Con la llegada de la vacuna de Pfizer contra el coronavirus a Reino Unido, se ha desatado un aluvión de personas que no dudan en afirmar que con esta vacuna solamente quieren implantarnos microchips, borrarnos la memoria o barbaridades por el estilo.
Se pone en duda su eficacia, alegando que han tardado muy poco tiempo en sacarla al mercado. Los rumores se han disparado tras los efectos secundarios que varios voluntarios parecen haber presentado.
Claro está que, si leemos los titulares de los medios españoles, no es para menos. Cabeceras alarmistas, sin argumentos y sin ningún tipo de criterio que lo único que están llevando a cabo es la confusión y la manipulación de la población.
Ahora, parece que la carrera ha dejado de ser aquella por ser el primero en sacar una vacuna y han pasado a competir por ver quién es capaz de sacar el mayor rumor sobre ésta.
Dudo que los hechos se sucedieran de la misma manera si la vacuna hubiera salido de un laboratorio español, francés, alemán o estadounidense. Pero han salido de Rusia, eterno “enemigo” de Occidente, y Reino Unido, recién salido de la Unión Europea.
Lo que ocurrió durante los ensayos y que tanta conmoción ha causado es que cuatro voluntarios que recibieron una dosis de la vacuna sufrieron una parálisis facial temporal de la que ya se han recuperado.
En un primer momento, se asoció a los efectos secundarios de dicha vacuna, pero rápidamente se supo que la reacción se produjo debido a que estos pacientes presentan alergias previas.
Por eso, las autoridades de Reino Unido han insistido en la seguridad de la vacuna, aunque recomiendan que no se suministre a personas “con historiales de alergias significativos”, además de que la vacunación solamente se lleve a cabo en instalaciones reparadas para una posible reanimación.
Y, por otro lado, el Comité de Monitoreo de Datos informó de que, hasta la fecha, 44.000 personas han sido vacunadas en el Reino Unido y que, 42.000 de estas ya han recibido una segunda dosis, sin que se haya producido el menor problema.
La vuelta a la normalidad que añoramos pasa por la existencia de una vacuna, una vacuna que no servirá de nada si no estamos dispuestos a que nos la administren. Es el momento de pensar en cómo queremos vivir.