Soy Guillermo Lasso, ¿o no?
El programa de gobierno del presidente electo de Ecuador profundiza las acciones del ejecutivo de Lenín Moreno, sin hacer referencia a las necesidades más acuciantes de la mayoría social.
Guillermo Alberto Santiago Lasso Mendoza, nace en la ciudad de Guayaquil el 16 de noviembre de 1955 (actualmente 65 años). Después de graduarse de bachiller en uno de los emblemáticos colegios de Guayaquil -el San José de La Salle-, (donde también estudió y se graduó Rafael Correa), se ha dedicado a negocios en la bolsa de valores desde muy joven.
Aprende sobre banca y negocios y luego de trabajar en dependencia para una empresa importadora comercial y otra financiera, se dedica por completo a la banca.
Así transcurrió su vida dentro del ámbito privado de los negocios financieros y servicios bancarios, donde “nada es gratis” y todo se mueve en atención a créditos, intereses y utilidades. No hay lugar para servir los intereses de la gente donde solo se espera servir los intereses del dinero.
Curioso, o con deseos de emular a su padre (superándolo), un “modesto servidor público quiteño” quien se casó con Nora Mendoza de origen manabita. Ambos habían venido a Guayaquil en los años 50.
Lasso ingresó en la administración pública en el año 1998 cuando fue nombrado gobernador del Guayas por el presidente “Demócrata Popular” Jamil Mahuad de Witt (defenestrado del cargo).
También durante el gobierno del presidente Mahuad, Lasso fue designado ministro de Economía, en este contexto se desarrolla una de las crisis bancarias más desastrosas de la historia del Ecuador, en la que tuvo participación directa en la toma de decisiones que afectaron a los millones de ecuatorianos que “perdieron todo”.
Se describe a sí mismo como liberal, pues –según afirma de sí mismo- la vida lo ha hecho así, aunque inmediatamente reacciona a esta realidad diciendo que no se identifica con ninguna ideología, creyendo simplemente en las “buenas ideas”.
Lo mismo dice de sí mismo sin tomar definición cuando se le pregunta si es de izquierda o de derecha, sin embargo tiene claro que su misión en la Presidencia de la República consiste en limitar los alcances del gobierno a través de reducir los controles y la intervención estatales.
De esta manera va a privilegiar las actividades empresariales privadas y la reducción de impuestos, especialmente el impuesto a la salida de capitales, – tiene inversiones off shore y dinero en paraísos fiscales-. Sin ningún rubor se ha declarado admirador de José María Aznar y de Álvaro Uribe, expresidentes ambos ampliamente conocidos por sus inclinaciones neoliberales en lo económico y fascistas en lo social y cultural.
Es practicante de la religión católica. En uno de sus movimientos pastorales, “El Opus Dei” contrario al aborto y al matrimonio igualitario, “principios que no voy a cambiar” tratará -ha dicho- de buscar soluciones a la maternidad adolescente y a las uniones civiles pero diferenciándolas del matrimonio. También sobre la migración, endurecerá los requisitos de ingreso al país priorizando a quienes vengan a invertir, por turismo o por razones humanitarias.
Asimismo, se declarará enemigo del socialismo del siglo XXI liderado en Ecuador por la Revolución Ciudadana y el expresidente Rafael Correa Delgado; después de los primeros días que pasan una vez que logró alzarse con el triunfo electoral, ha empezado a dar signos de lo que será su gobierno: eliminará la Senescyt (Organismo de control de Educación Superior), venderá las empresas públicas, reducirá el tamaño del estado.
Nada ha dicho sobre planes de trabajo, salud y/o vivienda, aunque se sabe que todos estos “servicios estatales” serán prestados por la empresa privada en gran medida en abierta competencia con una debilitada intervención estatal.
La Asamblea Nacional, lugar en el que en definitiva se deberán ventilar todas las reformas legales que pretenda para poder apuntalar “su gobierno” se le viene difícil, pues al no existir una mayoría plena, tendrá que “pactar” o llegar a acuerdos mínimos de gobernabilidad con muchos intereses ya creados por quienes a instancias de estos “arreglos” esperan compartir el espacio de poder que hoy ha ganado.
El Ecuador no es de derechas, y los resultados electorales así lo demuestran: Lasso obtiene el 52.376% de votos, frente a los 47,64 % de Andrés Aráuz que, sumados con los votos blancos y nulos establecen un porcentaje ampliamente mayor que el resultado obtenido por Lasso.
Por ello se ven venir nuevamente paros y huelgas por la imposibilidad de la sociedad y los trabajadores de soportar las cargas impositivas y aumentos de precios en vivienda, salud, alimentación y combustibles que la derecha neoliberal siempre impone en sus gobiernos a los más necesitados.
Yo no soy Guillermo Lasso, no me representa ni voy a usar zapatos rojos.