El personaje de las elecciones en Estados Unidos es Joe Biden, su protagonista esencial. Los “demócratas” han insertado un nuevo arpón a la ballena blanca con peluquería rubia: Kamala Harris es el “backup” de Biden. Una ficha que comparte un historial sombrío con el ex-presidente Obama, y pretende “representar” a la comunidad afroamericana. Se calientan las elecciones en el sueño norteamericano.
Seamos honestos desde el principio, y digamos que desde esta acera latinoamericana y revolucionaria las elecciones norteñas son un mecanismo de autorregulación del capitalismo financiero global en su granja natal.
Una especie de “reset nacional” para permitirse fagocitar las ideas, aplastar a los insurrectos, “conquistar nuevos mercados”, dominar geoterritorialmente. Las elecciones de Estados Unidos por naturaleza son basadas en el intercambio de roles dentro de la estructura política que ha creado la sociedad norteamericana, y hoy manejan las élites globales.
El plan es claro: capitalismo como concepto base y plataforma para la creación de la superestructura del Estado. Decir democracia o demócrata no es lo mismo en Nueva York. Pero decir demócrata y republicano sí.
El bipartidismo es una instalación dentro de la sociedad norteamericana. Este “round” del juego de roles nos presenta a Joe Biden, un anciano con problemas de articulación, pero con buena sonrisa e instinto político, el cual enfrenta a un Donald Trump azotado por la dantesca cifra de muertos por el Covid-19, un colapso económico por explotar, las protestas sociales, la guerra contra Afganistán, Cuba, Siria, Venezuela, Irán, China, Bolivia, las revelaciones de Wikilieaks.
En fin, pareciera sitiado y confiado en remontar la diferencia vacunando a la gente e invadiendo Venezuela, cercando a Irán y aislando comercialmente a China. Las operaciones encubiertas contra los estudiantes chilenos, las guarimbas en Bielorussia, las sanciones, bloqueo financiero, intento de asesinato y fallido golpe de Estado en Venezuela.
La cantidad de intervenciones de Trump en países hostiles a Washington es otro “hándicap” negativo para Trump, especialmente en foros internacionales a nivel diplomático global. La patanería de Trump, un desprecio supino e ignoto por las normas básicas de protocolo internacionales y los cánones de respeto entre mandatarios.
Un analfabeto con tupé ha desbancado del lobby diplomático mundial en múltiples organizaciones. Es el invitado que nadie quiere tener. Por otro lado, Kamala Harris abraza o abrazará las causas afroamericanas, de género, “progresistas”.
La promesa implícita es ontológica: la candidata a la Vicepresidencia es mujer, afroamericana, y “progresista”. Con plus emocional de “justa” (por su pasado como fiscal). Dura competencia en la terminología misoginia de Trump, su claro racismo y apoyo al supremacismo blanco, la xenofobia que caracteriza su gestión de proyectos.
La discípula de Obama tiene un lado oscuro. En el 2013 estuvo involucrada en el escándalo de la investigación por corrupción a varios funcionarios de la administración Obama: 41 billones de dólares en pago a políticos que patrocinaban y “apoyaban” a banqueros en sus aspiraciones políticas.
También estuvo en la primera plana por su olímpico desprecio ante una demanda de una comunidad latinoamericana contra la empresa Herbalife en la cual trabajaba como lobbysta. En un guiño a la comunidad que apoya la legalización de la marihuana confesó haberse fumado un porro, pero en su administración encarceló a 1530 personas por hacerlo (en su mayoría afroamericanos).
Esto va a sonar en una campaña sangrienta, llena de propaganda negra. Biden va a ser baleado con su edad, su articulación tartamuda y sus vinculaciones con la pedofilia. También será asociado a la “satánica Venezuela”.
En el último recurso de cualquier político de derecha: exhibir los resultados de la guerra contra Venezuela que son su responsabilidad achacándoselos a Maduro, justificando por cualquier vía invadir el país y asesinarlo.
¿Qué podemos esperar, desde esta orilla? La guerra. América Latina espera la guerra gane quien gane. A pesar de que Trump ha navegado con ataques militares silenciados por los oligopolios de comunicación en varios puntos de la geografía continental, también combina estrategias de IV Generación.
En nada se diferencia de la doctrina Obama, de golpe suave. Por tanto, en este primer perfil, una elección mediática de “valores universales” vs. Capitalismo financiero y barbarie de cyberpolitica dirigida por Jared Kushner. No habrá Netflix que compita.
Me queda observar la masacre en el Coliseo, y si queda alguno vivo le daré un pulgar abajo, mientras continúo aceitando el corazón para la batalla.
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