El congreso de Estados Unidos en llamas
El Pentágono ha tomado su decisión y es irrevocable. Se han alzado varios generales de altísimo rango contra las pretensiones de Trump de alborotar el avispero.
Por un lado, la política comercial y no bélica (al menos en la definición de Guerra convencional) de los republicanos no le cuadra a la industria armamentística. Por otro lado, un gobierno de Biden promete seguir con las agresiones formales contra Korea e Irán, cosa que es un pernil navideño para los militares imperialistas. En medio de esta tragedia, Biden comienza a pintar la imagen de un gobierno progresista, a partir de alianzas (mediáticas, simbólicas) con sectores en protesta.
El revés no es poca cosa. Que los militares “anuncien” posible respuesta militar a protestas y manifestaciones agresivas de los sectores supremacistas, cuadrados con Trump, echa por tierra la estrategia de caos que anunciamos anteriormente. Para Trump es imprescindible caotizar las calles y en su contra tiene a una Pandemia incontrolable. Su plan debe contemplar el caos como caldo de discusión para una propuesta “salvadora“.
El panorama es el siguiente. Con una economía en colapso inminente, consecuencia de la pandemia, Trump sólo debe sentarse a esperar las consecuencias de su política de salud genocida en el pueblo.
La economía norteamericana no muestra síntomas de mejoría, y Biden está obligado a renovar su política exterior con otra visión. Mientras tanto Trump puede manipular a sus anchas a través de la cyberpolítica toda la data electoral del país de Luther King.
El caos depende de lo rápido que haga olvidar Trump a su data que él fue el principal responsable, por sus actitudes bufonescas y su flagrante ignorancia sobre el virus, por no hablar de su indolencia sobre las muertes de sus compatriotas.
El colapso ha mandado a la quiebra al menos el 20% del comercio formal en Estados Unidos. La automatización, las empresas de transporte, lo robotizado y conectado a toda hora, la virtualidad de los procesos, todas consecuencias del confinamiento han transformado las economías regionales encumbrado a la Red como sistema medular de la sociedad contemporánea.
Ese mismo colapso que tiene a los gigantes de la tecnología Amazon, Google, Facebook y Tesla, Twitter y las emergentes en el panorama global siendo los reyes del mundo. Sólo ellos van a sobrevivir a la pandemia, regentes del nuevo orden económico producto de la cuarta revolución: la de la Inteligencia Artificial.
Donald ha entendido tarde que para gobernar hay que dominar al ejército. Y necesita un tiempo para renovarse en imagen, borrar la impresión de torpeza y arrogancia que lo signa. Los resortes emocionales asociados a su perfil son negativos, con mucho rechazo en género, derechos sociales, gestión, y otros. Se ha acabado el dominio “anti-chino” de Trump, y han entrado a la Bolsa de Nueva York. Su asociación lógica con fascistas, neo-nazis, supremacistas es un hándicap mortal.
Ante esto, Donald se ha asegurado de mantener el control de la información mediante varios decretos. Es presidente por eso, de bola. Mientras el rechazo frente a su figura crece cada día, Donald sigue en su plan de una reelección en cuatro años.
Cierra el primer acto de la obra.