácticamente erradicar el problema. Ahora desde el país asiático nos envían médicos y material sanitario, mientras nosotros, torpemente, intentamos atajar la lucha contra el virus. ¿Y a quién ha pedido ayuda la región de Lombardía para atajar la crisis? A Cuba, Venezuela y China. El eje del mal parece que en esto de salvar vidas parte con ventaja.
Esperemos que, en estos tiempos, donde impera lo inmediato y superficial, donde la amnesia social es norma, no olvidemos las lecciones que estos días se nos muestran con mayor claridad.
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No olvidemos el valor de la sanidad pública. No olvidemos que mientras Aznar se iba de vacaciones a Marbella la cajera del supermercado de tu barrio siguió trabajando, sin guantes ni mascarilla siquiera en muchas ocasiones, para que pudieras seguir llenando la cesta de la compra. Al igual que el camionero que transporta los suministros, la limpiadora y el bombero.
No olvidemos de las redes de solidaridad popular que se han creado. De la ayuda mutua entre vecinas para afrontar la crisis de la mejor manera. De que es China y no el gigante yanqui quién nos está prestando ayuda de manera solidaria en estos momentos. De que los trabajadores movemos el mundo.
Y de que si nos lo proponemos construiremos uno mucho mejor. Donde cuidemos lo importante: la sanidad, la vida, el planeta. Donde todos y todas tengamos una vida digna. ¿Utopía? Ni mucho menos. Que esta bofetada de realidad nos sirva para despertar y defender lo realmente importante y necesario.
PD1: Tras la renuncia del rey Felipe VI a la herencia de su padre (pero no a la Jefatura del Estado) , una vez se venza la batalla al COVID-19, deberá ser prioridad acabar con este otro virus con corona. Esta crisis ha demostrado que nuestra dignidad como pueblo está muy por encima de la de los sátrapas de los borbones.
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PD2 : Poco antes de la publicación de este artículo se ha hecho público los acuerdos del Consejo de ministros. Medidas de intervención estatal en la medida de otros países de nuestro entorno, como Francia e Italia. Insuficiencias manifiestas como que exista moratoria para el pago de hipotecas, pero no de alquileres. Pero en esencia (nadie esperaba lo contrario, por otra parte) la constatación de que en este sistema los beneficios siempre son privados pero las pérdidas se socializan.
Se habla mucho del “riesgo del emprendedor” pero a la hora de la verdad, o despido libre o ayudas estatales. Los trabajadores no perderán su puesto de trabajo (descontando todos aquellos con trabajos precarios y temporales, claro está) y esos salarios correrán a cargo del Estado.
Cobra por lo tanto mayor importancia en la era post-coronavirus o al menos post-confinamiento que la clase trabajadora tenga la suficiente fuerza para que sean los bancos y las grandes empresas quienes asuman este aumento del gasto en vez de que nos apretemos el cinturón los de siempre, como ya hicimos en 2008.
El virus no tiene ideología. Pero sus consecuencias se sufren de manera muy distinta en función de la clase social a la que se pertenece.
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