A pesar de que se repita constantemente el mismo mantra, que el monarca es el “rey de todos”, cada día se hace más evidente que se trata de una mentira que, por mucho que se empeñen en repetirla, no se va a hacer realidad. El régimen del 78 está corrupto, putrefacto. Y la actitud de la monarquía es la prueba.
En los últimos días se ha desatado una tormenta mediática, en referencia a una llamada de Felipe VI a Carlos Lesmes, por la ausencia del “preparado” en la entrega de despachos judiciales en Barcelona.
Pero no se trata de un hecho aislado, sino que viene de lejos. Y que corrobora una serie de ocasiones en que el “preparado” ha dejado bien patente su posicionamiento político, en contra de la neutralidad que le exige la tan cacareada Carta Magna, que se empeñan en defender, siempre y cuando no les afecte.
En este último caso, la actitud del monarca ha demostrado una maniobra claramente de desgaste, contra un gobierno con el que podemos estar más o menos en consonancia, pero que fue elegido democráticamente. Y no como al “preparado”, a pesar de lo que pueda decir Pablo Casado y su incansable verborrea.
Ya han sido varios, desde su llegada a la corona en 2014, los casos de incumplimiento de esa pretendida neutralidad marcada por la Constitución que, será por casualidad, siempre son aplaudidas por la derecha y extrema derecha (PP, Ciudadanos y VOX) o, en el mejor de los casos, pasada por alto por el centro-“izquierda” (PSOE).
Algunos políticos señalan que es necesario respetar las “instituciones que nos representan a todos”. Convendría recordarles que el respeto hay que ganárselo. También recordaban que el monarca es el garante de la concordia. Eso tendrían que decírselo a la ciudadanía, que ha perdido la fe en ellos.
Viciada de origen
Decía el catedrático de Derecho Constitucional Javier Pérez Royo que la monarquía borbónica organizó, a la muerte del dictador, un proceso de transición con el principio monárquico. Es decir, que el discurso del régimen de 78 se basó en la idea de que teníamos democracia gracias a la monarquía y al “emérito”.
Y esa idea, en la situación actual de cuestionamiento de ese régimen de 78, se está viniendo abajo. Decía, asimismo, que estamos prisioneros de una forma política del pasado que nos impide expresarnos democráticamente.
Un ejemplo de este nacimiento viciado lo podemos ver en la actitud de los dos monarcas ante el tema de la memoria histórica y las víctimas del franquismo. Nunca el “emérito” tuvo una palabra de apoyo para las víctimas o de crítica contra el dictador.
Y la actitud del “preparado” no es diferente: no ha tenido palabras de apoyo a las víctimas, sino que ha conseguido ofenderlas en diversas ocasiones. Eso sí, se hacen la foto en París, conmemorando a la Nueve.
La corrupción
También en el tema de las corruptelas de las cuentas offshore, la herencia del “emérito” y su fuga, han demostrado que el “preparado” no ha sabido estar a la altura de su cargo. Cuando en 2014 se escenificó la opereta bufa de cambiar un monarca que estaba “pringado hasta las trancas”.
Algunos sectores sociales esperaban que ese cambio sirviese también para introducir un cambio radical, tanto en la sociedad (que necesita un nuevo modelo político, económico, judicial, social y laboral), como en la monarquía.
La renovada monarquía reclamó la apariencia de una supuesta (no real) regeneración democrática. El nuevo monarca debía cambiar el rol y el posicionamiento ante la sociedad, para evitar nuevos bochornos como un rey que pedía perdón por irse de caza en plena crisis económica. Es decir, que se buscó darle un lavado de cara, a través de la cercanía con los ciudadanos y la ejemplaridad de la vida pública.
Debería haberse convertido en un referente moral. Y podría haberlo hecho enfrentándose a un sistema político y económico que explota a la sociedad, en beneficio de una oligarquía político-económica, una élite sin escrúpulos de ningún tipo. Algunos expertos señalan que, si la supervivencia de la monarquía depende de su imagen, el “preparado” está haciéndole un flaco favor a la institución.
Y, todo esto, aderezado con un sistema político y jurídico que ha escondido los posibles delitos del “emérito”, y que se rompen el espinazo para que no salpiquen al “preparado”. Por eso, las diferentes peticiones para la creación de comisiones de investigación sobre las actividades o finanzas de personas vinculadas a la casa real han sido siempre rechazadas.
Se trata de un binomio de política-economía, en el que la monarquía se ha convertido en una intermediaria, una conseguidora, una comisionista. De ahí se derivan los problemas para acceder a la información económica de la casa real, a pesar de las promesas de transparencia.
Frente al desparpajo con que algunos miembros de la monarquía gastan el dinero de nuestros impuestos, existe una ausencia total de control, como se demostró cuando aprovecharon la amnistía fiscal del PP para repatriar sus capitales opacos en el extranjero.
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