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Hasta el último hombre (protesta de un guayaquileño en la pandemia)

En la II Guerra Mundial hubo un objetor de conciencia (personas que se niegan a acatar órdenes o normas que vayan en contra de sus principios) en las filas estadounidenses. Desmond Doss se negó a matar soldados enemigos o siquiera llevar un arma a la guerra por principios religiosos; de esta manera se convirtió en un paramédico que fue asignado a la división de infantería.

Durante la batalla de Okinawa, los soldados tenían que conquistar un terreno dominado por los japoneses que se ubicaba en la cúspide de un acantilado. En medio de esta cruenta incursión, mientras la mayoría de los soldados se refugiaban para salvaguardar sus vidas, Desmond Doss se apresuró a rescatar (sin llevar siquiera un arma) a todo aquel que encontrase a su paso, salvándole la vida a muchas personas. La historia de este paramédico fue llevada al cine con el título “Hasta el último Hombre”.

En Guayaquil-Ecuador, en medio de la pandemia, las autoridades sanitarias lastimosamente no se apresuraron a rescatar “hasta el último hombre” que encontrasen a su paso.

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El primer caso de COVID-19 se confirmó el 29 de febrero del 2020. A la fecha en la que escribo esta nota (3 de abril del corriente) los hospitales de Guayaquil se encuentran sobresaturados, y las autoridades sanitarias no han instalado en la ciudad ni un solo hospital de campaña o móvil para atender la avalancha de pacientes con problemas respiratorios.

Eso sí, se anunció la construcción de una fosa común en un cementerio de la ciudad para tirar cuerpos como basura (luego se rectificaría esta directriz con la orden de dar a cada fallecido un entierro digno).

Y aunque el coliseo de deportes Abel Jiménez ha sido facilitado por la entidad pública INMOBILIAR, para adaptar un hospital de campaña y así aliviar a los hospitales que están colapsados, solo se han colocado unas camas sin oxígeno, lo mismo que nada.

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Eso sí, ya se confirmó la creación de una Fuerza de Tarea Conjunta en Guayaquil para enterrar a 3.500 muertos estimados por las autoridades.

Así las cosas, nos queda claro a los “guayacos” que en nuestra ciudad por ahora no se instalará (quien sabe si más adelante) ni un solo hospital de campaña, como sí se ha hecho en Wuhan, Madrid, Bérgamo y Nueva York. En esta zona de combate que es la de mayor desastre por coronavirus en Ecuador, no hay donde atender de manera provisional a los heridos. No se intenta rescatar “hasta el último hombre”.

Por eso escribo esta nota de protesta, para quejarme. Porque los guayaquileños no merecemos morirnos ahogados en la calle sin un respirador. Porque las autoridades, en mi opinión, están más volcadas a prometer sepelios dignos (y según ellas brindar un poco de remedio en estos momentos de dolor) que a garantizar nuestro derecho a recibir atención oportuna en un hospital.

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Los gobiernos que no toman medidas para frenar el avance del coronavirus pueden favorecer un genocidio vírico” ha dicho el Papa Francisco. Eso aquí, ya parece no importarle a nadie.

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