Después de la conquista el rey respetó la mayoría de las posesiones de tierra y agua de los pobladores indios, con el fin de que pudieran trabajar y dejar beneficios a la corona. Aunque también es sabido que muchas veces se cometían abusos y eran despojados o bien las vendían.
Con las epidemias de la segunda mitad del siglo XVI vino una reducción en la población que aceleró la pérdida de tierras y aguas, pues ya no había mano de obra suficiente para trabajarlas. En lugares como el Valle de México, Puebla, Michoacán y Morelos, los indios perdieron grandes cantidades de tierra que quedaron dentro de las haciendas que se fueron instaurando, desapareciendo así muchas comunidades.
Con el repunte de población indígena desde comienzos del siglo XVIII, se acrecentaron los conflictos por la tierra y el agua pues ya no eran suficientes para satisfacer las necesidades de todos los pueblos. Estas disputas fueron resueltas por la vía legal, y es por eso que contamos hoy en día con bastante documentación que refleja la lucha por el acceso a los recursos.
Distribuir el agua no fue fácil sobre todo en territorios áridos y en aquellos fértiles donde se concentraba mucha población; desde luego la corona tomó las riendas en la distribución del preciado recurso. La otorgaba por medio de mercedes reales junto con las tierras.
Para distribuir el agua se medía su caudal y se conducía a través de un partidor de agua; sin embargo, esto tenía sus complicaciones, pues se requería de la asesoría de técnicos y la construcción de alcantarillas y cajas de agua. En la práctica, fue muy complicado en los primeros años tener un control realmente eficaz sobre la distribución del agua.
Ante los conflictos generados por esta situación, poco a poco se fueron construyendo dispositivos que hacían más eficiente el manejo y distribución del agua, como los partidores que se instalaban en los ríos, regulando la salida del líquido mediante compuertas. Existían también los remanentes, que eran las aguas sobrantes después de ser aprovechadas; éstos también estaban reglamentados y en algunos casos se obligaba a conducirlos de vuelta a la madre del río o lago de donde provenían, para tener un mayor aprovechamiento del agua.
Cuando escaseaba el agua en alguna fuente, había que establecer prioridades con base en la antigüedad de los derechos; en estos casos los pueblos salían beneficiados sobre las haciendas dado que sus derechos eran considerados más antiguos por ser los pobladores originarios del continente. Sin embargo, esto no impedía que se generaran los conflictos por el agua.
Los españoles reutilizaron el sistema hidráulico que se había desarrollado en el centro de México en la época prehispánica, constituido por presas, acueductos y canales. Con la minería desarrollada por los españoles, el manejo del agua tomó importancia para el lavado de los minerales y para accionar los molinos con la fuerza hidráulica.
Se construyeron obras de almacenamiento de agua donde el líquido era escaso, mientras que donde abundaba, la infraestructura se enfocó a la conducción. A las haciendas se conducía el agua mediante acueductos, los cuales desembocaban en el cuarto de molienda para activar los molinos; estos acueductos llegaban a medir varios kilómetros.
Las haciendas que no tenían recursos para construir grandes obras hidráulicas contaban con estanques para almacenar el agua de las lluvias, llamados jagüeyes. Asimismo, casi todas las haciendas contaban con pozos para el riego de huertas y jardines, así como para el uso doméstico.
Como puede verse, la necesidad de agua abarcaba muchos rubros e intereses, e implicaba grandes costos para su manejo y distribución; no es sorprendente por lo tanto que hubiera inconformidades en su repartimiento que desencadenaran conflictos por el recurso.
En muchas regiones de la Nueva España los problemas suscitados por acceso al agua fueron más numerosos que aquellos donde se disputaban las tierras; esto tiene sentido puesto que el agua siempre fue más escasa que la tierra. Como se ha mencionado, los principales grandes detonantes de conflictos por agua a partir de la segunda mitad del siglo XVII fueron el crecimiento de la población y la expansión de las haciendas. Cultivos como el trigo y la caña de azúcar demandaban un suministro regular de agua de riego.
En la repartición del agua se daba preferencia a las haciendas, dotando a los pueblos aledaños de cantidades mucho menores; esto da muestra de una estratificación social que implicaba un reparto desigual del recurso, provocando innumerables litigios de los pueblos contra las haciendas. Sin embargo, los conflictos también se daban entre hacendados e incluso entre pueblos de indios.
Aunado a esto, había otros factores de índole administrativa y técnica que agravaban los problemas: inexistencia de títulos que respaldaran la cesión de agua, mediciones equivocadas, infraestructura inadecuada y sustracciones de agua de unos usuarios en perjuicio de otros.
En los primeros años de la colonia la gente tomaba el agua que requería, no había mercedes de agua, pues era considerada del dominio común. En las mercedes de tierra casi nunca se mencionaba el agua, y cuando se mencionaba, no se especificaba la cantidad; esto puede deberse a la dificultad que implicaba hacer mediciones en aquella época.
Estas imprecisiones y omisiones de medición y distribución de los primeros años tuvieron sus consecuencias a la larga, pues muchos de los conflictos del siglo XVIII tienen sus orígenes en estos errores. Asimismo, era frecuente que en el uso y reparto del agua se procediera de una manera casuística.
Sin embargo, con tal experiencia, desde principios del siglo XVII fue en aumento el número de mercedes específicas sobre derechos de aguas y se describían con más detalle las especificidades de cada merced, pues la experiencia mostraba que los documentos escuetos conducían a problemas difíciles de solucionar.
Los pueblos de indios encontraron formas de exigir y defender el acceso a fuentes de agua, cuando sus intereses o derechos se veían atropellados por españoles (hacendados, religiosos, pobladores) e incluso otros pueblos de indios; de hecho, los pueblos de indios no siempre compartían intereses al momento de defender sus derechos de acceso a fuentes de agua, generándose incluso algunos de los conflictos entre los mismos pueblos de indios.
Texto redactado con información de Gisela von Wobeser, "El agua como factor de conflicto en el agro novohispano 1650-1821".